31 de diciembre de 2017
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1.- Un deseo de paz
El Pontífice subraya el gran deseo de paz que hay en la humanidad, y exhorta a que ese deseo sea escuchado. “La paz es una aspiración profunda de todas las personas y de todos los pueblos, especialmente de aquellos que más sufren por su ausencia, y a los que tengo presentes en mi recuerdo y en mi oración”.
De entre ellos recuerda “a los más de 250 millones de migrantes en el mundo, de los que 22 millones y medio son refugiados”. “Con espíritu de misericordia, abrazamos a todos los que huyen de la guerra y del hambre, o que se ven obligados a abandonar su tierra a causa de la discriminación, la persecución, la pobreza y la degradación ambiental”.
Francisco explica que “acoger al otro exige un compromiso concreto, una cadena de ayuda y de generosidad, una atención vigilante y comprensiva, la gestión responsable de nuevas y complejas situaciones”.
En este punto se detiene en reclamar a los gobiernos unas políticas comprometidas y responsables: “Los gobernantes tienen una responsabilidad concreta con respecto a sus comunidades a las que deben garantizar los derechos que les corresponden en justicia y un desarrollo armónico”.
2.- ¿Por qué hay tantos refugiados y migrantes?
“Los conflictos armados y otras formas de violencia organizada siguen provocando el desplazamiento de la población dentro y fuera de las fronteras nacionales”, siguiendo la tendencia iniciada con las guerras mundiales, genocidios y limpiezas étnicas del siglo XX.
“Pero las personas también migran por otras razones”, apunta: “Se ponen en camino para reunirse con sus familias, para encontrar mejores oportunidades de trabajo o de educación: quien no puede disfrutar de estos derechos, no puede vivir en paz”.
Por eso, critica la difusión de retóricas anti migrantes o anti refugiados en algunos países de destino para recoger réditos políticos: “En muchos países de destino se ha difundido ampliamente una retórica que enfatiza los riesgos para la seguridad nacional o el coste de la acogida de los que llegan, despreciando así la dignidad humana que se les ha de reconocer a todos, en cuanto que son hijos e hijas de Dios”.
En este sentido advierte que “los que fomentan el miedo hacia los migrantes, en ocasiones con fines políticos, en lugar de construir la paz siembran violencia, discriminación racial y xenofobia”.
Por el contrario, nos invita a “contemplar las migraciones con una mirada llena de confianza, como una oportunidad para construir un futuro de paz”.
3.- Una mirada contemplativa
Migrantes y población local de los países de acogida forman parte de una misma familia, recuerda el Papa. La mirada contemplativa, alimentada por la fe, ayuda a “reconocer que todos, tanto emigrantes como poblaciones locales que los acogen, forman parte de una sola familia, y todos tienen el mismo derecho a gozar de los bienes de la tierra”.
Mirando a migrantes y refugiados con esta mirada contemplativa, comprobamos que “no llegan con las manos vacías: traen consigo la riqueza de su valentía, su capacidad, sus energías y sus aspiraciones, y por supuesto los tesoros de su propia cultura, enriqueciendo así la vida de las naciones que los acogen”.
“Esta mirada sabe también descubrir la creatividad, la tenacidad y el espíritu de sacrificio de incontables personas, familias y comunidades que, en todos los rincones del mundo, abren sus puertas y sus corazones a los migrantes y refugiados, incluso cuando los recursos no son abundantes”.
4.- Cuatro piedras angulares para la acción
El obispo de Roma propone en el mensaje una estrategia para ayudar a los refugiados, migrantes y víctimas de la trata de personas a alcanzar la paz. Esa estrategia debería estar articulada alrededor de cuatro acciones:
Acoger: “Recuerda la exigencia de ampliar las posibilidades de entrada legal, no expulsar a los desplazados y a los inmigrantes a lugares donde les espera la persecución y la violencia, y equilibrar la preocupación por la seguridad nacional con la protección de los derechos humanos fundamentales”.
Proteger: “Nos recuerda el deber de reconocer y de garantizar la dignidad inviolable de los que huyen de un peligro real en busca de asilo y seguridad, evitando su explotación”.
Promover: “Tiene que ver con apoyar el desarrollo humano integral de los migrantes y refugiados”.
Integrar: “Significa trabajar para que los refugiados y los migrantes participen plenamente en la vida de la sociedad que les acoge, en una dinámica de enriquecimiento mutuo y de colaboración fecunda, promoviendo el desarrollo humano integral de las comunidades locales”.
5.- Por nuestra casa común
Por último, el Pontífice recuerda las palabras de San Juan Pablo II: “Si son muchos los que comparten el ‘sueño’ de un mundo en paz, y si se valora la aportación de los migrantes y los refugiados, la humanidad puede transformarse cada vez más en familia de todos, y nuestra tierra verdaderamente en ‘casa común’”.