10 de julio de 2011
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Con motivo de la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico, que promueve cada año la Iglesia en España alrededor de la fiesta de San Cristóbal, os enviamos con nuestro saludo cordial un mensaje fraterno de cercanía y esperanza. La Jornada se celebrará este año el domingo 10 de julio.
La movilidad es un signo característico de nuestro tiempo. Lo constatamos con especial intensidad en estos meses en que, con motivo de las vacaciones veraniegas, se multiplican los desplazamientos hacia los lugares de descanso. Los vehículos son un medio indudable de progreso para acortar distancias, promover intercambios de todo tipo y facilitar encuentros. Pero el progreso es siempre ambiguo. Cuando está desprovisto de los valores que orientan sus fines o cuando se utiliza inadecuadamente, puede volverse contra el hombre. “Cuanto más se acrecienta el poder del hombre, más amplia ha de ser su responsabilidad”, nos recordaba el Concilio Vaticano II (GS. 35).
“Caminos de encuentro” es el eslogan que hemos escogido para la Jornada de este año 2011. Lo hemos elegido pensando en los miles de profesionales del volante –transportistas, taxistas, viajantes, repartidores…, que habéis hecho de las calles y carreteras vuestro lugar de trabajo– y, en general, en todos aquellos que, sin ser conductores profesionales, utilizáis de manera habitual el vehículo. Somos conscientes del estrés al que algunos os veis sometidos, de la máxima atención que reclama hoy la circulación, de los peligros que conlleva. Pero queremos invitaros a ver el vehículo y la carretera como instrumentos providenciales a nuestro alcance para acercarnos a los que amamos y nos aman, para aproximar a los hombres y los pueblos, para encontrarnos con el Dios que en su Hijo Jesucristo se ha hecho compañero de camino, como les sucedió a los discípulos que iban a Emaús (Lc 24,13-35), con el Dios que puede hace de nuestros caminos lugares de encuentro con Él, como le sucedió al Eunuco etíope (Hch 8, 26-39).
En este tiempo en que todos andamos con prisas nos viene bien la recomendación de Jesús a los suyos, dicha en un contexto de desasosiego y despedida: “No perdáis la calma” (Jn 14,1) El tiempo nos lo da Dios, y nos lo da, en general, con abundancia y para nuestro bien y nuestro desarrollo. ¡Qué bella la leyenda que encontramos en algunos llaveros!: “Yo conduzco y Tú me guías”.
El Pontificio Consejo para los Emigrantes e Itinerantes ha advertido reiteradamente en sucesivos congresos sobre Pastoral de la Carretera que las muertes por accidentes son un fenómeno global muy preocupante; tanto, que se lleva la vida de 3.000 personas al día, de las que una sexta parte son niños. Por eso, el papa Benedicto XVI nos ha recordado que “la defensa de la vida exige prudencia en la carretera”, y el Catecismo de la Iglesia Católica advierte que “quienes en estado de embriaguez, o por afición inmoderada de velocidad, ponen en peligro la seguridad de los demás y la suya propia en las carreteras… se hacen gravemente culpables” (n. 2.290). Hay que felicitarse porque en nuestro país en los últimos años, y muy significativamente en el año pasado, han descendido los accidentes mortales en una proporción muy importante.
El pasado 11 de mayo se ha abierto por las Naciones Unidas “El Decenio de Acción para la Seguridad Vial 2011-2020”. Esperemos que los resultados sean muy positivos. A ello queremos contribuir desde nuestra propia misión eclesial y desde este departamento de la Conferencia Episcopal Española. Nuestro eslogan «Caminos de encuentro» quiere tener presentes a los miles de jóvenes que este verano se van a poner en camino para peregrinar hasta Madrid desde los cinco continentes, por medios de transporte y por caminos diferentes, convocados por el papa Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la Juventud. Ellos nos van recordar de manera alegre y clamorosa que todos somos peregrinos, que Jesucristo es el camino que conduce al Padre (cf. Jn 14,6).
Soñemos despiertos y en traje de faena, que es el vestido de la esperanza, en el día venidero en que toda la humanidad se convierta en pregonera, servidora y celebrante del Evangelio de la Vida. Entonces, nuestras carreteras serán en el organismo social, como lo son las arterias en el cuerpo humano, canales por donde discurre la vida llevando solo salud y gozo a todo el tejido de la sociedad.
Nos unimos, por eso, al esfuerzo de los organismos nacionales y provinciales de tráfico y al de todos los que están empeñados en lograr una reducción drástica de los accidentes de tráfico. Es una labor que vale la pena. Implica, en primer lugar, a la conciencia misma de los conductores, pero también a los poderes públicos, a las escuelas de conductores, a las familias, a los medios de comunicación social, a los educadores. Y nos implica, de manera particular, a quienes creemos en el Dios de la Vida.
Que Él os dé a todos los conductores mano firme y mirada vigilante para llegar a vuestros destinos sin causar daño a nadie y sin que os lo causen, como dice la oración del conductor.
¡Feliz fiesta de San Cristóbal, feliz viaje y feliz verano a todos!