22 de abril de 2012
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El Diaconado hunde sus raíces en la tradición de la Iglesia. Se instaura en el Concilio Vaticano II de modo estable y permanente y con la posibilidad de ser ordenados hombres casados.
La experiencia que teníamos del Diácono, estaba basada, en el escaso tiempo que ante nuestros ojos permanecía, ya que era un grado transitorio, fugaz, del Sacramento del Orden, al que se accedía como paso previo a la definitiva ordenación de Presbítero.
Hoy está presente en nuestra Iglesia la figura del Diacono Permanente, es signo esperanzador del amor de Dios al mundo. Es un camino y una vocación en la Iglesia, su presencia que es signo de la presencia de Jesucristo, se sitúa en el grado inferior de la jerarquía y recibe su ordenación ministerial para realizar un servicio. Por lo tanto el Diácono participa de una manera especial en la misión y gracia de Cristo y a quien recibe esta ordenación le vincula de por vida, es para siempre, por lo que se le llama permanente. El Obispo al imponerle las manos indica que el Espíritu de Dios le confiere autoridad y capacidad de ejercer una función. Es del pueblo para servir al pueblo en medio del pueblo, no en el sacerdocio sino en el ministerio de la Caridad, de la Palabra, de la Liturgia.
Pueden ser Diáconos permanente aquellos hombres casados, mayores de 35 años, con 5 años al menos de matrimonio estable, que han dado testimonio cristiano en la educación de los hijos, en la vida familiar, profesional, social y eclesial. Y que han completado la formación teológica.
Actualmente en Albacete hay ocho. El sábado, día 28, Juan Carlos Guerra será ordenado diácono a las 11 de la mañana en la parroquia del Sagrado Corazón de Hellín. Con él hablamos hoy.
– ¿Por qué Diácono Permanente?
– La llamada siempre es iniciativa de Jesús, Él es quien llama. He hecho mías las palabras del evangelio de san Juan “Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando…No me elegisteis vosotros a mí; fui yo quien os elegí a vosotros. Y os he destinado para que vayáis y deis fruto abundante y duradero”
Jesús en un momento de mi vida me llama al diaconado permanente a servirle ahí donde me necesite desde tres caminos: la Caridad, la Evangelización y la Liturgia. Y todo esto desde la obediencia y fidelidad a nuestro Obispo.
– Cuéntanos brevemente tu experiencia vocacional.
– Desde muy joven sentí la vocación a dedicar mi vida a trabajar en bien de los demás. Lo único que observaba era mis manos, y me preguntaba ¿dónde quieres que te ayude? El Señor me decía que utilizara mis manos y mi vida en amar a los demás, en servir al prójimo. El diaconado consiste en imitar a Cristo en su misión de servir.
– ¿Qué puede aportar tu ministerio a la comunidad cristiana?
– Mi entrega. Todo lo bueno que Dios me ha dado para el servicio a la comunidad. Desde la celebración de la Palabra, el llevar la comunión a los enfermos, participar en las celebraciones y en la vida diaria parroquial…
– ¿Cómo lo vive tu familia? ¿Y en tu trabajo?
– Estoy casado y tengo dos hijas de 12 y 9 años. Mi familia ha sido un gran apoyo para mí tanto en la preparación como en el día a día cuando me ven participar en las actividades de la parroquia. Mi familia me ve feliz y eso les hace felices también.
Trabajo en Asprona con chicos con capacidades diferentes; y todos, desde los chavales, los compañeros y los directivos lo han acogido muy bien. Me apoyan y están deseando que llegue el sábado. Me han acompañado en todos los momentos importantes, cuando fui instituido acólito y lector y en el rito de admisión.
– Y al día siguiente de la ordenación que…
– Ya diácono para el Señor, seguiré trabajando al servicio de la Iglesia en los distintos ámbitos donde se me necesite.
Tenemos miedo a gastar la vida y entregarnos sin reserva…Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no nos paguen…Somos antorchas y sólo tenemos sentido cuando nos quemamos. Solo entonces seremos luz.