8 de octubre de 2009
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]F[/fusion_dropcap]rancisco Javier Plá es albaceteño y misionero en Guatemala. Lleva 9 años en la Zona del Petén, entre los más pobres junto a otros tres sacerdotes de nuestra diócesis. Su carácter abierto, dialogante y servicial son sus mejores cualidades para estar cerca de la gente. Su tarea es acompañar y sentirse acompañado. La Palabra de Dios ilumina su vida y la de las comunidades. Ser misionero es anunciar la Palabra de Dios, sentirse iluminados por una Palabra de Vida, el Evangelio. En este mes de octubre misionero donde celebraremos el DOMUND el 18 de este mes queremos conocer más la vida y el quehacer de un paisano misionero.
– ¿Cómo surge la idea de hacerte misionero?
– Pues yo creo que todas las personas llevamos una semilla de fraternidad universal en el corazón que Dios nos pone, y si hay quien la cuide y abone pues va germinando en flores muy diversas, que son las distintas vocaciones. Yo comencé como sacerdote y estuve 13 años en Villarrobledo y seguro que llevaba también esa semilla misionera que pusieron la familia, los años de seminario, visitas de otros misioneros, el deseo de servir a los más necesitados,… Cuando ya estaba a punto de cambiar de destino en Albacete es cuando brotó este deseo y me fui a Guatemala porque es donde ya estaban otros misioneros diocesanos.
– ¿Qué es lo mejor de la vida de un misionero?
– Lo más bonito de la vida de una persona es poder desarrollar su vocación, hacer lo que el corazón siente. Todas las personas quisieran vivir con amor, con amistad, con solidaridad, con todas las necesidades básicas cubiertas, pero esto es posible solo para muy pocas personas en el mundo. La vida de los misioneros y misioneras te hacer vivir, en medio de muchas carencias de todo tipo, esos valores principales de la vida. Mucha gente, cuando voy a España, me dice que estaré contento de poder ayudar a gente tan pobre, y es cierto, pero no es lo principal. Vivir con gente tan pobre en lo material te hacer vivir muchas experiencias de una humanidad muy a flor de piel que te hacen ver a Dios en esas personas de una forma muy clara y un Dios muy cercano a los que sufren y contra todo mal que quita vida a las personas
– ¿Cómo podrías describir la situación de Guatemala?
– Es la situación de muchos países que fueron colonias y cuya independencia, que se acaba de celebrar en septiembre, no fue con un proyecto del pueblo para construir su desarrollo, sino de unos pocos que aun siguen dominando la política y la economía y que mantienen a las mayorías en la pobreza, el analfabetismo y la falta de una vida digna. En Guatemala se añade la situación de que la mitad de la población es indígena (mayoritariamente maya) y el racismo también es una de las constantes ideológicas de esa dominación. En estos días se ha declarado estado de Calamidad en un tercio del país por hambruna (un 45% de los niños y niñas menores de 5 años tienen desnutrición crónica) y sin embargo no se para de sembrar palma africana para conseguir biocombustibles. Este es un ejemplo de cómo funciona el país.
– ¿Y cuál es la tarea de los misioneros?
– Fundamentalmente acompañar a las comunidades cristianas en su camino de fe. Un camino que, al tener tantos obstáculos, se ha ido haciendo fuerte en los aspectos comunitarios y de solidaridad. Son comunidades pequeñitas en aldeas y caseríos regados por más de 36.000 km2 pero que, iluminadas y fortalecidas por la Palabra de Dios, han ido escuchando los gritos de necesidad de sus hermanos y se han ido organizando para responder a toda esa problemática en los temas de tierra, salud, educación, derechos humanos, etc. Nuestra tarea es compartir esa fe, animarla, compartir las luchas, formar, buscar apoyos económicos, en definitiva, acompañar y fortalecer este camino de fe. Repito, que uno también es acompañado y fortalecido.
– ¿Y qué podemos hacer nosotros desde aquí?
– No solo hacer de allí para acá sino hacer allí para allí. Los cristianos y cristianas tenemos que ser misioneros donde estemos, es decir, formar comunidades fuertes en la fe y el amor que sean testimonio y fermento del Reino de Fraternidad y Justicia Universal (somos católicos) que Dios va construyendo. Hoy sabemos de la interdependencia de todos los países y en la medida en que se cambien formas de vida egoísta, consumista y de falta de respeto a la naturaleza por otras maneras más sencillas, solidarias y respetuosas con la diversidad cultural y ambiental, entonces estaremos cambiando nuestro entorno para cambiar el mundo entero. Desde allí hay que crear una conciencia más clara de que la verdadera crisis es de humanidad y que nuestra tarea como misioneros es apoyar todo esfuerzo y movimiento que vaya en esa línea, ya sea en España como en apoyo a estos países empobrecidos y con una mayoría excluida.