8 de septiembre de 2012

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1.- La liturgia de la Iglesia celebra ayer la fiesta de la Natividad de la Sma. Virgen. En aquel acontecimiento anónimo, perdido en alguna humilde aldea de Galilea, se escondía “un anuncio de esperanza para el mundo”, pues “de Ti nacerá el Sol de justicia, Cristo, nuestro Dios”, canta emocionada la liturgia. El nacimiento de María fue como la tenue claridad de la aurora que anunciaba la posterior aparición del sol. “Hoy nace una clara estrella,/ tan divina y celestial,/ que con ser estrella, es tal,/ que el mismo Sol nade de ella./ El alba más clara y bella no le puede ser igual,/ que, con ser estrella, es tal,/ que el mismo Sol nace de ella ./ nace en el suelo tan bella/ y con luz tan celestial/, que, con ser  estrella, es tal,/ que el mismo Sol nace de ella.”

En este día, Albacete celebra a su Patrona, patrona también de la Diócesis, Nuestra Señora de los Llanos, patrona de esta tierra llana y de gente tan llana que su horizonte es siempre el infinito. ¡Felicidades a todas las Llanos!

La ingenua y bellísima catequesis del inicio Génesis, nos recordaba el drama entre el bien y el mal que se ventila en esta tierra nuestra desde que el hombre es hombre. Por experiencia sabemos que ese drama pasa por el corazón de cada uno de nosotros. Es como si el árbol de la historia humana estuviera herido en su raíz por la desobediencia a Dios. La narración terminaba con una promesa de esperanza frente a la serpiente mítica: “Pondré enemistad en ti y la muje , entre tu descendencia y la suya. Su descendencia te pisará la cabeza”. (Gén. 3,15)  

Pasados muchos siglos, cuando el tiempo llegó a su plenitud, una humilde muchacha nazaretana escuchaba conmovida un anuncio sorprendente: “Alégrate, la llena de gracia, el Altísimo te cubrirá con su sombra”. Para Israel la nube y su sombra eran signos de la refrescante presencia del Dios en medio de la sequía y el calor del desierto. La palabra “cubrir”, se puede entender aquí en el sentido tan frecuente en nuestra lengua de fecundar.

En las entrañas de María, arca de la alianza, como la llamamos en las letanías, se realizó la nueva alianza de Dios y los hombres: “Y cuando llegó la plenitud de los tiempos envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley…, para que recibiéramos el ser hijos por adopción” (Gal. 4,4). En María, Dios se rebajó haciéndose hombre, para levantar al hombre hasta la condición de hijo de Dios.

La devoción a María no es opcional. Porque Dios la eligió para ser la Madre de su Hijo, ha quedado incardinada al misterio de nuestra salvación.

María es madre y es modelo de escucha obediente a la Palabra de Dios. Desde el fiat de la Anunciación hasta el stabat de la cruz, recorrerá los, a veces, tortuosos caminos de la fe con una fidelidad asombrosa: Ve cómo el que había sido anunciado como Hijo del Altísimo nace en una gruta destartalada, y tiene como cuna un pesebre. Y enseguida el exilio, la emigración forzosa a un país extranjero; más tarde los largos y monótonos años de estancia en Nazaret, sin milagros ni intervenciones de Dios; a la oscuridad de la fe se suma la fatiga del corazón. Es la María del puchero a la lumbre, del cántaro camino de la fuente, del último olor de la vendida prendido todavía en sus dedos, del pan escaso en la artesa, pero rebosante de amor el corazón. Así hasta la hora de la cruz, donde Jesús, que ya lo ha dado todo, nos la entrega por Madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo; hijo, ahí tienes a tu Madre”. Así nos pinta el Evangelio a María, humilde y sencilla, la misma que ahora veneramos coronada de gloria, como imagen acaba y perfecta de lo que está llamada a ser la humanidad. Su maternidad no se agotó, prolonga su solicitud e intercesión en la nueva economía de la gracia.

