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2 de octubre de 2011

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 [fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]C[/fusion_dropcap]on motivo de la JMJ de Madrid, tuvimos la suerte de ver multitud de monjas jóvenes de clausura con el Papa Benedicto. Una de las que tuvo la suerte de estar muy cerquita del Santo Padre fue Mª Inmaculada que el pasado diecisiete de septiembre hizo sus profesión solemne, es decir sus votos perpetuos, en el Convento de Santa María Magdalena de Alcaraz. Este acontecimiento es una gozosa noticia para nuestra diócesis, por eso hemos pedido a nuestra Hermana que nos hable de todo ello, a lo que se presta con toda sencillez y amabilidad.

¿Dónde naciste y cómo llegaste una chica como tú a encerrarse en un convento de clausura, precisamente aquí, en Alcaraz 
– Nací en Valdepeñas y allí viví y crecí  como una chica muy normal en el ambiente familiar, eso sí, dentro de una familia muy cristiana. Las circunstancias hicieron que pasase unos días con las hermanas Dominicas de la Unidad que viven en el Santuario de Cortes. Todos los días íbamos a Misa al Convento de Alcaraz. Al participar en las celebraciones, escuchar los cantos, el recitar con ellas los salmos produjeron en mi una honda impresión. Después en los momentos de diálogo con las monjas, al percibir la alegría y la fraternidad con la que vivían, sentí algo muy fuerte dentro de mí, me quedé prendada y pensaba para en mi interior: “yo quiero todo esto para mí”. En aquel momento no tenía mas que diecisiete años. No podía entrar todavía, mis padres y otras gentes me aconsejaron que debiera esperar y seguir con mis estudios.

– ¿Cuándo entraste? 
– Pues una vez acabados mis estudios. Hice primero el postulantado, después el noviciado que terminó con la profesión de mis primeros votos temporales. Esto supuso tres años. Así pues, han pasado otros tres años más y llegó el día soñado por mí, en que a través de mi profesión solemne ya soy toda y para siempre del Señor.

Estuviste en la JMJ de Madrid con el Papa ¿Qué sentiste? 
– Fue para mí una experiencia única, sobrecogedora, llena de emoción. Eso de ver a tu lado tantísimas jóvenes que comparten tus mismos ideales, la misma vocación, la misma pasión y el mismo amor por Jesús, es algo que no se puede explicar. Éramos de países distantes, de congregaciones diferentes, de lenguas distintas, pero allí había entre todas una gran cercanía, una gran unión como si nos conociéramos  de toda la vida. Al Papa lo tuve muy cerca de mí y me impresionó verlo tan sencillo, tan humilde, tan humano. De verdad vi en él a un hombre de Dios.

Y un mes más tarde llegó el día grande, el día de tu profesión solemne, ¿Cómo la viviste? 
– Viví la ceremonia con mucha paz, sin nervios. Como si allá no hubiera nadie que me estuviera mirando. Era para mí el día esperado. Sentí una emoción muy grande al pronunciar aquellas palabras: “Para gloria de Dios que me ha llamado en su benevolencia y movida del Espíritu de amor…”. Me sobrecogía saber que lo que estaba ocurriendo era un regalo de mi Padre Dios, que se ha dignado ser tan bueno conmigo. También recuerdo vivamente aquellas palabras en las que dije: “hago voto por todo el tiempo de mi vida de vivir en clausura la castidad, la pobreza y la obediencia según regla de la Tercera Orden Regular de S. Francisco…”.

Me gustó mucho un canto de la celebración que decía “Te damos gracias por las hermanas que nos regala tu amor”. Pero ¿No es muy dura la convivencia de cada día, sobre todo en un lugar cerrado, dentro de una clausura? 
– Dije al principio que cuando conocí a las hermanas, precisamente lo que me llamó la atención es esa fraternidad gozosa en la que vivían. Así es como vivimos, hermanas de diferentes edades, distintas maneras de pensar como es natural, pero que nunca falta la alegría de la convivencia.

– Eres hija de S. Francisco ¿Con qué te quedas de este gran santo? 
– Pues aquello que decía de vivir el evangelio sin glosa, Es decir, vivirlo con toda radicalidad. Ser capaz de reproducir en mí ese sentido de fraternidad que él tenía hacia todas las criaturas.

A tus padres los tuve delante de mí durante la ceremonia y los vi muy emocionados y felices ¿cómo encajaron que su chica, su hija única, sólo tienes otro hermano, le diese la idea de meterse a monja  en un convento de clausura? 
– Pues al principio les costó muchísimo. Pero ellos son cristianos recios, y lo fueron comprendiendo poco a poco. Además al verme a mi tan feliz, ¿qué más quieren? Pues lo que todos padres quieren es la felicidad de sus hijos. Lo que pasa es que a veces se equivocan del lugar y el modo en que esta puede encontrarse, y esto provoca sufrimientos innecesarios.

– ¿Qué dirías a los jóvenes que a veces buscan la felicidad en lugares y en cosas que no la pueden dar? 
– Pues que no saben lo que se pierden. Conocer a Jesús, seguirle, es el camino más seguro de la verdadera felicidad. Antes de entrar en el convento yo creía que era feliz. Pero ahora me doy cuenta, en la medida en que vivo más entregada al Señor, de que hay una felicidad mucho más grande que la que yo podía imaginar. Si la gente joven pudiera vislumbrar un poco esta felicidad, creo que faltaría lugar en los conventos.

Gracias, Hna. Inmaculada por esa alegría que nos contagias. Te recuerdo lo que el Papa os decía en el Escorial: “La Iglesia necesita vuestra fidelidad joven, gracias por vuestro si generoso, total y perpetuo a la llamada del Amado”. La Iglesia de Albacete te necesita, gracias por todo lo que nos están dando.      

 

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