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25 de octubre de 2009

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Si decimos su nombre: Enrique Sáez Palazón puede que no atendiera ni él mismo. Para todos es KIKE. Un cura joven que ha desempañado su tarea pastoral en Tarazona de la Mancha en la J.O.C. y en La Gineta. Hasta enero no parte para Guatemala; ahora, durante tres meses está haciendo en Madrid un curso de iniciación misionera.

– ¿Qué te ha impulsado a tomar la opción de ir a la Misión en Guatemala?
– Me han impulsado varias cosas, la primera es que Guatemala y en concreto la zona del Petén ya va siendo aunque sólo sea por número de sacerdotes un lugar con una cierta prioridad diocesana. Es cierto que hay misioneros nuestros en otros lugares del mundo pero por presencia en el tiempo y número de sacerdotes la realidad del Petén comienza a parecerse un poco a lo que en su día fue para Albacete, Safané en Burkina Faso.

Lo segundo que me gustaría compartir va en relación a como hablamos de la Misión, es bueno que aprendamos a hablar de la Misión como algo global -perspectiva por otra parte en estos tiempos necesaria-, y que seamos conscientes de que la Iglesia de aquí puede influir en la Iglesia de allá y es necesario que ocurra porque hablamos de una misma Iglesia pero que también la Iglesia del tercer mundo en su manera de entender la fe y su demanda de desarrollo integral debe influir en nosotros, a fin de cuentas somos católicos y esa pretensión de universalidad la llevamos en nuestra naturaleza. El misionero es un cauce que interconecta ambos mundos y que nos recuerda la existencia de aquella realidad desfavorecida, pero a su vez hoy el misionero nos debe concienciar más que nunca de la necesidad de diferentes frentes –aquí y allá- complementados para la misma tarea y Misión.

– ¿Cómo valoras tu experiencia pastoral en este tiempo?
– Me siento muy afortunado. Tarazona y La Gineta me han hecho cura, me han moldeado y han sacado lo mejor de mí. Siento la mano de Dios detrás de todo lo que ha acontecido en este tiempo. No puedo pedir más. Me he sentido muy querido y arropado de una manera que es difícil de explicar y desde aquí quiero subrayar y expresar mi reconocimiento a las parroquias de estos dos pueblos que con tanta generosidad se ha comportado conmigo y mi familia. Es curioso por eso que sea este tiempo “pleno” el que despierte otra búsqueda vocacional complementaria o diferente a la hora de configurar el ministerio, pero así ha sido y quizás aunque pueda parecer una paradoja una experiencia ha llevado a la otra. Aunque si soy riguroso con los acontecimientos hay otras cosas importantes en el discernimiento de este proceso que debo nombrar, por ejemplo un viaje a Guatemala hace dos años que hice con unos amigos sacerdotes, o el origen de todo que sería ¿por qué fuimos a Guatemala? Fuimos a Guatemala porque ya había allí compañeros diocesanos emprendiendo este proyecto misionero.

– ¿Cuál es la situación actual ahora en Guatemala?
– Como sabéis es una situación muy complicada, la zona de San Benito según le Monde Diplomatique es la segunda más violenta del mundo. Se habla de una sociedad “pistolizada”, el país está en manos del narcotráfico, la presidencia de A. Colom según muchos no está a la altura de las circunstancias y el reciente caso que dio la vuelta al mundo de la muerte del abogado Rosenberg nos acabó de clarificar el punto al que en las altas esferas de la política habían llegado los niveles de corrupción. A esto hay que añadir la situación en concreto de la zona del Peten que olvidada de la inversión estatal en la mayoría de los lugares se haya sin las infraestructuras básicas para una vida digna como por ejemplo la luz eléctrica o agua potable. Aquella zona es una región con alta población indígena donde también ha crecido el número de sectas de ramificación protestante. Pero aún con todo esto la institución de la Iglesia Católica allí es un referente moral fundamental para la convivencia del país y su grandísima contribución social es una razón para mantener viva la esperanza.