“Tu nombre es una herencia/ de familia, María, / ternura inmemorial/ puesta sobre la mesa / como el ramo de flores/ o el pan acostumbrado/. Cuando el misterio se hace / doméstico en la Iglesia/ es que tú  lo apacientas/ y tus manos los sirven/. El pueblo ha comprendido/ tu espontánea dulzura/ y se ha identificado/ contigo, y en ti ha puesto/ sus deseos, su fe/ su paz, su rebeldía. / La teología se hace/ devoción frente a ti, / sonido de campana, / ángelus y rosario. / Maria eres la puerta/ que hacia todos se abre / para que sólo Cristo, tu Señor nos habite.

2.- Pero ¿qué significa María para nosotros hoy? Nuestra Iglesia de Albacete, como otras Iglesias, cuenta con muchas realidades admirables, gracias al compromiso generoso de sus presbíteros, de los miembros de la vida consagrada, de los numerosos cristianos laicos de fe viva, iluminada y comprometida. Sería injusto no reconocerlo. Pero también es real lo que se afirma en nuestro Plan pastoral diocesano: “No es alarmismo afirmar que el ateísmo empieza a ser, por primera vez en la historia, un fenómeno de masas; que crece la indiferencia religiosa; que los jóvenes se alejan de la Iglesia; que aumenta el subjetivismo, la presunción de organizar cada uno la vida como mejor le parece y al margen de los criterios objetivos; que son cada vez más numerosas las rupturas matrimoniales; que se olvida la dignidad del ser humano a la hora de respetar la vida en algunas de sus fases ; que siguen sin resolverse los graves problemas del hambre, de las migraciones, del cuidado de la naturaleza; que las familias cristianas han perdido en gran parte la capacidad de educar cristianamente a sus hijos; que el ambiente cultural es contrario, cuando no agresivo, con la religión …” (  Citando a F. Sebastián . Evangelizar, Ed. Encuentro, Madrid 2010)

Se va extendiendo el convencimiento de que el aspecto más preocupante de la crisis del cristianismo en Europa es la secularización interna de los miembros de la Iglesia, la “crisis de Dios” también entre muchos bautizados. En estas circunstancias, las acciones pastorales más urgentes para remediar y responder a esta crisis de fe no son sólo campañas de evangelización dirigidas a los alejados, sino la recuperación de  la experiencia cristiana en el interior de nuestras comunidades: despertar, avivar y robustecer la vida teologal de sus miembros. Hace años, uno de los más brillantes pensadores de Europa anunció que el cristiano del futuro o era un místico, es decir, una persona con honda experiencia de fe, o no sería nada.

Por eso, estamos convocados a una nueva evangelización, que ha de empezar por revitalizar la fe de los bautizados. Por eso el Papa ha convocado un “ año de la fe”, que se abrirá en Roma y en todas las Diócesis en el próximo mes de octubre “para introducir a todo el cuerpo eclesial en un tiempo de especial reflexión y redescubrimiento de la fe…, para una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo…, para un compromiso eclesial más convencido en favor de  una nueva evangelización, para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe” (cf. Porta fide 5,6,7). Maria, modelo de creyente, ha de ayudarnos a revitalizar la fe. Esto es lo que hoy nos pide María.

3.- Pero María es Madre y, como buena Madre nos pide también preocuparnos de los hermanos más desfavorecidos. Estamos viviendo una grave crisis económica. Son cada vez más los analistas que están convencidos de que lo que está en cuestión son los fundamentos mismos que han propiciado nuestro desarrollo. Juan Pablo II denunciaba en el 1991 “el estilo de vida orientado a tener y no a ser, y que quiere tener más no para ser más, sino para consumir la existencia en un goce que  se propone como un fin en sí mismo. Por eso, es necesario – añadía- esforzarse por implantar estilos de vida, a tenor de los cuales la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres para un crecimiento común sean los elementos que determinen las opciones de consumo, de los ahorros y de las inversiones” ( Centesimus annus, n. 36d).

Muchos estamos convencidos de que la situación en que nos encontramos, por haber colocado el tener por encima del ser, hasta convertir el dinero en el dios de este mundo, tiene mucho que ver con la pérdida de los valores cristianos. Estamos sufriendo las consecuencias de la búsqueda de la ganancia rápida, del consumismo, del despilfarro y, como consecuencia, del endeudamiento de los particulares y especialmente de las administraciones públicas, que han gastado sin medida, todo con la complicidad de las instituciones financieras, que cada año exhibían multillonarias ganancias sobre la base de una riqueza ficticia e insostenible. La corrupción y el conocimiento de los sueldos de algunos dirigentes y miembros de determinados consejos de administración ha sido una bofetada para los pobres, que son quienes están sufriendo de una manera más lacerante las consecuencias de la situación.

