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10 de mayo de 2013

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La mañana espléndida y luminosa del 11 de Mayo pasado dimos el “último adiós” a Luis Marín y faltó Catedral para despedir a quien tanto la había servido a la Iglesia Diocesana. Personas de todo tipo y condición, de toda edad, de todas las parroquias de la Diócesis. Coincidieron en la celebración los últimos cuatro alcaldes y esa mañana me recordó otra igual del año 2000, la del Aniversario de la Coronación de la Virgen de los Llanos en el Parque. Otra vez todo Albacete, toda la Iglesia Diocesana y él detrás de todo, el artífice de todo. “Siempre resulta cruel y prematura la muerte de aquellos que proyectan algo inmortal” (Plinio el Joven).

«Alio dolore dolebam dolorem meum” “con un nuevo dolor me dolía de mi dolor” dice san Agustín. “Retirado en paz en estos desiertos,/ con poco, pero doctos libros juntos, /vivo en conversación con los difuntos/ y escucho con mis ojos a los muertos” (Quevedo). “La muerte es una vida vivida. La vida una muerte iniciada” (J. L. Borges), “… y fue a reunirse con sus antepasados” (AT).

Amigo siento hacia él una estima profunda y una amistad antigua, “Quien encuentra un amigo, ha encontrado un tesoro” (Eclo 6, 14) quiero con estas pobres letras dejar constancia de mi sentido homenaje a su memoria y de un eterno agradecimiento por el regalo de la amistad. A Luís Marín lo conocí en un ya lejano 1975 en Moncada (Valencia) como Vicerrector del Seminario de Albacete en los tiempos del Rector Don Fernando Parra. Realizó estudios de Filosofía en la Universidad de Valencia y renunció a quedarse explicando en la Facultad porque se debía a la Diócesis. Don Victorio Oliver lo nombró Vicario General en 1982. Dos veces fue Administrador Diocesano tras la marcha de Don Victorio y Don Francisco.

Filósofo amante de la sabiduría. Nuestras conversaciones sin testigos versaron sobre Hegel, la metafísica, teodicea, Zubiri, la “religión dentro de los límites de la pura razón”, Platón, Aristóteles, Descartes, “del espíritu absoluto cabalgando por Europa”. “No vivió para pensar, pensó para vivir” (Montaigne).

¡Come y bebe que el camino es superior a tus fuerzas! (1 Rey) también yo como Eliseo “Por favor, que yo reciba dos partes de tu espíritu” (2 Rey 2, 9).

Trabajador incansable, metódico, puntual, al que nunca pillaba el toro de ningún compromiso contraído. Me acuerdo aplicándoselo a él lo que dice Kant “Yo por mi parte, me estoy sentado día a día delante del yunque de mi cátedra, manejando sin interrupción el pesado martillo de mis clases”. Con su visión tan espartana y tan senequista de la vida  hacía realidad lo que dice la Biblia  “El hombre está en la vida cumpliendo un servicio, sus días son los de un jornalero, como un esclavo suspira por la sombra, como el jornalero aguarda su salario. Mi herencia son meses baldíos; se me asignan noches de fatiga; al acostarme pienso ¿Cuándo me levantaré? (Job 1, 1-2).

Campo. El aprecio de la naturaleza, su amor sincero por el campo. La valoración de la sabiduría popular, las costumbres de los pueblos, la estima por los hombres del campo con su sabiduría y su sufrimiento acumulados “Será un árbol plantado junto al agua” (Jer 17, 7-8).  “… y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando./ y se quedará mi huerto, con su verde árbol, / y con su pozo blanco,/ … y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado/ mi espíritu errará nostálgico…” (Juan Ramón Jiménez).

Humilde jornalero de la viña del Señor empleado fiel y prudente. Asamblea Diocesana, Planes de Pastoral, Programación por Objetivos, el Arciprestazgo como “taller, escuela y hogar” son algunos de sus muchos trabajos por la Diócesis.  Reservado con los secretos confiados, con las situaciones personales. “La vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y como la recuerda para contarla” (García Marquez). Creo que mientras palpite el tiempo en el fondo de nuestro corazón vive en él la vida de aquellos que hemos (querido) perdido y que nunca podremos dejar de querer. Modesta, hermosa, melancólica y alegre forma humana de inmortalidad.  “La muerte de los seres queridos rompe la costumbre de vivir. La muerte exilia a los que quedamos vivos, porque la desaparición de los seres queridos nos deja fuera de las fronteras en que eran posibles los afectos, y es un exilio que se parece a la orfandad” (Mateo Díez). “Y vendrá la muerte y tendrá tus ojos” (Pavese).

“No hay nada más consolador que saber que nuestro cuerpo resucitará y que la consiguiente separación de las personas que queremos no es la última palabra” (Martini).