28 de marzo de 2015
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“En una sociedad sumida en la tristeza, en la desesperanza, por pensar que el mundo no tiene sentido, si nosotros, los cristianos y las familias cristianas, tenemos la clave para entender que el mundo tiene sentido, tenemos que contárselo a los demás, lo contrario sería profundamente egoísta e irresponsable”, destacó Benigno Blanco Rodríguez, presidente del Foro Español de la Familia, en su intervención ayer en la XXV Semana de la Familia que se ha celebrado en la Diócesis de Albacete.
Y para contarlo, tenemos la especial obligación de formarnos para poder hacerlo, en una sociedad donde no hay verdades objetivas y todo es cambiante. “Cuando decimos que hay una verdad sobre el ser humano y sobre las cosas, que afecta a la visión sobre el aborto, lo que es el matrimonio, etc., hay que saber explicarlo, porque la gente, no es que no esté de acuerdo con nosotros, es que no nos entiende”, señaló.
“Hay que hacer una inmensa pedagogía –afirmó Benigno Blanco-: el mundo occidental necesita una revolución cultural para hacer que nuestros contemporáneos vuelvan a meter su cabecita, y su corazón a ser posible, en las mejores raíces de la tradición occidental, porque sólo desde ahí podrán intentar acercarse a nuestra visión de las cosas. Y ¿por qué hacerlo? Porque los que se aclaran sobre lo humano tienen muchas más posibilidades de ser felices que los que no se aclaran y por eso a la gente que queremos y por consecuencia, queremos que sea feliz, tenemos la obligación de transmitirle esta sabiduría sobre lo humano, para que puedan ser felices”.
Esta vieja sabiduría sobre lo humano que conocen y viven los cristianos, y muy especialmente los que se esfuerzan por construir una familia y abrirse a la vida, tiene sus raíces en la tradición occidental grecorromana de la que procede nuestra civilización, que parte de la confianza en la razón, de fiarse de ella:
La razón está imbuida de amor
“En el origen de todo está la razón, y está razón está imbuida de amor. Nuestra civilización fue descubriendo la dignidad humana no como una reflexión teórica, sino mirando a los seres humanos para apreciar en ellos sus mejores cualidades, que es lo que luego hemos llamado derechos humanos. Y así se descubrió el concepto de dignidad humana y se alumbró la idea de que hombres y mujeres somos iguales y que los niños también tienen derechos y que no se puede matar a niños para resolver problemas sociales de los padres. Es lo que dio lugar a la construcción de la sociedad humanista, porque sabíamos, nos creímos, que razonando nos aclaramos y que lo que existe es bueno y merece ser respetado y que ese respeto es la vara de medir el bien y el mal personal”, explicó Benigno Blanco.
“Y cuando el Cristianismo fertilizó la cultura grecorromana, este proceso de humanización adquirió una especial fuerza, porque el Cristianismo nos enseñó que podemos fiarnos de la razón, porque en el origen está un tipo muy inteligente, muy razonable, llamado Dios y que va a acabar bien la historia, la nuestra personal y la colectiva, porque todo lo que existe es bueno porque Dios lo ha querido antes de crearlo y por eso hay cosas buenas en lo existente que hay que respetar”.
Está claro, -precisó Benigno Blanco-, que la instalación vital de quienes saben estas cosas, no se parece en nada a la de los que no las saben. ¿Qué nos pasa hoy en día? Que esta tradición intelectual se ha quebrado: la mayor parte de nuestros contemporáneos ya no se fían de la razón, desconfían de la razón como método para conocer la realidad de las cosas, porque son hijos del irracionalismo contemporáneo. Ya los hombres no se fían de que mirando la realidad la conocemos, y busca cada uno en el interior de su cabecita la verdad”.
