9 de abril de 2012
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El próximo sábado, día 14 de abril, en el Salón de Actos de la Delegación de la Junta (Antigua Fábrica de Harinas) tendrá lugar la Jornada Diocesana Educativa. Comenzará a las 10 de la mañana y contará con la presencia, entre otros, de Juan Manuel Cotelo, Director de la película `La Última Cima´. Con él hablamos hoy.
– Juan Manuel Cotelo: así como suena, lo buscas en internet y salen muchas cosas, títulos y oficios… ¿Cómo te presentas tú? ¿Qué es lo que más te define?
– De modo muy superficial, en una presentación propia de «curriculum profesional», diría que soy un contador de historias, porque a eso me dedico. Cuento historias que me emocionan, a veces como guionista, otras como actor, director… A un nivel más realista y completo, diría que soy lo mismo que cualquiera: un afortunado que está vivo por invitación de un Creador que le ama. Una criatura que ha nacido con un único fin posible: dar gloria a su Creador, dejarse amar por su Creador y devolverle amor, en mis circunstancias concretas: con mis padres, hermanos, amigos, esposa, hijos, compañeros… Por resumir: soy un cualquiera, con la misma dignidad de cualquiera. La dignidad que nos da ser amados por Dios.
– Después de bucear tanto en el corazón de las personas ¿Qué es para ti la conversión? ¿Qué sientes ante un converso?
– Una profunda envidia, un deseo de serlo yo también. La conversión es una invitación permanente a la felicidad, pasando por la negación de tu propio criterio, sustituyéndolo por el criterio de Dios. Es el camino que da sentido a todo lo que nos sucede en la vida. Es orientar el corazón a la voluntad de Dios para cada uno. Por eso uno nunca puede decir que ya se ha convertido para siempre, sino que cada día hemos de referir a Dios cuanto nos sucede. Es un camino de aventura, de emoción, donde el principal obstáculo es interior: la propia resistencia a amar la voluntad de Dios para mí, hoy.
– Muchas personas te han contado sus experiencias que ahora comienzas bajo el título: `TE PUEDE PASAR A TI´. ¿Qué es lo que más bien te ha hecho a ti personalmente y te ha ayudado a ‘convertirte’ un poquito más?
– La constatación de que es un camino que provoca la felicidad. Las recetas de Dios a veces aparentan tristeza, pero cuando se aceptan y aman… ¡provocan felicidad! Los caminos de Dios para cada uno son incomparables, pero lo habitual es que demanden de nosotros la negación personal de gustos, hacer lo que no apetece. Es muy seductor conocer a personas que han puesto en práctica esa receta de fiarse de Dios y transpiran una paz que no se alcanza haciendo la voluntad propia. El imán de la conversión es la felicidad que irradia el converso.
– ¿Hay que morirse o estar en situación ‘limite’ para plantearse los grandes interrogantes de la vida?
– Me gustaría poder responder que no, que no es necesario… pero sospecho que sí lo es. Sólo quien es consciente de que se está muriendo desde el día en que nació, es capaz de dar a su vida un sentido eterno, que trasciende la vida terrenal. Quien no sea consciente de que se está muriendo, puede engañarse apostando sólo por lo que ve, lo que toca, lo que mide, lo que pesa, negando la evidencia del misterio: la realidad de lo que no vemos. Es una ceguera forzada, porque cuesta más esfuerzo cerrar los ojos que abrirlos al misterio. Cristo es la luz que ilumina ese misterio, con «color de esperanza», como dice una canción. Sin esa luz… esta vida es un absurdo que tiene ratos de placer y acaba en una pesadilla sin sentido: el dolor y la muerte eterna. Cristo nos abre la puerta de una vida eterna, que puedo elegir o rechazar libremente.
– Después de estas experiencias ¿Qué es para ti la vocación, la Iglesia, Dios?
– No me canso de aplaudir la acción de Dios en el mundo, hoy, entre los hombres. Gracias a estos encuentros, he dejado de creer en Dios. Ahora le veo, le toco… con la certeza de un experimento que podría acreditar un notario. Veo su acción poderosa, su capacidad real de transformar corazones, aparentemente duros e intransformables. Soy un privilegiado por haber conocido esa acción de Dios, gracias a mi trabajo.
– Apenas conociste a Pablo Domínguez y sin embargo ahora conoces muchísimo de él. ¿Cuál es la huella que ha dejado en ti?
– Pablo te remite a alguien más grande que Pablo, a quien justifica la vida de Pablo. Pablo no es más ni menos que un hombre que se ha dejado amar por Dios… y así le ha ido. Pablo es una invitación a amar y a dejarse amar. Es un regalo que Dios puso en mi vida y en la de tantas personas, para que constatemos que tiene sentido fiarse de Dios, sin miedo.