20 de octubre de 2013
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– Enrique, vuelves a Guatemala después de un tiempo de descanso, que es necesario también ¿verdad?
– Necesario e importante. Estar con la familia, la diócesis… es tomar los mismos nutrientes que hicieron posible esta misión, para volver con más fuerza. Llevo en Petén cuatro años, que pueden parecer mucho, pero los procesos son más lentos allí y el tiempo también influye de otra manera.
– ¿Cómo os organizáis en Petén, teniendo en cuenta que es el departamento más extenso del país?
– Sólo Petén es más grande que El Salvador o que Bélgica. Tiene dieciocho parroquias y estamos unos treinta curas, y aparte de que hay congregaciones religiosas con hermanas que hacen una magnífica labor, sobre todo es una Iglesia muy basada en los laicos, porque ha habido un trabajo con ellos de formación y de apuesta durante mucho tiempo y si no fuera gracias a estos catequistas, coordinadores y animadores de comunidad, sería inviable en un territorio tan extenso mantener la pastoral, pues Petén es un lugar tradicionalmente olvidado por el Estado. No olvidado por Dios ni por una Iglesia muy comprometida con esta realidad social. Hay muy pocas infraestructuras, casi no ha habido inversión estatal. Muchas son las aldeas todavía sin luz, sin agua, y ha crecido la desnutrición infantil.
– Pero Albacete está allí. Albacete tiene una gran misión en Petén.
– Sí. La Diócesis de Albacete ha mandado a muchos misioneros para allá. Ahora vamos a echar mucho de menos a Alfonso, que ha regresado con todo el dolor de su corazón porque allí tiene un gran pedazo de su vida. Y el padre Ángel volverá con su trabajo del huerto, una labor genial porque aquello es rural y es una catequesis desde la tierra y con la tierra. Y está Julián también, en unos pueblecitos al lado del lago, y un servidor en Santa Ana, uno de los pueblos peteneros más antiguos. Tres de Albacete estamos trabajando allá, y Heliodoro, que estuvo en su momento en Petén y ahora está en una parroquia de la capital.
– ¿Cuáles son los objetivos a largo alcance? ¿En qué estáis trabajando?
– Ahora estamos actualizando el plan de pastoral dando continuidad a una manera de entender la Iglesia que ha producido muchos frutos. Cualquier parroquia tiene elementos de lo que allí se llama la pastoral social: de formación con los campesinos, de la pastoral de la tierra, la reivindicación de sus derechos. También, el trabajo de los promotores de salud, porque en muchos lugares ni llega el médico; la apuesta por la mujer, que ellas padecen de una forma más intensa todas las heridas que produce la pobreza; por los migrantes, que allí pasan muchísimos al estar haciendo frontera con México; la educación; los derechos humanos… el trabajo por la familia, que está muy desintegrada, y la catequesis con la juventud. Allí hay muchos jóvenes.
– La misión es un compartir. ¿Qué nos puede traer la misión de Guatemala aquí a Albacete?
– Una riqueza para todos, pues es una Iglesia muy bien estructurada con un grandísimo compromiso, la que nos lanza. Es muy importante trabajar en torno a la Palabra de Dios: la centralidad de la Palabra. Allí en las comunidades, que son pequeños grupos, la Palabra tiene una centralidad, se comenta: esa lectura creyente desde la vida con la Palabra de Dios, para volver comprometidos a la vida… es algo que impresiona. También para los mismos misioneros, esta posibilidad de releer tu vida y tu fe es una riqueza: vas a misionar y eres tú el misionado, encuentras allí el evangelio, y el misionero cuando viene aquí a la diócesis que es la que le envía, trae también todo eso que creo que también enriquece a la diócesis.
– Se necesita ayuda, estáis con proyectos constantes.
– Si, todavía nos queda mucho recorrido por hacer y la ayuda de las comunidades eclesiales de España a través de las campañas del DOMUND, la verdad que viene muy bien. El dinero llega íntegro y se utiliza rápido, y necesitamos que después siga llegando. Pero no sólo es una cuestión de que avancemos o no en la cooperación. El problema de aquella realidad es tan complejo que el trabajo de la misión, de acompañar a las comunidades, sigue siendo insustituible. Acompañamos a la Iglesia de allá para que ella sea la protagonista, es una dimensión de la misión que es lo que llamamos la misión Ad gentes.