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6 de noviembre de 2012

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]E[/fusion_dropcap]l pasado sábado nuestro obispo, D. Ciriaco ordenó diáconos permanentes en la Parroquia de El Salvador de La Roda a Carlos del Olmo Jiménez y a Pedro Jesús García Cortijo. Con ellos hablamos.

– ¿Cómo surge vuestra vocación al diaconado permanente?
CARLOS: Mi vocación nace a lo largo de los últimos veinte años, en los que empecé a dedicar tiempo a la parroquia en muy distintos aspectos, empezando por la catequesis de confirmación, el consejo de pastoral, mi dedicación al belén parroquial, etc. Pero hay un momento en el que la llamada de Dios se hace fuerte, casi irresistible, y en un periodo de tiempo muy corto surge una y otra vez la llamada al diaconado, en voces procedentes de muy diversas personas y lugares. No cabe duda, Dios llama ¿qué puedo responder?

Mi vocación se decide en un lugar muy concreto, entre la Gruta y la capilla del Santísimo en Lourdes. Son ya catorce viajes realizados, y cada uno de ellos ha supuesto siempre una convulsión espiritual, una renovación en la que ha germinado mi segunda vocación.

La vocación es siempre una llamada de Dios para algo, y en mi caso está claro, Dios me llama al servicio. El servicio a los demás, a la parroquia de La Roda, a la comunidad cristiana de la diócesis de Albacete y a la humanidad en general. Ser diácono es ser servidor, estar disponible, y en este momento de mi vida puedo dedicar al servicio en la iglesia más tiempo que hace unos meses por encontrarme jubilado.

PEDRO JESÚS: En mi caso, puedo decir que no ha sido una vocación repentina, ya que la presencia de Cristo siempre estuvo muy presente en mí día a día, hoy puedo decir que Él fue y es mi mejor amigo, mi más fiel compa-ñero. Hay un momento en mi vida donde terminados mis estudios, siendo dueño de una empresa, casado y padre de un niño, me surge una pregunta. (Había completado todas las metas que de niño y adolescente planteaba). ¿Y ahora qué?, ¿ésta será mi vida?, ¿cuál es el sentido del hombre?, ¿para qué he nacido?

Como bien nos relata la madre Teresa de Calcuta para escuchar lo que Dios nos quiere decir, lo que quiere de nosotros es necesario el silencio, detenerlo todo, escuchar y así lo hice. Es en ese momento donde escucho la llamada, un mensaje claro que aunque acogido con miedo e incertidumbre, confías plenamente y comienzas la andadura, con la seguridad que si es de Dios, a Dios llegará.

Mi vocación me abre un mundo infinito, un camino hacia la verdad y me produce una sensación de estar caminando por el sendero correcto. ¡Ahora sí! Difícilmente podré en esta ocasión alcanzar mis metas ya que no depende de mí, sino que es un proyecto del Padre.

– ¿Qué papel ha ejercido el Espíritu Santo?
CARLOS: La llamada de Dios no viene sola, la fuerza del Espíritu Santo viene con ella.  Desde el mismo momento en que sentí la nueva vocación, Dios, por medio del Espíritu me ha ido dando fuerzas para llevar a cabo mi vida familiar, profesional, estudios en el Instituto Teológico de Albacete y trabajos en la parroquia. Visto todo esto ahora, parece imposible que lo haya podido llevar a cabo, pero ahí está, y no por mis méritos, sino ayudado por la fuerza del Espíritu Santo y la oración de mis muchos amigos y personas cercanas que desde hace años rezan incesantemente porque mi vocación siga para delante.

PEDRO JESÚS: Hablar del papel del Espíritu Santo en la vocación, es hablar del centro de toda llamada, ya las primeras comunidades cristianas caminaban guiadas e iluminadas por el Espíritu. Y los Apóstoles abren sus ojos e inician su camino gracias al Espíritu. Pues bien, no creo que estemos mucho más lejos de aquel entonces, pues es muy común reconocer el Espíritu en ti, en el día a día haces cosas que nunca te hubieras planteado y con frecuencia reconoces tu pequeñez y la grandeza del Espíritu. Ahora soy barro en sus manos, que el Espíritu me guie y me ilumine.

– Y vuestra familia, ¿qué opina?
CARLOS: Desde luego, todo lo relatado anteriormente no habría sido posible sin el apoyo decidido de la familia, empezando por Josefina, mi mujer, que desde el principio ha creído en mí, me ha apoyado, ha sufrido mis ausencias del ámbito familiar cuando otras labores me han requerido, y siempre ha tendido presente el respeto a  mi decisión y vocación. Sin su ayuda, aliento y ánimo esto no habría sido posible. Mis hijos, Eduardo y Lucía también me han ayudado.

PEDRO JESÚS: El Diaconado permanente no es todavía demasiado conocido y es quizá nuestra familia quien más lo pueden comprobar, a menudo nos confunden con seminaristas, o con Sacerdotes. Pero yo creo que es ella quien también nos ayuda a educar al pueblo respecto a nuestro ministerio.