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30 de octubre de 2011

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]D[/fusion_dropcap]IEGO MANUEL MOLINA MOLINA es un cura, jesuita, doctor en Teología por Frankfurt, (Alemania), y es granadino, de La Zubia. En Albacete, acaba de impartir un curso para los maestros y profesores de Religión, centrado en Eclesiología, el tema de formación de este año para el profesorado en nuestra Diócesis. Sobre la situación actual de la Iglesia y sus problemas, señala como motivos de esperanza que la Iglesia es de Dios, y que lo importante es que nos sintamos formando parte de ella, en sus cosas buenas y en las menos buenas.

– Diego Manuel, ¿Cuál es la situación actual de la Iglesia en estos momentos?
– La situación de la Iglesia es muy variada. En España tenemos una situación un poco complicada, fundamentalmente porque los jóvenes de ahora no esperan, no desean el mensaje que nosotros le estamos ofreciendo. La gente prefiere otro tipo de cosas, no tanto la predicación que nosotros le damos. La cultura, los valores de esta época, es el primer problema ahora, y también, que poco a poco se va envejeciendo, porque no encontramos la manera de poder comunicar el mensaje a las generaciones más jóvenes.

– ¿Es posible ofrecer el mensaje del Evangelio de forma que sea atractivo para los jóvenes y poder llegar a ellos?
– Es más posible de lo que estamos haciendo. Yo creo que si cambiamos el lenguaje, si buscamos otras maneras de celebrar la liturgia, si somos capaces de hacer ver que lo que ofrecemos no es una serie de normas que hay que cumplir, sino que es un mensaje que da alegría, que da vida… se trataría de algo parecido a lo que hemos visto en Madrid, en la Jornada Mundial de la Juventud, que ojalá dé muchos frutos. Si fuésemos capaces de eso, no creo que todo se solucionaría, pero sí que llegaríamos a más gente.

– Comenta Ud. que la Eclesiología debería entrar en las nuevas plazas.
– Sí. En un momento además en que para los creyentes, Dios es un tema agradable, que Cristo atrae por igual a creyentes y no creyentes, y que la Iglesia por diversas razones despierta sentimientos contrapuestos, es un esfuerzo que tenemos que hacer para mostrar que la Iglesia no solamente es lo que aparece en algunos medios de comunicación, o ni se parece en nada en muchos casos, sino que es mucho más, en el sentido de que en la Iglesia hay mucha gente que lo está haciendo bastante bien.

– Diego, ¿Cuáles son los motivos de esperanza para la Iglesia?
– Yo siempre digo, aunque suene muy espiritual, que el primer motivo de esperanza es que la Iglesia es de Dios y que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien, como dice San Pablo, y toda situación, mejor o peor como nos parezca, siempre nos ofrece una posibilidad para el bien. El segundo motivo de esperanza es que ahora mismo, la Iglesia como dijo Benedicto XVI en Ratisbona, va a salir de esta situación disminuida en número pero fortalecida en calidad, vamos a salir purificados y quizá eso también nos hacía falta. Motivos de esperanza es ver cómo al menos una parte de la juventud, sin ser quizá muy eclesiástica, se está hartando de las ofertas que se les iba haciendo para llenar su vida, y puede que éste sea el momento de ofrecer nosotros también aquello que esperamos.

– ¿Vamos para atrás o para adelante?
– Después del Concilio Vaticano II ha habido varias posturas: hay un grupo de personas que podríamos llamar los antivaticano, que lo que piensan es que el concilio destrozó la Iglesia y que por lo tanto lo que hay que hacer es poner las cosas claras. Ha habido otra postura, que yo llamo sobrevaticanistas, que lo que piensan es que el concilio abrió la puerta y lo que hay que hacer es avanzar mucho más allá de lo que el concilio dijo para poder ser fieles al mismo y creen que la situación actual está siendo muy mala porque se van cerrando puertas en lugar de abrir más. Ahora, después de una etapa en la que se experimentó mucho y se vivió la euforia típica de un postconcilio, ha llegado otra donde ciertamente se ha querido calmar las cosas, creo que también eso es necesario. Ahora bien, lo que no sería bueno es que volviésemos a los cuarteles de invierno, y que por miedo a equivocarnos dejáramos de hacer cosas que en una interpretación normal, moderada, del concilio, creo que deberíamos hacer. Yo digo que la tranquilidad no debería llevarnos a la pasividad por miedo a equivocarnos.

– ¿Qué nos puede decir sobre las vocaciones en el momento actual?
– Vocaciones hay pocas. Es un problema general de la Iglesia en Europa y en España, y no sólo porque sean escasas, a nivel religioso o sacerdotal, sino porque hay un problema de vocaciones cristianas: tampoco tenemos tantos matrimonios cristianos ni tantos laicos que vocacionalmente vivan su cristianismo a fondo. Es un problema que está relacionado con lo que decía al principio sobre la cultura en esta época. En relación con esto y sobre la situación actual de la Iglesia, me gustaría insistir en que la Iglesia es algo que es de Dios, yo estoy convencido, y que lo importante es que nos sintamos formando parte de esa Iglesia en sus cosas buenas y en las cosas menos buenas.