22 de julio de 2018

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El sacerdote albaceteño, Miguel Giménez Moraga, ha recibido el premio Ciudad de Castellón por la Paz por el trabajo que viene desempañando con inmigrantes en nuestra ciudad. Hablamos hoy con él de esta tarea que compagina con su labor como párroco de Fuenteálamo.

Cuéntanos en qué consiste el premio que has recibido por el parte del Ayuntamiento de Castellón y cómo fue la ceremonia de entrega

El premio Ciudad de Castellón por la Paz se enmarca en los premios que el Ayuntamiento de Castellón concede todos los años a diversas disciplinas y, según la petición razonada de quién presentó mi candidatura, me lo han concedido por mi trabajo de acogida y acompañamiento a inmigrantes en la ciudad de Albacete desde el año 2002. Además, también se valoró mi colaboración con el Ministerio de Educación Primaria en la circunscripción de Safané (Burkina Faso) desde el año 1998 en el trabajo de construir escuelas o rehabilitar algunas existentes para incrementar la tasa de escolarización de la población infantil, habiendo posibilitado más de 2500 plazas escolares en la zona.

La ceremonia de entrega de los premios se llevó a cabo el día 23 de abril en el teatro del Raval de la ciudad de Castellón.

Se entregaron premios a las siguientes categorías: Humanidades, artes plásticas, teatro, literatura infantil ilustrada, ciencias experimentales y por la paz

El mío que fue el último en ser entregado, fue el único que entrego la alcaldesa de Castellón, lo recibí acompañado de una representación de inmigrantes que quisieron acompañarme al evento.

¿En qué proyectos o actividades estás ahora mismo trabajando?

Pues sigo en lo mismo, en Albacete, los lunes y martes atiendo necesidades de inmigrantes subsaharianos. Proporciono comida, ropa, calzado, medicamentos, acompaño al médico y a organismos donde pueden encontrar ayuda en la solución de algunos problemas relacionados con los papeles, con frecuencia para traducir, incluso del castellano de los profesionales a su castellano, a veces, muy limitado.

También los escucho en sus momentos de angustia, que no son pocos.

Por la misión de Safané continúo yendo casi todos los años y sigo trabajando en lo de las plazas escolares. Este año voy a ver si con el importe del premio de Castellón y algún dinero más, conseguimos acabar dos escuelas que tenemos a medio. Además, lo de Safané va más allá de lo de la construcción de escuelas, suelo mantener allí una cantidad de dinero que administran las hermanas o el cura de la parroquia, según los casos, para ayudas a necesidades de distinta índole a familias y personas especialmente necesitadas.

También colaboro desde el principio con el proyecto que comenzó con la acogida y operación de corazón a Simón Ki, en su momento seminarista, hoy sacerdote de la diócesis de Dédougou a la que pertenece la parroquia de Safané, que padecía una cardiopatía que no podía operarse en Burkina faso. Con motivo de aquella experiencia comenzó un proyecto gestado entre el doctor que operó a Simón, el doctor que lo diagnosticó en Burkina, la O.N.G. Fundación Recover, la clínica Quirós, en su momento Recoletas, y la diócesis de Albacete, que consiste en traer enfermos de cardiopatías de Burkina, también ha venido alguno de Camerún, para operar en Albacete. Después de la operación, la convalecencia se lleva a cabo en la Institución Benéfica Sagrado Corazón de Jesús. Mi colaboración, además de visitar y acompañar a los operados, consiste en mantener un depósito de dinero allí, en Burkina, para que los operados que carecen de posibilidades económicas puedan realizar las pruebas de control periódicas y comprar los medicamentos necesarios para sus tratamientos.

Además, semanalmente, en Fuente Álamo, se reparten alimentos a unas cuantas familias necesitadas.

¿Cómo podemos trabajar por la paz?

Yo creo que viviendo menos centrados en nosotros mismos y más pendientes de las necesidades de los demás para intentar echar una mano en la solución de sus problemas. Eso es lo que llaman trabajar por la justicia, porque sin justicia nunca puede haber paz.

A lo largo de tu vida has tenido muchas experiencias y en diferentes países, ¿con qué te quedas?

La experiencia de la misión en Safané marcó mi vida y es el origen de todo lo que vino después.

Al volver de la misión, lo he comprobado también en otros compañeros, se hace difícil vivir en esta sociedad y trabajar en la Iglesia tal y como aquí se trabaja.

Tuve la suerte de cruzarme con un grupo de inmigrantes malienses que vivían en el único asentamiento que había entonces en Albacete, “La Casa Grande”, en la carretera de Las Peñas, que iban a buscar ropa a “R que R”. El contacto con su realidad y sus necesidades y el pensar en la posibilidad de que yo podía ser para ellos un pequeño faro que alumbrara alguna de las muchas oscuridades de su situación de marginación, junto a y en relación con la experiencia de la misión en Burkina, acabó de definir mi vocación como sacerdote. Suelo decir, y creo que no exagero, que me salvaron la vida y me ayudaron a encontrarle sentido a mi ministerio aquí, en Albacete.

En este tiempo de Misión Diocesana comparte el testimonio de vida

Este punto yo creo que queda respondido con buena parte de todo lo anterior. Creo que todo esto que comparto con vosotros está en la línea de lo que el Papa Francisco llama una “Iglesia en salida”. Es verdad que no es una actividad rentable para la Iglesia en el sentido de que no va a traer nuevos miembros a nuestras comunidades ya que la inmensa mayoría de los beneficiarios de toda esta labor son musulmanes y yo (no lo he hecho nunca) no les voy ni siquiera a invitar a cambiar de religión, nunca he sido proselitista. Por otra parte, sí creo que construye Reino.

¿Algo más Miguel? 

Sí, que, en la celebración del día de África, organizado por ACAIM y MEDICUS MUNDI SUR, el día 25 de mayo, me hicieron entrega del “Reconocimiento Solidario 2018”, por mi “contribución al desarrollo Social y laboral de los africanos que viven en Albacete”.