10 de marzo de 2007
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]T[/fusion_dropcap]al vez en estos días os llegue la noticia de que dos jóvenes de Albacete serán ordenados diáconos el 17 de marzo, en la parroquia del Pilar a las 11 de la mañana. Pues uno de ellos soy yo, Juan Molina Rodenas. Pero esto es solo el final.
Todo empezó un verano, en Peñas que es mi pueblo, cuando discutí con mis amigos. Me quedé sin tener con quien salir, todo el día aburrido en casa. Uno de esos días, cogí un libro de mis padres. Era la Biblia. Lo abrí y salió un pasaje que decía: «ya no os llamo siervos, os llamo amigos». Era una voz amiga. Allí había alguien diciéndome aquello, ofreciéndome su amistad. Con qué cariño recuerdo este momento. Aquella voz me fascinó. Sentí la presencia de alguien desconocido que me invitaba a ser su amigo. Cada noche volvía a leer algún pasaje de la Biblia y así fui conociendo a Jesús, el Señor.
Empecé a abrir los ojos, a tener alerta el corazón y fui descubriendo cómo me llamaba a ser sacerdote. Primero, siendo monaguillo, luego en el coro de la parroquia, más tarde, también catequista; y desde muchos lugares la presencia de Jesús se hacía notar. Era muy sencillo. Me preguntaba quién estaría detrás de tantas vidas entregadas de sacerdotes, religiosas, misioneros, catequistas. Intentaba averiguar por qué, cada domingo, tanta gente en todo el mundo iba a la Eucaristía. No tardé en descubrirlo. Era Jesús, que sigue vivo, que sigue presente en su Iglesia. Miraba una imagen de Cristo crucificado, la del Cristo del Sahúco. Con cuanto amor nos llegó a amar, con cuanto amor nos ama, me ama. Veía sus brazos extendidos, sus manos abiertas como los sacerdotes cuando celebran misa. Venían a mi mente frases de la Biblia: “Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos”, “Quien pierda su vida por mí, la encontrará”, “Ven y sígueme”, ¡Qué horror! ¡El Señor me estaba llamando a ser sacerdote! ¡Caí en la trampa! Un chico que estaba en universidad, con su vida, sus amigos, sus planes de futuro. El Señor quería que lo dejara todo. Cuantas más dudas me asaltaban, más claro lo veía. Yo tenía vocación. El Señor me quería para Él. Su presencia se hacía más fuerte, en la Eucaristía, en la Palabra, en los pobres, en la universidad. Yo necesitaba al Señor y el Señor me necesitaba a mí para que su amor pudiera llegar a aquellos que no lo tienen.
Todos buscamos. Todos tenemos el corazón inquieto ansiando que alguien lo colme de amor. Cristo es la respuesta a tantas preguntas sin respuesta, la respuesta a la vida, a la muerte, al dolor, al amor. Fíate de Dios. Haz de tu vida un regalo para el mundo. Reza cada día. Ve a la Eucaristía y ama siempre. Ponte en sus manos. Tú también tienes vocación. Descúbrela. Dios tiene un proyecto para ti, ¡vívelo!