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2 de octubre de 2016

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]U[/fusion_dropcap]n equipo de tres sacerdotes y dos voluntarias de la delegación de Misiones de Albacete pusieron rumbo a Ecuador donde les esperaban los misioneros Albaceteños Pedro Jesús Arenas y Amando López. Fernando Zapata, delegado diocesano, y Pilar García, voluntaria, nos cuentan lo vivido allí estos días. 

Salir de tu tierra, ¿Cómo están nuestros misioneros en Ecuador?

FERNANDO: Están bien, están contentos, están respondiendo al Señor con sus vidas. Son testigos. Cuánta gente los saluda, los quiere… cuánta gente se acerca a ellos para, simplemente, ser escuchados. Son amigos, padres, hermanos… Son Sacerdotes. Son misioneros. Están haciendo la voluntad de Dios: salir de su tierra. Y no es nada fácil vivir allí, sobre todo después del terremoto. Calles desiertas, edificios destruidos o derruidos, silencio, miradas perdidas, familias enteras en refugios, niños que no saben jugar, hambre, pobreza, inseguridad… Y sin embargo, en cada uno de nuestros encuentros con los más necesitados, aparecen sólo palabras de Bendición a Dios Padre, aparecen sólo palabras de agradecimiento por estar vivos, y entre lágrimas, una media sonrisa, un gracias por estar ahí.

PILAR: Gracias a Dios nuestros misioneros están bien, se les nota en el brillo de sus ojos y en la ilusión por compartir con ellos su vida de misión por unos días. Responden a una llamada del Señor, y se nota.; hemos podido comprobar “in situ” que son muy queridos y apoyados por los ecuatorianos, y la verdad, da mucha alegría. Es como nos comentaba un día la madre de Pedro Jesús, antes de regresar tras sus vacaciones en España: “no me da pena que se vaya, estoy tranquila porque sé que allí está bien y lo quieren muchísimo”.

Después del terremoto, ¿Cómo está Ecuador?

FERNANDO: Nos encontrarnos con la realidad de un país que ha sufrido la terrible tragedia del terremoto en abril, y chocar de frente con la pobreza extrema de tantas personas que no tienen qué comer, nos hizo preguntarnos nuestro propio ser Iglesia y nuestro propio envío. ¿Soy yo acaso, Señor, Testigo de tu Amor? ¿A qué estoy jugando? ¿Cómo estoy viviendo mi sacerdocio?

PILAR: Siguen conmocionados, con miedo (pues continúan las réplicas). Y dependiendo de la zona, de la ciudad, pues hay distintas percepciones. Pero en general, la gente está afectada anímicamente. Aunque una mujer nos decía, que a ella el poder ayudar en el terremoto “le había dado la vida” tras muchos sufrimientos anteriores. Eso sí, todas las personas tenían palabras de agradecimiento a Dios, y esperanza. No se me olvidarán los ojos vidriosos de Pedro Jesús, su voz entrecortada al contarnos, tras volver a las zonas más afectadas, cómo se sintió. La entrega y la emoción de los misioneros, cómo marca y cómo te espabila de esta vida tan cómoda que llevamos. “Ahora entiendo más que nunca porqué Jesús subió a la Cruz, subió para contener todo el sufrimiento que nosotros no podemos contener”, nos dijo Pedro Jesús. Y es que el Señor es el aliento de cada una de las personas que han perdido familiares, casas, trabajo…, y pese a todo salen de esas carpas de plástico en las que viven, con la mejor de sus sonrisas. ¿No es un ejemplo pese a la adversidad?

¿Qué os traéis de esta experiencia?

FERNANDO: Una experiencia profunda de Dios. Porque cuando te acercas a una persona que vive en la calle y que come una vez a la semana (porque algún voluntario de los grupos organizados por los misioneros les acerca comida), te mira y te dice Padresito, bendígame, el mundo se para. Se toca al mismo Cristo, se hace uno más pequeño ante el Misterio. Se comprende quiénes son los favoritos del Señor.

PILAR: Aún estamos asimilando todo, llegamos el lunes y han sido días muy intensos “allá”, emocionalmente hablando. Nos traemos mucho más de lo que nosotros pudimos dar allí. Es difícil expresar tantos sentimientos, tantas emociones que llevamos en el corazón. Después de contemplar un amplísimo abanico de realidades, de palparlas, y de ser todo tan distinto a “nuestra zona de confort”, nos traemos todo lo que nos contagiaron “allá”: ilusión, esperanza, cariño, gratitud, alegría (qué incongruencia ¿verdad?); fuerzas para seguir trabajando por la misión con el mejor pago de todos, las sonrisas y los gestos de gratitud de los misioneros, y de todas las personas que forman parte de sus respectivas misiones. Y ojalá sepamos transmitir todo lo que nos traemos de Ecuador, especialmente la fidelidad al Señor pese a tanta miseria y complicaciones. Y sepamos valorar las pequeñas cosas del día a día.

Se acerca el DOMUND, ¿Cómo podemos prepararnos?

FERNANDO: Sal de tu tierra…  cada vez me parece más oportuno el lema de este año del Domund y cada vez toca más mi corazón. Porque en Ecuador, allá en Quito con Pedro Jesús y en Viche con Amando, viéndolos tocar con sus manos la pobreza de tanta gente, se puso en evidencia mi tristeza de tantos días, mi egoísmo y desaliento, mis dudas o mis críticas.

PILAR: El Domund, ¡la campaña más importante del año! Y sabemos que llega…, y que mucha gente necesita de ella. Pues los misioneros y su gente requieren de nuestra oración y de nuestra colaboración. Necesitan saber que en su tierra los niños se forman en la misión, y que hay jóvenes y adultos dispuestos a “salir de su tierra”, como dice el lema de este año. Hay tanta gente que nos necesita a nuestro alrededor…, y lo único que hacemos es mirar nuestro ombligo.

¿Tenéis algo más que añadir?

FERNANDO: «Quisiera ser misionero, no sólo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y seguir siéndolo hasta la consumación de los siglos». Es la oración de Santa Teresita del Niño Jesús, patrona de las Misiones. Por eso, le pido al Señor fuerzas para no dejarme llevar. Para arrodillarme ante el Sagrario y unirme a los misioneros y su gente que tanto sufre.

PILAR: Dar las gracias a todas las personas que nos han acompañado desde España con sus oraciones y mensajes de cariño; a toda la #ExpediciónEcuador; y, especialmente a Pedro Jesús y su comunidad, a Amando, a MIES, y su gente, por abrirnos las puertas de sus casas, de sus misiones y transmitirnos tanto. Doy gracias al Señor por haberme “empujado” a disfrutar la mejor experiencia de mi vida, cómo tiene preparados grandes planes para nosotros… ¿verdad?

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