16 de diciembre de 2006
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Bienvenidos a esta celebración con la que D. Ciriaco Benavente Mateos, hasta ahora Obispo de Coria-Cáceres, toma posesión de la Diócesis de Albacete e inicia su ministerio pastoral en estas tierras manchegas. Bienvenido, Sr. Nuncio: su presencia hace visible nuestro amor filial a su Santidad el Papa Benedicto XVI y fortalece nuestra comunión con El. Bienvenidos Sres. Cardenales, Arzobispos, Obispos, Sacerdotes, Diáconos, Religiosas y fieles todos, llegados desde Extremadura, desde los más variados puntos de la geografía española y, por supuesto, desde todos los rincones de nuestra provincia albaceteña. Vuestra presencia es una prueba de amistad con D. Ciriaco, un signo de comunión eclesial y un deseo de compartir con nosotros este momento de gozo, tan significativo e importante para la Iglesia de Albacete. Bienvenidos Sr. Presidente de Castilla La Mancha y autoridades que representáis a instituciones y entidades relacionadas con Cáceres y con Albacete. Bienvenida, querida familia de D. Ciriaco. Bienvenido, D. Ciriaco, ya está con nosotros y nosotros con usted. Le acogemos como nuestro Obispo y Pastor, y le agradecemos su sí profundo, generoso e incondicional.
Mis primeras palabras. Sr. Nuncio, quieren expresar el profundo agradecimiento de esta joven Iglesia de Albacete a su Santidad el Papa Benedicto XVI, y a usted mismo, por el nombramiento de D. Ciriaco Benavente Mateos como Obispo de esta Iglesia de Albacete. Con el Salmista decimos esta mañana: “el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”. Nuestras expectativas han sido superadas con creces. Muchas gracias, Sr. Nuncio.
Comprendemos el sentimiento que en estos momentos invade a la querida Diócesis de Coria-Cáceres, de la que nos sentimos hermanos por compartir ya el mismo afecto filial hacia D. Ciriaco como padre y como pastor. Vuestros sentimientos son su mejor carta de presentación. Nos unimos a vuestras oraciones pidiendo al Espíritu Santo que os envíe un buen pastor.
D. Ciriaco, le acogemos tal como somos y tal como es usted. Llega a una Diócesis con 14.926 Km 2 de extensión, repartidos entre llanuras, valles y montañas, tierras en las que conviven pacíficamente el pino, el olivo, los cereales y el viñedo, como conviven sus 376.000 habitantes, guardianes unos de la rica y secular historia que da nombre a pueblos como Alcaraz, Yeste, y Chinchilla, y artífices otros del nuevo Albacete que emerge entre sueños de superación y de progreso al ritmo que le marca la modernidad.
La Diócesis es muy joven, nació el año 1.949 con la Bula Inter Praecipua de Pío XII. Usted es su quinto pastor, sucesor de Obispos tan entrañables y queridos como D. Arturo Tabera y Araoz, D. Ireneo García Alonso, D. Victorio Oliver Domingo y D. Francisco Cases Andreu. Nuestra historia es corta. Su tinta está todavía fresca y por eso es posible borrar cualquier equivocación con paciencia y con amor.
Nos presentamos ante usted con nuestras luces y con nuestras sombras, con realismo y con esperanza. Nos gustaría que soplaran otros vientos pero estos vientos son los mismos que corren por toda España: resistencia a la evangelización, otros modos de entender la vida, crisis de valores que afecta a la familia, a la juventud, a las vocaciones a la vida consagrada y al ministerio sacerdotal,… A pesar de todo esto, podemos decir con la sencillez del siervo fiel “hemos hecho lo que teníamos que hacer”, nuestras manos no están vacías, usted encontrará por nuestros caminos, calles y plazas modos de ver, de pensar y de actuar que son fruto de aquellas semillas que con tanta generosidad, ilusión y amor sembraron sus predecesores. También encontrará brotes y tallos tiernos que, por estar en fase de crecimiento, necesitarán el cuidado, la atención y el calor de su nuevo pastor.
Aquí está toda la Iglesia diocesana, representada por su Consejo Diocesano de Pastoral. Está también el presbiterio diocesano, prácticamente en su totalidad. Los sacerdotes le acogemos con ilusión, con calor, y con deseos de trabajar. Aunque hayamos pasado noches enteras sin pescar en este mar embravecido por las olas de la modernidad, cada una con su nombre y con su sabor, queremos cuidar con nuestro Obispo la frágil barquichuela de la fraternidad sacerdotal y, con la fuerza y el calor de la comunión, seguir remando mar adentro en estas tierras manchegas y en aquellas otras tierras de misión, como en estos momentos hacen compañeros nuestros a quienes recordamos en esta celebración.
D. Ciriaco, puede contar con un buen número de seglares en nuestras parroquias y comunidades, dispuestos a trabajar en campos tan complejos como la familia, la juventud, la enseñanza, la marginación. Cuenta con buenos agentes de pastoral: están en catequesis, en liturgia, en cáritas, en pastoral de la salud. En nuestros seglares hay una sensibilidad especial para conectar con todo aquello que se refiera a la promoción humana y social.
En su ministerio pastoral se sentirá acompañado y fortalecido por la oración y cercanía de los Institutos de Vida Consagrada y sociedades de vida apostólica, distribuidos por todos los rincones de nuestra geografía diocesana.
Terminamos de celebrar el Cincuenta Aniversario de la Coronación Canónica de la Imagen de la Virgen de los Llanos, nuestra Patrona.
Le Pedimos que le proteja y le acompañe en el ejercicio del ministerio pastoral que hoy inicia entre nosotros. Con agradecimiento, con cariño y con ilusión le acogemos este mañana, D. Ciriaco, como nuestro Obispo y Pastor.