2049

2049

31 de mayo de 2013

|

123

Visitas: 123

[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]L[/fusion_dropcap]os Obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social nos ofrecen el siguiente mensaje con motivo de la Festividad del Corpus Christi que hoy celebramos. Los principales temas son…

La caridad es manifestación de la propia esencia de la Iglesia
Jesucristo es la expresión plena del amor de Dios, en quién y por quien se hace presente el Reino de Dios. La Iglesia, que es el Cuerpo de Jesucristo y le tiene como Cabeza, no puede realizarse como tal si no vive y predica el amor a Dios y el amor de Dios que no hace distinción de personas.

Por eso, “toda la actividad de la Iglesia es expresión de un amor que busca el bien integral del ser humano: busca su evangelización mediante la Palabra y los Sacramentos…y busca su promoción en los diversos ámbitos de la actividad humana. El amor es el servicio que presta la Iglesia para atender constantemente los sufrimientos y las necesidades, incluso materiales, de los hombres”.

En consecuencia,para la Iglesia la caridad no es una especie de actividad de asistencia social, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia”. Tampoco es un ejercicio reservado a algunos de nosotros: es un deber de todos y cada uno de los bautizados, y así como el amor a Dios, especialmente cultivado en la Eucaristía, es el motor del amor al prójimo, también es cierto que “el amor al prójimo es un camino para encontrar a Dios. Cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios”.

 

La caridad, que brota de la Eucaristía, tiene una dimensión comunitaria, no particular
La Eucaristía, signo de unidad, es el fundamento y el alimento de la comunidad eclesial, y donde Jesús nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana. Por tanto, la caridad, que brota de la Eucaristía, debe tener una dimensión eclesial, comunitaria; de tal modo que no quede como un ejercicio particular, sino como la colaboración de cada uno en la obra de la Iglesia, sea a través de la parroquia, o de otra comunidad cristiana.

El espíritu de caridad alimentado en la Eucaristía nos capacita para atender al prójimo (“cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar”), mirándole con los ojos de Cristo. Entonces podemos descubrir sus necesidades reales y ofrecerle mucho más que cosas externas necesarias. “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.

Íntima relación entre la fe y la caridad
Debemos aprovechar el Año de la Fe para intensificar la íntima relación entre la fe y la caridad. Sin fe no es posible descubrir en el hermano doliente y necesitado, sea conocido o desconocido, amigo o enemigo, agradable o desagradable, su esencial condición de imagen y semejanza de Dios y, por tanto, el rostro de Jesucristo, varón de dolores que se refleja en él y que merece toda nuestra atención.

La caridad exige de nosotros una constante conversión que nos permita vencer todo egoísmo y olvido de los demás, y asumir la entrega generosa de lo que somos y tenemos. Pero este cambio sincero y profundo no es posible si no es movido por la fe, y siguiendo el ejemplo del Señor, que nos dijo, después de lavar los pies a sus discípulos “os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis” (Jn 13, 15). Y en la reflexión que les ofrece después que Judas había salido para entregarle, añade: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado. En esto conocerán que sois discípulos míos” (Jn 13, 34-35).

La fe está en el origen de la vida eclesial; los fieles cristianos movidos por la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía, ponían en común todos los bienes para atender las necesidades de los hermanos. Sólo la solidaridad nos ayudará a avanzar por caminos que den vida y esperanza a los hermanos más pobres. Vivir sencillamente ayudará a que otros, sencillamente, puedan vivir, nos dice la campaña institucional de Caritas para este Año de la Fe.

Escuchemos el clamor de los que mueren de hambre en el Tercer Mundo, de los que están en paro, de los mayores solos y de los enfermos, de los desahuciados y víctimas de violencia, que sientan el amor y la cercanía de todos nosotros a través de nuestro compromiso solidario.