“Si hablamos creyendo que existe una verdad a base de hablar, de compartir criterios, información, experiencia, nos acercamos juntos a la verdad porque creemos que hay una verdad. Como no hay una verdad a la que llegar, no se llega a nada, por eso la civilización contemporánea desconfía de la razón aunque hable en nombre de la razón, pero ya no es la razón socrática -una razón que se abre con cariño a la realidad de las cosas-, es una razón que se encierra en sí misma para buscar esa verdad y nunca lo conseguirá. Si no podemos conocer la realidad objetivamente, no sabemos qué es bueno en la realidad. Por tanto, lo bueno será lo que yo decida -que es lo que nos pasa hoy día-, el puro voluntarismo”.
Para Benigno Blanco, “tenemos que ser capaces de dar una razón razonada de nuestras propias convicciones, y para eso tenemos que tenerlas pensadas, argumentadas y eso exige tiempo y formación. Sólo hay dos formas de formarse: escuchar y leer, para tener criterio sobre los problemas de nuestra época: sobre sexualidad, matrimonio, homosexualidad, embriones, eutanasia, sobre lo que no se aclara la gente que nos rodea”.
“Todos tenemos que saber decir algo sobre los grandes temas de nuestra época, por ejemplo, en materia de educación sexual siempre ha sido obligación de los padres de familia responsabilizarse de esta educación, pero en otras épocas que no lo hacían, tampoco pasaba mucho, porque la sociedad transmitía seguridades, pero hoy, como no eduquemos en materia afectivo sexual, nuestros hijos se corrompen con seguridad, salvo que uno tenga un hijo sin pecado original”.
“No tener miedo a educar y dar criterios a los hijos, porque en la familia se educa con la naturalidad del amor: El niño aprende a amar y a ser amado”, resaltó Benigno Blanco.
La gran fuerza educadora de la familia es imprescindible
“Esta es la gran fuerza educadora de la familia: esa vieja sabiduría sobre lo humano que es lo que necesita nuestra civilización, y la iremos proyectando en nuestros amigos, en los amigos de nuestros hijos, en su pandilla y luego en el resto de las dimensiones de la vida social. Ayudando a las mujeres embarazadas con problemas, y denunciando y haciendo frente a todo lo que la realidad exija. Esta es la responsabilidad que tenemos todos y cada uno para construir una sociedad amable con la familia y la vida, porque todo esto lo podemos hacer todos. Todos podemos dar ejemplo y hablar bien de las cosas buenas, de la sexualidad, de la maternidad de la familia, todos podemos mirar a la cara a los que nos rodean y hablar de estos temas”.
“Si todos los que amamos la vida y la familia nos pusiésemos a ser agentes activos, sin hacer cosas raras, de nuestros ideales, le dábamos la vuelta a la sociedad española, porque somos muchos, pero muchas veces callamos, somos perezosos, cobardones, nos parece que no merece la pena hacer esfuerzos porque no sirven para nada y así, vamos ayudando a que todo esté peor. Merece la pena ponerse a trabajar hoy, cada uno en su ámbito, para hacer más amable la familia y la vida y esto sin desesperar nunca, porque ninguno de nosotros somos responsables del bien universal, pero somos responsables de hacer lo que está en nuestras manos: lo que podemos hacer, tenemos que hacerlo y yo les animo a ello”, concluyó.
Entrega de premios de la XXV Semana de la Familia
La XXV Semana de la Familia está organizada por el Secretariado Diocesano de Pastoral Familiar y Coordinadora de las Asociaciones de Padres y Madres de los colegios religiosos de Albacete, con la colaboración de las parroquias y diversas instituciones, y ha tenido lugar durante los días 23, 25 y 26 de marzo.
En la clausura, fueron entregados los premios del concurso de carteles conmemorativos de la Semana de la Familia, a las siguientes alumnas: Tercer premio, para Marta Denia Escribano, Colegio de Santo Ángel.
Segundo premio, para María Saltó Galdón, Colegio CEDES. Primer premio para Llanos Navarro Hurtado, Colegio Compañía de María.