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11 de febrero de 2018

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“Ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu madre. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa”, es el título del Mensaje del papa Francisco para la XXVI Jornada Mundial del Enfermo, que se celebra hoy.

El Santo Padre inicia su mensaje recordando que “la Iglesia debe servir siempre a los enfermos y a los que cuidan de ellos con renovado vigor, en fidelidad al mandato del Señor”.

Francisco destaca que “en la cruz, Jesús se preocupa por la Iglesia y por la humanidad entera, y María está llamada a compartir esa misma preocupación”.

El discípulo Juan, representa a la Iglesia, que “debe reconocer a María como su propia madre. Y al reconocerla, está llamada a acogerla, a contemplar en ella el modelo del discipulado y también la vocación materna que Jesús le ha confiado, con las inquietudes y los planes que conlleva”.

El Papa subraya que esta “vocación materna de la Iglesia hacia los necesitados y los enfermos” se ha concretado en su historia bimilenaria, “en una rica serie de iniciativas en favor de los enfermos” y continúa hoy, porque “la imagen de la Iglesia como un ‘hospital de campaña’, que acoge a todos los heridos por la vida, es una realidad muy concreta, porque en algunas partes del mundo, sólo los hospitales de los misioneros y las diócesis brindan la atención necesaria a la población”, señala el Pontífice.

El Papa indica a continuación que “este legado del pasado ayuda a proyectar bien el futuro. Por ejemplo, ayuda a preservar los hospitales católicos del riesgo del ‘empresarialismo’, que en todo el mundo intenta que la atención médica caiga en el ámbito del mercado y termine descartando a los pobres”.

Jesús entregó a la Iglesia el poder de curar lo que hace de la pastoral de la salud “una misión necesaria y esencial que hay que vivir con renovado ímpetu tanto en las comunidades parroquiales como en los centros de atención más excelentes”.

Francisco también recuerda en el mensaje que “No podemos olvidar la ternura y la perseverancia con las que muchas familias acompañan a sus enfermos” y que “la atención brindada en la familia es un testimonio extraordinario de amor por la persona humana que hay que respaldar con un reconocimiento adecuado y unas políticas apropiadas. Por tanto, médicos y enfermeros, sacerdotes, consagrados y voluntarios, familiares y todos aquellos que se comprometen en el cuidado de los enfermos, participan en esta misión eclesial. Se trata de una responsabilidad compartida que enriquece el valor del servicio diario de cada uno”.

Por último, el Papa encomienda el cuidado de los enfermos a la Virgen María, “para que los sostenga en la esperanza” así como le pide que “nos enseñe a acoger a nuestros hermanos enfermos” ya que “la Iglesia sabe que necesita una gracia especial para estar a la altura de su servicio evangélico de atención a los enfermos”.