20 de junio de 2015
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Laudato Si, la encíclica del papa Francisco sobre el cuidado de la casa común, nos está alertando de que la economía, la ciencia y la tecnología están tocando límite por sí mismas para resolver los graves problemas ambientales de la humanidad, y que tienen que producirse unos compromisos personales, también de los gobiernos, las empresas, y la comunidad científica, que llevará a cuestionarnos entre otras cosas, cuánto necesitamos realmente las personas para vivir y para ser felices y hasta el propio modelo de desarrollo económico y social vigente, que genera desigualdades sociales, pobreza y degradación medioambiental.
Esta alerta, de interés universal, centró ayer el acto de presentación de Laudato Si en el salón de actos del Obispado de Albacete, con la intervención del obispo de esta diócesis, Ciriaco Benavente Mateos, y dos miembros de Justicia y Paz: Francisco Javier Avilés Jiménez, sacerdote y profesor de Teología del Instituto Teológico Diocesano de Albacete, y Fabio Monsalve Serrano, profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Castilla-La Mancha.
Se subrayó en este acto, que la finalidad con que el papa Francisco ha hecho esta encíclica es la de proponer un debate y una acción conjunta –personal e internacional- por una ecología integral, que incluya el lugar central de lo humano sin poner en peligro la supervivencia del conjunto del planeta, con una llamada muy clara no sólo a los cristianos, sino a todos los que habitamos la Tierra como casa común, a la acción comprometida para la salvaguardia de la Creación, porque “quienes sufrirán las consecuencias que nosotros intentamos disimular recordarán esta falta de conciencia y de responsabilidad”, tal como dice el papa en la encíclica.
No es la primera vez que la Iglesia trata este tema. Ya los papas Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI, y el patriarca ecuménico ortodoxo Bartolomé I, han incidido en la necesidad de tomar conciencia de las consecuencias graves para la naturaleza de nuestro modelo económico.
El obispo de Albacete se refirió también a la Carta de la Tierra del año 1997, que en el marco de las Naciones Unidas establecía unos principios básicos para poner en práctica en el mundo: el respeto y el cuidado de la vida, la integridad ecológica, la justicia social y económica, la democracia, la no violencia, la paz.
“Por desgracia, da la impresión de que nuestra sociedad en vez de caminar hacia esa dirección, caminamos en sentido contrario y dañamos nuestra casa común, hermana nuestra que así la llamaba Francisco de Asís, y que nos acoge a todos”, indicó el obispo, al tiempo que criticó que “tenemos un desarrollo donde el veinte por ciento de la humanidad ha crecido en unas proporciones impresionantes en el bienestar, pero eso no ha llegado a otros muchos millones de personas que experimentan el hambre y muchas necesidades, por ejemplo, la carencia de agua potable”.
Ciriaco Benavente recordó también las declaraciones del papa de que en la economía de mercado, “la ganancia se ha convertido como lo intocable, es el dios de este mundo, y entonces es necesario un nuevo modelo de desarrollo que asegure mucho más la equidad, la justicia y favorezca la paz. Y por supuesto, que contamine menos, porque resulta que la gran contaminación procede precisamente de los países más desarrollados con repercusiones muy fuertes en los más pobres” .
El mercado y el precio no lo solucionan todo
Por su parte, Fabio Monsalve explicó que “la economía tiene soluciones muy interesantes a los problemas ambientales, pero llega un momento en que el mercado y el precio no lo solucionan todo, y en este sentido las propuestas de la encíclica pueden ser iluminadoras”. Por ejemplo, para frenar las emisiones de CO2 a la atmósfera puede subirse el precio del petróleo y bajará su consumo, pero “siempre hay gente rica, industrias y países ricos, que lo pueden pagar y consumir”.
Paralelamente, las posibilidades que nos podría permitir la tecnología de un mayor tiempo libre “para dedicarnos a las cosas que realmente merecen la pena, como la búsqueda de la belleza, la amistad, la armonía con el medio ambiente… las aprovechamos para consumir más, para comprar más, para tener dos coches, una casa más grande, más cosas… es preciso que reflexionemos sobre todo esto y distinguir entre prosperidad y riqueza”.
Fabio Monsalve indicó que “son cuatro los colectivos que tienen que asumir su parte de compromiso en el cuidado de la casa común: los individuos, las organizaciones (impulsando la responsabilidad social de las empresas), los gobiernos y por último un colectivo muy importante que es el de los científicos, porque tienen que estar alerta”.
“Es cierto que hasta ahora los problemas los hemos ido solventando con desarrollos tecnológicos, yo sigo confiando en ellos, en que la ciencia nos permita avanzar, pero no podemos perder la perspectiva de que a veces la moderación y el saber cuánto es suficiente para bien vivir también puede contribuir a que cuidemos mejor nuestra casa común”, concluyó este profesor, que destacó a su vez “la responsabilidad de los gobiernos: aquí es donde incide un poco más el papa, en que hemos conseguido articular y organizar cumbres sobre el crecimiento, sobre la Tierra, y donde firmamos compromisos, pero no terminamos de cumplirlos”.
“Creo que la encíclica Laudato Si se presenta en buen momento, porque a final de año habrá una cumbre sobre la Tierra en París donde hay muchas expectativas puestas, porque por primera vez Estados Unidos y China van a decidir asumir el compromiso que les toca. El protocolo de Kioto lo firmaron los delegados de EEUU y China pero no lo ratificaron sus gobiernos, y estos países por sí solos son buena parte de la producción y del comercio mundial”.
Un documento esperanzador
El sacerdote Francisco Javier Avilés resaltó sobre Laudato Si que “es un documento esperanzador, y muestra esperanza en la capacidad del ser humano no sólo de crear, sino de repartir; no sólo de construir, sino también de limitarse, y no sólo de crecer, sino de intentar que su crecimiento no sea impositivo ni sobre los más débiles ni sobre la naturaleza”.
Explicó que Laudato Si tiene en su versión española 192 páginas y se desarrolla en seis capítulos. Advirtió Javier Aviles sobre la importancia de no hacer una lectura sesgada o parcial de la encíclica, pues le quitaría a la riqueza que tiene de proponer un debate, y que en la introducción se plantean nueve ejes que recorren transversalmente todo el documento, por encima de las cuestiones específicas que se abordan en cada capítulo. Estos ejes son los siguientes:
1.- Relación entre pobreza y fragilidad del planeta.
2.- Afirmación de la conexión existente entre todos los elementos del mundo.
3.- Crítica del paradigma de dominio que impone nuestra tecnología.
4.- Necesidad de buscar otra forma de entender la economía y el progreso.
5.- Considerar el valor propio de cada criatura.
6.- Sentido humano de la ecología (ecología integral).
7.- Proponer un debate sincero y honesto ante la diversidad de opiniones.
8.- Grave responsabilidad de la política local e internacional.
9.- Invitar a un nuevo estilo de vida frente a la cultura del descarte (indiferencia e injusticia social con quienes se considera que no son “productivos” para el desarrollo económico actual y quedan marginados).