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16 de octubre de 2016

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]L[/fusion_dropcap]a vigilia de la Inmaculada de este año (7 de diciembre de 2016) dará inicio en la diócesis de Albacete a un proyecto tan ilusionante como necesario: La Misión Diocesana. Comunidad de discípulos. Cristianos misioneros. Serán dos años en los que la Diócesis intentará remover en los fieles la conciencia de seguidores, que no meros oyentes o espectadores de Cristo. En definida se trata de poner a la Diócesis de cara a esa «Iglesia en salida», como la llama el papa Francisco.

Motivación

La Iglesia siempre fue evangelizadora. Nació de la evangelización y para evangelizar. Jesús no hizo otra cosa que anunciar, llamar, testimoniar y realizar con su vida, muerte y resurrección la Buena Nueva. No evangelizamos porque ahora la cosa esté peor, sino porque de no hacerlo no seríamos discípulos de Cristo, no habríamos entendido  su mensaje: ¡Ay de mí si no evangelizara! (1Cor 9,16).

Sin embargo, es cierto que nuestro momento exige un mayor ímpetu misionero. No vivimos la peor época para el Cristianismo, pero sí que tiene sus propias dificultades. Por un lado la cultura marcada por una resistencia al misterio de Dios. Por otra parte, las inercias de una Iglesia añeja y acostumbrada a ser mayoritaria y guiarse por la costumbre, impiden el dinamismo que la misión exige.

Por todo ello, tanto el papa Francisco (Evangelii Gaudium) como antes Pablo VI, san Juan Pablo II y Benedicto XVI, nos han propuesto la Evangelización como tarea prioritaria de la Iglesia. Y la diócesis de Albacete intentará responder.

La diócesis de Albacete, creada en 1949, debe mucho al sentido misionero de aquellos que vinieron para ayudarnos a crearla. Por otro lado el impulso misionero nos ha dado lo mejor de nuestra historia diocesana.

Objetivos

El principal objetivo de la misión es darle a nuestra iglesia diocesana un impulso misionero que logre crear un clima permanente de evangelización. Para conseguir este objetivo hemos de despertar la conciencia de discípulos de Cristo, auténticos misioneros. Pero el discipulado es imposible sin comunidades que suscitan y acompañan a trabajar en la viña del Señor. Sin una conversión pastoral de la Iglesia, de sus actitudes, instituciones, estilos, lenguajes y horarios, será muy difícil conseguir ese estado de misión.

¿Quiénes son los misioneros?

Siguiendo al Vaticano II, todo el Pueblo de Dios es responsable de la misión de la Iglesia: anunciar el Evangelio con palabras y obras. Por eso, la Misión Diocesana debe implicar a todas las comunidades de la Diócesis: parroquias, arciprestazgos, movimientos, delegaciones diocesanas, congregaciones religiosas…

Se intentará que haya propuestas para todas las edades y formatos, pero es cosa de cada uno animarse a participar en aquellas convocatorias que más le interesen. En cualquier caso, será necesario romper la inercia con la que a veces vivimos la fe reduciéndola a la misa u otros sacramentos.

Aunque el principal objetivo es que todos seamos misioneros y salir al encuentro de los otros, tendremos que empezar por ahondar y renovar la llamada del Señor que nos convierte en seguidores suyos. Para ello vamos a centrarnos en la Palabra de Dios con un método de escucha, reflexión, oración y compromiso: la Lectio Divina.

Los destinatarios de la misión son todas las personas, especialmente los pobres, los enfermos y las personas abatidas, pero para llegar a todos, nuestra primera finalidad es remover la conciencia creyente de nuestras comunidades, reactivar el sentido misionero de la fe y movilizar las energías evangelizadoras de todas nuestras acciones pastorales.

Manual de estilo

Oración, escucha de la Palabra y celebraciones son las principales herramientas y principales actividades. Pero  impregnadas por un estilo basado en el doble movimiento de nuestro lema y del Plan de la Misión en dos grandes momentos: discipulado y misión, seguimiento y anuncio, comunidad y envío.

Tendremos en cuenta que nuestra sociedad requiere un lenguaje directo y convincente. Por ello pondremos sumo cuidado en plantear acciones atractivas y emplear las nuevas tecnologías. Al mismo tiempo con aprecio a nuestra tradición,  la religiosidad popular y el patrimonio artístico.

Pero, lo más importante será que cada uno nos sintamos parte de la común misión de la Iglesia y con toda la confianza puesta en quien llama y envía, respondamos con generosidad a la llamada del pescador de humanidad: “Aquí estoy”

¿Y tú que puedes hacer?

  1. Tomarte en serio tu condición de discípulo o discípula de Cristo, orar con Él en el desierto, cuando llama a seguirle, también en Getsemaní y recibir de Él su Espíritu Santo en Pentecostés. Aprovecha cualquier convocatoria orante para renovar tu diálogo permanente con el Espíritu.        
  2. Sumarte a los grupos de Lectio Divina que se propondrán en las parroquias en torno al Evangelio de Marcos y  los Hechos de los Apóstoles. Algunos serán nuevos y otros continuarán tareas que ya realizan en la comunidad: catequistas, liturgia, formación…      
  3. Asistir y celebrar las acciones conjuntas de la entronización de la Palabra, Témporas de la Misión (16 de octubre de 2016) y las vigilias de la Inmaculada y Pentecostés de los años 2016 y 2017, encuentros diocesanos de discipulado y de presencia evangelizadora…
  4. Participar en los testimonios que se llevarán a cabo en todas las parroquias, como estímulo para ser también nosotros testigos de nuestra fe en los distintos ámbitos de nuestra vida.     
  5. Responder al plan de presencias sociales y su invitación a estar de forma evangelizadora en nuestros ambientes de vida.    
  6. Estar de modo activo en la Semana de la Misión de tu parroquia (Segundo año de la Misión). Intentar responder a las iniciativas que se propongan, no limitarnos a la Eucaristía dominical.  
  7. Hablar de esta convocatoria esperanzadora en tu entorno más cercano para darle relevancia y difusión.       
  8. Aprovechar los materiales de la Misión que se ofrezcan en las parroquias: «Hoja Dominical», «En comunidad», video promocional…     
  9. Plantearte la posibilidad de darte un tiempo de profundización y renovación espiritual y apostólica: Cursillo de Cristiandad, retiros y Ejercicios Espirituales…
  10. Anunciar el Evangelio en tu familia y ambiente social.