13 de junio de 2010
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“El 90% de nuestros alumnos son gitanos”
[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]C[/fusion_dropcap]elebraba el día 3 de mayo los cincuenta años de su Profesión Religiosa. La celebración fue en la Parroquia de Ntra. Sra. de la Estrella, en “El Cerrico”, donde vive la comunidad y donde tienen el colegio de El Ave María. Esta congregación siempre pide los barrios más marginales y pobres. La hermana Ángeles celebraba sus cincuenta años sirviendo a los pobres.
– Qué celebración más gozosa…
– Fue una gran fiesta, un gozo muy grande. La iglesia estaba llena: gente del barrio, profesores, antiguos alumnos. Ten en cuenta que han sido treinta años de mi vida en este barrio. He celebrado, sobre todo la acción de gracias a Dios y, a la vez, la ofrenda de mi disponibilidad mirando al futuro.
– Cuando he pasado a tu clase, me he dado cuenta que casi todos los chiquillos son gitanillos y también salta a la vista que son respetuosos, cariñosos y que están contentos, alegres y formales.
– Sí, en el Colegio hay en estos momentos 333 alumnos, de ellos el 90 por ciento son gitanos. En mi curso (2º Primaria) son 28 alumnos, casi todos ellos gitanos; son muy buenos niños y vienen muy contentos al wcole.
– ¿Cómo surgió su vocación de servir a los más pobres?
– Yo nací en el barrio de Vallecas y fui desde pequeña al colegio del Ave María. Paseaba mucho por el Pozo del Tío Raimundo donde había una gran inmigración y pobreza. Observaba la tarea tan hermosa que hacían aquellas monjas jóvenes en mi barrio con los pobres. Yo pensaba en mi interior que aquello que hacían aquellas monjas con los pobres era cosa mía, que también me correspondía a mí. Y como realmente yo soy hija de obreros: mis padres eran obreros, mis hermanos eran obreros y yo también trabajé en una fábrica pero a la vez me interrogaba a mí misma sobre la tarea de las monjas y me decía “Y yo ¿qué hago aquí? ¿Qué voy a hacer…? ¿cruzarme de brazos…? ¡Pues no!”.
Así surgió mi vocación. Pero la cosa no era fácil. Mi familia se opuso totalmente, especialmente mi madre. Creo que influía bastante el hecho de no tener más hermanas.
– ¿Después lo entendieron?
– Sí, lo entendieron, aunque les costó. Se dieron cuenta que me tenían a su disposición en los momentos más difíciles por ejemplo en su enfermedad y muerte… deje todo para atenderlos.
– Cuantas veces en la sociedad se dice que cuando un hijo o una hija entra en el convento es como perderlos… Sin embargo cuando llega la verdadera necesidad precisamente esa hija es la que permanece junto al lecho de muerte y en las enfermedades prolongadas.
– En mi caso así ha sucedido… Te decía que el ejemplo de esas monjas jóvenes trabajando en mi barrio de Vallecas fue el empujón definitivo. Pero yo te puedo decir que mi vocación comenzó el día de mi Primera Comunión y en las catequesis de preparación. El sacerdote nos hablaba de lo que podíamos hacer en nuestra vida… yo no sé lo que pasó pero allí sentí esa llamada interior. No se lo dije a nadie, lo guardé en mi corazón pero por medio de aquel cura (D. Francisco Navarrete) Dios se valió para descubrir es luz, el sentido mi vida.
– Hay momentos que a lo largo de la vida se graban en el corazón de una manera entrañable… ¿Podrías decir alguno de esos momentos en tu tarea pastoral?
– Creo que a lo largo de mi vida he vivido muchos de esos momentos. Con toda humildad te puedo decir que cada día hay momentos de esos si sabemos observar. Intento estar abierta a los problemas de las familias, de los niños… Cuando ves alguna necesidad o me llaman para ir a ver a una familia acudo a ellos. No puedes solucionar la mayoría de las situaciones o dificultades por las que pasan, pero sí que intento escuchar con cariño, sin prisa, y rápidamente se da esa empatía y cuando vives así te das cuenta que el Señor se sirve de mí para llegar. A lo largo de cada día todos tenemos la oportunidad de hacer de cada momento una experiencia imborrable según nuestra manera de responder.