6 de julio de 2019
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“No hagas a nadie lo que tú aborreces” es el mensaje que lanza el departamento de Pastoral de la Carretera, dentro de la Comisión Episcopal de Migraciones, para la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico.
El lema, inmediatamente, nos recuerda las palabras de Jesús en el evangelio de san Lucas (Lc 6, 27-38) cuando, después de darnos unos buenos consejos sobre amar y hacer el bien a todos, incluso a los enemigos, dice: «Y como queréis que la gente se porte con vosotros, de igual manera portaos con ella» (Lc 6, 31).
Si cuando tomamos el volante entre las manos tuviéramos presentes estas palabras de Jesús y nos las aplicásemos a nosotros mismos, seguramente que nuestro comportamiento como conductor o peatón cambiaría mucho.
Y es que «los demás conductores no son un obstáculo o adversario que hay que superar», sino hermanos y personas, que al igual que yo, están haciendo su camino con el firme propósito de llegar felizmente a su destino y a las que debo respetar como me gusta que los demás me respeten a mí.
El lema de este año, «No hagas a nadie lo que tú aborreces» (Tob 4, 15), lo han tomado del bonito libro bíblico de Tobías, que encontramos en el Antiguo Testamento y que bien merece nuestra atenta lectura.
El cumplimiento de las normas de tráfico no son optativas
Lamentablemente constatamos aún hoy día la poca responsabilidad de algunos conductores que se ponen en camino después de haber bebido alcohol o tomado otras drogas, como una y otra vez vemos en los controles de la DGT.
Para los conductores, el cumplimiento de las normas de tráfico no son optativas, que podamos o no cumplir; nos obligan moralmente a todos por igual, y solamente cumpliendo todas las normas de circulación en nuestras calles y carreteras podremos tener una movilidad segura. Va más allá que el temor a la sanción o pérdida de puntos.
Sin lugar a duda, en el libro de Tobías el arcángel san Rafael tiene un protagonismo destacado como guía que «conoce bien todos los caminos» (Tob 6, 5); de ahí que se le invoque a este arcángel como abogado de los caminantes y viajeros. «Iré con él —le dice el arcángel san Rafael a Tobit— y no temas: sanos partimos y sanos volveremos. El camino es seguro» (Tob 5, 17).
Cuántas veces hemos oído la voz de los padres, esposos, hijos o amigos, que a la hora de coger el coche nos han dicho: ¡no corras! ¡Ten cuidado en la carretera! ¡No bebas! A lo que hemos contestado una y otra vez: no temas, descuida, «he estado muchas veces y conozco bien todos los caminos» (Tob 5, 6), lo cual puede ser cierto, pero las estadísticas nos dicen que el exceso de confianza es causa de no pocos accidentes.
La mayor riqueza que tenemos es la salud y la vida
Es digna de mención Ana, la esposa de Tobit y madre de Tobías, que al ver partir a su hijo después de haberse despedido de él y deseado buen viaje, pero temerosa de no volver a verlo, «llorando, reprendió a su marido: “¿Por qué has dejado marchar a mi hijo? Él es el báculo de nuestra vejez. Siempre ha estado con nosotros. ¿Para qué más dinero? Es basura en comparación con nuestro hijo”» (Tob 5, 18-20).
¿Verdad que estas palabras nos resultan familiares? Ante un accidente de tráfico, grave o mortal, de un familiar o amigo, hemos oído cosas parecidas. Ante la vista de un muerto o malherido de tráfico palpamos con la mano que la mayor riqueza que tenemos es la salud y la vida, si bien es verdad que, cuando estamos bien, no caemos en la cuenta de lo afortunados que somos estando bien, y no siempre tomamos las debidas precauciones para preservar la salud y la vida.
Son muy hermosas las palabras de consuelo que Tobías dirige a su esposa Ana: “No te atribules ni sufras, querida. Un ángel bueno lo acompañará, le concederá un próspero viaje y nos lo devolverá sano y salvo”. Ella dejó de llorar (Tob 5, 22). No por temor a la multa o pérdida de puntos, sino por responsabilidad y amor.
¡Qué buenos deseos! Un buen viaje de ida y vuelta disfrutando del camino y de los acompañantes es lo que todos deseamos tener cuando nos ponemos en carretera. Por eso, de nuestra parte debemos hacer todo lo posible porque así sea. No por temor a la multa o pérdida de puntos, sino por responsabilidad y amor. Por eso, de nuestra parte debemos hacer todo lo posible porque así sea.
«Que el Dios del cielo os proteja y devuelva sanos. Que su ángel os acompañe y proteja» (Tob 5, 17). Así de hermosos y santos son los deseos que expresa Tobit al despedir de su hijo a punto de iniciar el viaje; pero no sin antes haberse encomendado al Señor, a la Virgen o a un santo protector, con alguna oración. Y como dice el Catecismo: «el cristiano comienza sus oraciones y sus acciones haciendo la señal de la cruz “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”».
Pero en la carretera no basta conducir bien y cumplir las normas; «se debe tener en cuenta el escaso sentido de responsabilidad de muchos conductores que a menudo parece que no se percatan de las consecuencias graves de sus descuidos, por ejemplo, el uso impropio del teléfono móvil» alcohol o drogas.
Renovamos desde la Conferencia Episcopal nuestros mayores deseos de unas gozosas fiestas en honor de san Cristóbal, fructífera Jornada de Responsabilidad en el Tráfico y felices vacaciones. Y tengamos siempre muy presente: «No hagas a nadie lo que tú aborreces» (Tob 4, 15).
Con las mismas palabras de Tobit os decimos: «¡Adiós y buen viaje!» (Tob 5, 17), con la protección de la Virgen de la Prudencia y de san Cristóbal.