28 de octubre de 2007
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Junto a estos cinco sacerdotes, Albacete cuenta con 10 beatos agustinos que regresaban al convento de Caudete procedentes de las misiones de China y Filipinas. Fueron martirizados en Fuente La Higuera. Unos 500 albaceteños participaron de esta ceremonia de Beatificación en Roma, entre ellos el Obispo de Albacete, Ciriaco Benavente y el Vicario General, Luis Marín.
BEATO FORTUNATO ARIAS SÁNCHEZ
Párroco de Hellín (*11-VI-1892/+12-IX-1936)
Nació el día 11 de junio del año 1891 en el pueblo de Almaciles (Granada). A los 15 años ingresó en el Seminario de Murcia. En mayo de 1918 fue ordenado sacerdote. Comenzó su ministerio sacerdotal como profesor del Seminario. En 1926 párroco de El Palmar (Murcia). En 1935 fue nombrado párroco de La Asunción de Hellín.
En agosto de 1936 fue detenido. Desde la cárcel escribió a su familia: «Perdono a todos los que sean o hayan de ser causantes de mi muerte. Perdonadlos vosotros».
Al descender del coche preguntó a los que le llevaban cuál era el que le iba a matar. Al que le dijo que él lo haría, le regaló su reloj, diciendo: «Toma este reloj, como recuerdo», y pidiéndole que le dejara tener entre las manos un crucifijo.
Sus últimas palabras fueron: «Que Dios os perdone, como os perdono yo. ¡Viva Cristo Rey!». Al momento, unas balas pusieron fin a su vida.
BEATO RIGOBERTO AQUILINO DE ANTA Y DE BARRIO
Párroco de Peñas de San Pedro (*4-I-1894/+24-VIII-1936)
Nació en Sax, (Alicante). Una vez ordenado sacerdote figura como párroco de Alcadozo desde 1920. En 1926 cura de El Pozuelo. Dicen todos que era de caracter jovial y alegre.
Siendo párroco de Peñas de San Pedro, a pesar de las advertencias de algunos, no quiso abandonar la parroquia. En agosto de 1936 fue detenido por ser sacerdote, junto con otros seglares y el coadjuor, Antonio Zamora López.
D. Rigoberto fue el último en ser asesinado, dando previamente la absolución a los demás, cumpliendo su ministerio sacerdotal hasta los últimos momentos. Cuando le tocó el turno a él, dijo en voz alta: «Perdónalos, Señor, como yo les perdono», siendo éstas su ultimas palabras.
BEATO BARTOLOMÉ RODRÍGUEZ SORIA
Párroco de Munera (*7-IX-1894/+29-VII-1936)
Nació en Riópar el 7 de septiembre de 1894. Ingresó en el Seminario de Toledo en el curso 1907-1908, terminó sus estudios con la licenciatura en Teología y se ordenó sacerdote el 16 de marzo de 1918.
En 1925 lo vemos al frente de la parroquia de Peñascosa. En 1926 es párroco de Munera. El 27 de 1936 es detenido con más de veinte feligres. Se le quiso obligar a destruir imágenes a lo que él se negó. Por este motivo recibió palizas durante dos días y lo privaron de alimentos.
Pudo recibir la absolución de manos de otro sacerdote detenido con él. Un miliciano, al verlo tumbado en un colchón, no considerándolo digno de ello, le increpó: «¿aún estás vivo?, ¡so perro!». A lo que Don Bartolomé contestó con un os perdono. Murió el 29 de julio.
BEATO MIGUEL DÍAZ SÁNCHEZ
Párroco de Caudete (*30-VII-1879/+10-XI-1936)
Nació el 30 de julio del año 1879 en Caudete. Fue ordenado sacerdote en 1903. Como cura de Elda ejerció su ministerio al lado de los obreros entre los que gozaba de gran aprecio.
Los acontecimientos del año 1936 le sorprendieron en plena actividad pastoral en su pueblo natal (Caudete). El día 14 de octubre del 36 fue detenido. Allí pasó un mes sometido a todo tipo de burlas y vejaciones.
El 10 de noviembre lo sacaron en un coche. Al llegar al puente que hay junto a la Venta de la Vega, en el término municipal de Almansa, fue asesinado.
BEATO MAMERTO CARCHANO CARCHANO Párroco de Molinicos y Arcipreste de Elche de la Sierra (*21-VII-1879/+28-VIII-1936)
Nació en Elche de la Sierra el 21 de julio de 1879. Se ordenó sacerdote en Toledo en el mes de diciembre de 1903.
En julio de 1936 fue duramente maltratado de palabra y de obra por negarse a blasfemar: le produjeron heridas de arma blanca y golpes con la culata de los fusiles.
La noche del 28 de agosto lo sacaron de su domicilio y a un kilómetro del pueblo lo fusilaron. Enterrado en el cementerio del pueblo, al acabar la guerra fue trasladado a la iglesia parroquial, donde en la actualidad reposa su cuerpo.