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10 de noviembre de 2006

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]E[/fusion_dropcap]stimados amigos

El nombramiento de D. Ciriaco como Obispo de Albacete y el ya cercano inicio de su ministerio pastoral entre nosotros dan a la celebración del DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA de este año un colorido especial por lo que supone empezar una nueva etapa guiados por un nuevo Pastor, a quien agradecemos su sí de Pastor y de amigo, de hermano y de padre a la vez.

En la Iglesia es muy importante la persona del Obispo como nos recuerda el Concilio Vaticano II: “La Diócesis es una porción del Pueblo de Dios que se confía a un Obispo para que la apaciente con la cooperación del Presbiterio”. Desde el año 1950 cuatro Obispos han caminado junto a nosotros y con ellos hemos crecido, hemos madurado, hemos sembrado, hemos evangelizado. Hoy la vida continúa manando de la misma fuente bautismal, se alimenta con el mismo Pan, comparte la misma Palabra y la misma amistad,… pero va cambiando el tono de voz, hay más callos en las manos y más riqueza en el corazón y así, año tras año, se van curtiendo los pies del evangelizador.

En el día de la Iglesia Diocesana, agradecemos a Dios el bien que han hecho en su nombre tantos servidores repartidos por nuestra propia geografía diocesana a lo largo de estos años: sacerdotes, religiosas y seglares, catequistas, padres de familia, agentes de pastoral y ese número incontable de testigos del amor de Dios entre nosotros y de creyentes dispuestos siempre a colaborar, a ayudar, a servir y a enseñar.

Sí, estamos recordando la Iglesia que somos, con muchas luces aunque haya alguna sombra, con mucha generosidad y también con sus debilidades y limitaciones, con deseos de caminar con paso firme aunque alguna vez tiemblen los pies. La Iglesia diocesana es como una gran familia, como “un edificio de piedras vivas” en el que nos sostenemos unos a otros gracias al calor y a la fuerza de la comunión. Es como ese cuerpo del que habla S. Pablo en el que cada parte y el todo dependen de la buena salud y del buen funcionamiento de las otras partes.

La venida de un nuevo Pastor es una excelente oportunidad para que todos y cada uno veamos en qué podemos mejorar como miembros de nuestra Iglesia Diocesana. A esta oportunidad le damos el nombre de kairós, tiempo de gracia, momento en el que el Espíritu Santo nos impulsa a crecer como Iglesia diocesana en santidad, en comunión y en corresponsabilidad, en espíritu evangélico y en compromiso evangelizador.

Invitándoos a participar en la celebración del DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA con vuestra oración y colaboración económica, recibid un cordial saludo.