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31 de marzo de 2008

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El padre Maximiliano Herráiz es Carmelita Descalzo. Doctor en Teología, profesor de la Universidad de Valencia, sacerdote desde 1960. Ha dado conferencias, retiros, ejercicios espirituales en los cinco continentes. En la actualidad vive en una misión en Abidjan (Costa de Marfil) donde ha decidido vivir como misionero esta etapa final de su vida.

– Padre Maximiliano, ¿cómo podemos armonizar y poner en coordinación estas dos realidades: mística y mundo laboral; contemplación y lucha diaria con la familia, las prisas el ruido…?
– Todas estas realidades se funden en una sola palabra, en una sola realidad: en la edificación progresiva de amistad con Dios, en esa relación de un ‘yo’ (que es el hombre) en relación con un ‘TÚ’ (que es Dios).

El amigo, el orante, el místico lo es continuamente las 24 horas del día. No se es amigo por un rato sino siempre, hasta durmiendo. Estés donde estés eres amigo. Si estás trabajando para sacar a flote a la familia eres amigo; si estás enfermo, si acompañas al niño al colegio, si estás en el instituto… como creyente (hagas lo que hagas y estés donde estés),tu amistad con Dios (siempre) te sirve para vivir más en plenitud todas esas realidades.

Como ves, desde la relación con Dios se armoniza perfectamente lo que parece contrario: vida de silencio y trabajo de la calle. Todos estamos llamados a conjugar el silencio profundo como encuentro con Dios y las tareas de la vida diaria que se convierten así en servicio gratificante a los demás.

Te invito a que pienses: quien ama lo hace en todas las direcciones: en la dirección de Dios (y por eso buscarás momentos para estar a solas con Él) saboreando su Palabra que está en la Biblia, saboreando a la luz de Dios los acontecimientos que nos agradan o que nos maltratan, conjugando el devenir de la historia que se nos escapa de nuestras manos, pero que no se escapa de las manos de Dios.

– Hay momentos que todo se viene abajo, en la sociedad, en la familia, parece que ahora todo está en crisis…
– Tenemos que saber ver estos ‘inviernos eclesiales’ o ‘inviernos de la humanidad’ cuando parece que no hay frutos, que todo va mal, estas ‘noches’ en las que no encontramos sentido a lo que nos ocurre… lo tenemos que mirar como el invierno de la naturaleza que es cuando se concentra la savia para la próxima primavera…

Sabiendo que no me corresponde a mí tener la solución para todo. A mí no me debe importar mucho si voy a ver los frutos, si voy a ver la ‘Tierra Prometida’ o me voy a quedar en el monte Nevo como Moisés… Lo que de verdad me interesa, me corresponde es que yo he ayudado y pienso seguir ayudando a las gentes (y a la vez, ellos me ayudan a mí) para que puedan encontrar el verdadero sentido de su vida, encontrar a Dios y amarlo, llegar a la ‘Tierra Prometida’.

– Padre Maximiliano, ¿Por qué cuesta tanto la oración y el silencio y se dice que no hay tiempo…?
– Puede resultar duro lo que digo pero sin duda es porque no estamos enamorados de Cristo. Quien está enamorado lo que le gusta y como disfruta es estando en silencio o en compañía con la persona amada. El silencio indica una concentración amorosa en la otra persona. Esa concentración me hace que quede en silencio el resto de las cosas. El enamorado sabe lo que es quedarse a solas después de un día agotador, necesita estar en silencio con la otra persona. El silencio es la otra cara de un amor. Me concentro con la persona amada. El atleta se concentra en silencio y en la preparación y deja fuera, en silencio una bella película que podía estar viendo o cualquier otro interés… porque está haciendo otra cosa que le enamora, que le llena y por eso deja en silencio, deja fuera el resto de cosas que podría estar haciendo. El silencio es una expresión de amor. Cualquier persona enamorada sabe lo que estoy diciendo.

– Claro, esto dicho a los jóvenes son los que mejor lo pueden entender…
– Sí, si no ‘pajarean’ así es. Saborear en la vida el primer amor abre a la persona a una dimensión que no había experimentando todavía y entonces aprende y sabe lo que es hacer silencio con la persona amada. Hasta ahora ha tratado con muchas personas pero todavía ninguna había tocado esa fibra de amor por la que es capaz de dejar en silencio, fuera, todo lo demás.

– ¿Qué exigencias deben marcar los catequistas de cara a los jóvenes? – Que les hablen desde su experiencia de silencio y de Dios. Si son catequistas como Dios manda, que no transmitan únicamente conocimientos o doctrina sino la experiencia de su ‘enamoramiento con Dios’. Puede decir y demostrar a niños, jóvenes y adultos: “yo esto lo transmito porque lo llevo grabado a fuego en mi vida…”. Y eso no quiere decir que sea inmaculado, que no tenga defectos. Claro que tiene defectos pero tiene una experiencia de amor de Dios que le llevará a ser mejor cada día.