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23 de enero de 2012

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]E[/fusion_dropcap]stos días pasó por el Colegio Diocesano el psicólogo Iñaki Guerrero invitado por los padres de los alumnos de este centro como una de las actividades del plan de formación del profesorado, para hablar sobre el tema de la AUTOESTIMA y LIBERTAD.

– ¿Qué es eso de la autoestima?   
– La autoestima consiste en conocerse uno así mismo tal como uno es, y después aceptarse tanto en lo positivo como en lo negativo.

– Pero hay gente que de lo negativo no quiere hablar, y a su vez se irrita de mala manera cuando se les invita a corregirse de algo. ¿Esto cómo se entiende?
– Este comportamiento irascible de no querer reconocer sus limitaciones o fallos está delatando que este sujeto tiene una bajísima autoestima.

– Este es el problema, pero ahora ¿qué hacer para que la gente adquiera una autoestima que evite estas malas reacciones?
– Hablando de los chicos, pues ayudarles a formar su autoestima. De la imagen que los chicos tienen de sí mismos, es decir, de la autoestima que tengan, depende en grandísima parte de sus padres y de la manera que les vayan tratando día a día. Hay que hacerles ver todo lo bueno que tienen, pero también lo menos bueno. Que los chicos lleguen a comprender la tarea que tienen de ir creciendo, pero que nunca meterles un complejo de culpabilidad, porque se les insiste en que no son como debieran ser. Es mejor que vean que se sienten queridos aún en medio de sus limitaciones. 

– En unan palabra que no se crean ni supermanes ni tampoco diablos
– Efectivamente, para quitar todo complejo de culpa, de sentirse inútiles, la fe nos ayuda muchísimo, pues el Señor, seamos lo que seamos, nos quiere siempre, que los chicos lleguen a sentir que por Dios siempre son amados por lo que son. 

– Es muy interesante esta relación tan estrecha entre la fe y la autoestima. ¿Podrías ahondar en esta idea tan fecunda?
–  El creyente por principio debería tener siempre una buena autoestima. Porque al final uno es lo que es ante Dios, no lo que piensen los hombre de uno. Sentirse amado por Dios es sin duda una gran fuente de autoestima.

– Pero además de hablarles de Dios, desde lo humano también se podrá hacer algo para ayudar a los chicos a encontrar su verdadera autoestima.
– Pues sí, debemos empezar por quererlos mucho y poner delante de ellos todo lo bueno que tienen, valorarlo, y hacerlo desde la sinceridad.

– Pero a veces esto es muy difícil. Con frecuencia ves a padres con adolescentes, que tienen que aguantar lo inaguantable, ¿cómo trabajar en ellos esta autoestima?
– Cuando llegan estos conflictos, quisiera invitar a los padres a tener una doble mirada. Por una parte mirarse a si mismos. No deben nunca culpabilizarse, decir yo actúo mal. Tampoco responder de manera agresiva. Estos comportamientos están reflejando una baja autoestima. Que piensen aquello de que padres perfectos no existen. Es importante asumir que uno puede haber cometido errores, pero lo importante es mirar al futuro y ver lo que se puede hacer.

    La mirada hacia el hijo tiene que ser comprensiva. El adolescente piensa que el mundo adulto lo rechaza. No se puede ahondar en esta idea de que no vale, porque se siente aún más rechazado, y si tiene reacciones duras, luego sentirá culpabilidad. Con el adolescente hay que dialogar, no enfrentarse. Si hay momentos crispados, mejor es dejar las cosas para razonar después. Ni montar la bronca, pero tampoco ceder. Hay que mantener los principios, incluso negociar, y hacer ver que la confianza que pretende se la tiene que ganar.

– A veces la formación en la fe ha estado llena de culpabilidad. Eso tan socorrido, Dios te va a castigar ¿Qué dices de esto?
– Es necesario hablar a los chicos de la misericordia de Dios. El siempre nos quiere, nos perdona, como al hijo Pródigo. Hacerles tomar conciencia de que todo lo bueno que tenemos es un regalo de Dios, para que no nos subamos ni tampoco nos hundamos. Humildes y sencillos en la vida es la mejor actitud.