Decía recientemente un hermano obispo que, de alguna manera “todos hemos sido cómplices, comprando lo que no necesitábamos, pagando con un dinero que no teníamos, construyendo un modelo de sociedad contraria a los valores del Reino de Dios”. Todos hemos tenido alguna culpas, pero unos mucho más que otros.

La salida de la situación está exigiendo y va a exigir, quiérase o no reconocer, sacrificios colectivos e individuales fuertes. Junto a los derechos no hay que olvidar los deberes (dicen que en eso consiste la demagogia). Nos atrevemos a pedir, como ya hemos dicho en otras ocasiones, que se ponga un cuidadoso empeño para que los recortes no recaigan en las personas ya empobrecidas, ni en las políticas sociales que tiene como destinatarios a los más desvalidos; que repercutan más en quienes mejor puedan soportarlo.

Hay muchas personas que lo están pasando muy mal. Hemos visto a madres llorando porque no sabían qué dar de comer al día siguiente a sus hijos.

Nuestra Iglesia  quiere estar cerca de todos los afectados por el paro, arrimando el hombro y sembrando esperanza. Son muchas las personas que gracias a Caritas diocesana y a las parroquiales, así como a otras instituciones eclesiales, como la del Sagrado Corazón o las promovidas por la familia Vicenciana, están recibiendo una ayuda imprescindible. Quisiéramos que fuera todavía más amplia y eficaz. ¡Gracias de todo corazón por la generosidad de tantas personas que lo están haciendo posible. Expresamos nuestro reconocimiento, así mismo, a las organizaciones civiles implicadas en semejante empeño. .

La renovación que buscamos en el año de la fe supone también no pasar de largo ante estas situaciones. Por eso, permitidme que pida a nuestras parroquias, a las asociaciones y cofradías, un esfuerzo de austeridad para compartir con más generosidad. Es una petición que extiendo a cada cristiano.

“Vive sencillamente para que otros , sencillamente, puedan vivir” es el eslogan que nos viene repitiendo Caritas en sus últimas campañas. Y aquel otro: “Se necesitan  familias con corazón”.Quien pueda aportar el salario de un día, una paga extra u otro tipo de aportación, que haga. Se invita, desde el anonimato y según las posibilidades, a apadrinar por un día, por una semana, por un mes, a alguna familia necesitada. Decían los Santos Padres de la Iglesia que donde reinaba el amor no había pobreza. Queremos que entre nosotros reine de verdad el amor.

Decía San Juan Crisóstomo: “¿Quieres de verdad honrar el Cuerpo de Cristo? No consientas que esté desnudo o que pase hambre. El mismo que dijo. Esto es mi cuerpo, dijo también: Me visteis hambriento y no medisteis de comer. Cristo anda errante, necesitado… y tú te entretienes en adornar  el pavimento y las paredes del templo. Al hablar así, no se prohíbe el ornato de la Iglesia; a lo que os exhorto es a que, juntamente con eso o, más bien, antes que eso, se socorra a los pobres”.  En este sentido hay que felicitar a Caritas y a la Cofradía de Ntra. Sra.  de los Llanos, han tenido la feliz ocurrencia de regalar a la Virgen un manto, seguramente el que más le va a gustar: un manto tejido de solidaridad. Con vuestros donativos para los pobres podéis ir cubriéndole de adornos. Le va a encantar a la Sma. Virgen.

Puesto que en la Providencia divina le correspondió a María el singular privilegio de dar el Salvador a la humanidad, su ayuda nos es imprescindible para quienes queremos proseguir su misión de ofrecer a Cristo al mundo de hoy. Que ell , estrella de la nueva evangelización, nos enseñe la docilidad al Espíritu; que ella, buena Madre, nos enseñe el amor a los hermanos. Maria es la mejor aliada contra las fuerzas del mal; la mejor aliada también en nuestro esfuerzo por difundir a nuestro alrededor la fragancia de Cristo y los valores del Evangelio. ¡Santa María de los Llanos, ruega por nosotros y por esta Iglesia de Albacete!