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6 de julio de 2013

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José Valtueña Gregorio y Fernando Zapata Sanz fueron ordenados diáconos por el Obispo de Albacete, D. Ciriaco Benavente Mateos, el sábado día 6 de julio, a las 11 de la mañana, en la Parroquia de San Blas de Villarrobledo. Los dos han hecho un proceso de formación durante seis años en el Seminario para ser sacerdotes, y tuvieron que dejar sus ocupaciones anteriores: José Valtueña, de Albacete, llevaba una empresa de fiestas y recreativos que le iba bien, y Fernando Zapata, de Villarrobledo, terminó la carrera de Arquitectura, la ilusión de su vida. Nos cuentan sus razones de este cambio.

– Fernando, José, ¿ha merecido la pena todo lo que habéis dejado atrás por vuestra decisión de entrar en el Seminario?
– Fernando. Indudablemente. El Señor es muy grande y mi vida ha cambiado al cien por cien. Y es curioso, porque estaba haciendo lo que se supone que es lo que más me gusta, que es dibujar, la Arquitectura. Mi familia viene de arquitectos, de ingenieros y me he criado en un estudio de Arquitectura. Era la ilusión de mi vida. Sin embargo, cuando ves que necesitas algo en la vida… te empiezas a preguntar qué es lo importante; ahí aparece el Señor, la parroquia, la ayuda de la familia y tienes que cambiar por el Señor. Ni me arrepiento, ni echo de menos lo de antes. Alguna vez cojo el lapicero, pero ya está. Ahora toca ayudar a construir el Reino de Dios.

– José.- Si, el negocio, la empresa, fue para mí la última intentona de la escapada –por decirlo así-, a esa llamada de ser sacerdote que yo también venía sintiendo desde hace mucho tiempo, y a la que había intentado dar respuesta perteneciendo a distintos colectivos y asociaciones como manera de entregarme en el servicio a los demás. Y la empresa funcionó y fue muy bien, pero ahí estaba el Señor que seguía dando la lata como yo digo y finalmente entré al Seminario. El Señor lo ha cambiado todo, me ha dado muchísimo más de lo que yo he podido dejar atrás o darle a Él y en este sentido, estoy completamente seguro y convencido de que si Él quiere y con su ayuda, seguiré adelante. 

– Habéis pasado por un proceso de formación de seis años en el Seminario y ahora os ordenáis diáconos. ¿Qué significa este paso?- Fernando.- La ordenación de diácono es uno de los tres grados del sacramento del Orden Sacerdotal. El diácono está a disposición del Obispo, que nos enviará a alguna parroquia para asistir a los sacerdotes y ayudar, sobre todo, en el servicio de los más necesitados y en la Liturgia. Podremos hacer todo lo que no sea consagrar ni confesar. Es un paso para ser sacerdotes.

– ¿Cómo tiene que ser el sacerdote hoy? ¿Para qué os ha llamado el Señor a esta vocación?
– José.- El sacerdote tiene que ser una persona muy cercana, en el proceso formativo lo he visto con claridad y creo que el Señor me está pidiendo eso también. Es decir, el sacerdote es una persona que está en la Iglesia cuando tiene que estar, evidentemente, y que hace sus momentos de oración, pero sobre todo está siempre disponible para los demás, también en la calle; somos pescadores de hombres y para eso estamos llamados. Entonces, no me veo yo muy encerrado en la parroquia o en un despacho, aunque estaré donde me mande el Obispo, pero yo considero que el sacerdote hoy en día debe ser un hombre entregado a los demás siempre, y mostrando un trasluz de la imagen de Jesucristo, que es Él que tiene que verse.

– Fernando.- Yo, en el Seminario, he visto sobre todo dos cosas: por un lado, tu propia vocación: que por el sacerdocio el Señor nos puede hacer santos y podemos llegar a la Santidad, entonces, descubrir eso en tu vida es muy importante, pero luego vas descubriendo a la vez que es un regalo que te hace a ti el Señor, pero para los demás. En estos días previos a nuestra ordenación de diáconos, es impresionante cómo la gente se nos acerca, te da las gracias, estoy rezando por ti, qué necesitáis, qué podemos hacer, nos dicen. Entonces, tú vas viendo que esto es del Señor, que no es mío, y por tanto, como dice Josete, hemos de tener mucha cercanía con la gente, pues tenemos que estar con ellos.

– Y vuestros familiares, amigos… ¿Cómo llevan esto de tener un hijo o un amigo que va para cura?
– José.– En mi familia, de mis hermanos hay algunos que están contentos y otros que preferirían que no lo hiciera y que hubiese tomado cualquier otra opción. Mi madre, por supuesto, encantadísima. Y con los amigos, me dicen: bueno pues si tú eres feliz, si a ti te gusta esto…  están contigo, se sorprenden pero te apoyan. La verdad que uno es feliz respondiendo Si a esta llamada.

– Fernando.- Al principio la gente se extraña mucho: tú… ¿cura? Estás loco, dejar la arquitectura por esto, pero la gente a medida que pasa el tiempo va percibiendo esa felicidad en ti, porque yo he cambiado muchísimo desde los últimos años de Arquitectura con respecto ahora, desde que mi respuesta fue Si a esta llamada.

– Si algún joven o no tan joven está pensando en ser sacerdote, ¿Qué le diríais?
– José.- Eso es, joven o mayor, que nosotros tampoco somos ya unos críos, de hecho, yo ya pinto canas. Yo lo que digo siempre es que hay que fiarse. Cuando uno siente la llamada tiene que dar pasos para acercarse al Señor. Quien ha sido llamado o quien se está planteando la vocación es porque realmente el Señor lo está llamando y hay que seguir el proceso para descubrir hasta dónde nos quiere llevar Él, pero lo importante es fiarse, esa fue mi experiencia. Yo durante muchos años, pensaba que quizás era posible, pero lo dejé, hasta que dije: Señor, me voy a fiar de ti, y a medida que yo me fiaba, Él me fue dando, dando, dando… es decir, que no lo cambio por ninguna otra cosa en el mundo y no encuentro el modo de ser más feliz.

– Fernando.- Yo les diría que no tengan miedo: fiarse del Señor da la felicidad y eso en el fondo es nuestra vocación, por eso decía antes lo de la Santidad, y además, ser cura no es para nada aburrido. Os animo mucho a los que estáis pensando en ser sacerdotes y hoy en día es bueno que esto se diga y se escuche, pues hay muchos prejuicios por ahí.

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