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6 de mayo de 2018

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El equipo diocesano de la Fraternidad de Personas con Discapacidad (FRATER) ha asumido, recientemente, la Dirección Nacional de Frater. Para conocer mejor al equipo y todos sus proyectos y retos en esta nueva tarea, hablamos, hoy, con ellos. Enrique Alarcón es el presidente.

Enrique, ¿Cuáles son los motivos por los que os presentasteis a llevar las riendas de Frater a nivel nacional? 

Enrique Alarcón. Nos postulamos para asumir la tarea de llevar, duran­te los próximos cuatro años, el equipo general de España porque, desde el primer momento, queríamos cons­tituir un equipo que estuviera unido. Otras veces, el equipo ha estado for­mado por personas de diferentes pun­tos de España, lo que dificulta mucho la vida del equipo, y eso repercute en todo el Movimiento. La dificultad más grande que nosotros teníamos era la del Consiliario. Necesitábamos una persona que tuviera una afinidad, mo­tivación y las aptitudes necesarias para afrontar el desafío eclesial que supo­nen los movimientos especializados de Acción Católica y este, en concreto, que es de las personas enfermas o con discapacidad. 

Y la propuesta de ser Con­siliario se hizo a Antonio García Ra­mírez, párroco de San Roque de He­llín. Con gran alegría dijiste: “sí” 

Antonio García. Así es. Me lo plantearon y me vinieron un mar de dudas pero, al co­nocerlos, enseguida me sentí miembro de este equipo y miembro de una tarea muy positiva. La misión del Consi­liario, en los Movimientos de Acción Católica, no es la de dirigir a los laicos sino la de acompañarlos, favoreciendo el protagonismo laical y la celebración de la fe. Y, sobre todo, un vínculo ecle­sial. Nuestro Obispo, desde el princi­pio, nos dijo sí a todo. Realmente es­tamos dentro de la madre Iglesia para que los enfermos, que están sufriendo muchas discapacidades, puedan ofre­cer su ser Iglesia en este mundo pre­sente. 

Enrique, ¿qué desafíos tiene Frater? 

E.A. Tiene muchos. Uno de ellos es mantener la identidad del movimien­to. Ya hemos empezado a viajar por distintas diócesis de todo el territorio nacional para seguir apoyando lo que es nuestra espiritualidad concreta. No es como podía entenderse, en algún momento, asistir y acompañar a las personas enfermas o con discapacidad. Lo que hacemos es ofrecer una posibi­lidad de dotar a la persona de un sen­tido pleno, pero asumiendo la respon­sabilidad y dignidad que tiene como ciudadano, como ser social y como ser eclesial. 

Y, a nivel de la sociedad, los retos están, sobre todo, en la accesibilidad; luchamos porque las barreras físicas y mentales vayan dejando paso a entor­nos normalizados. 

En cuanto a accesibilidad en la Iglesia también hay importantes barreras que eliminar 

E.A. Dentro de la Iglesia tenemos una doble función en lo que es accesi­bilidad. Por una parte, crear un entor­no en lo que es Templo para que, cuan­do una persona va en silla de ruedas o con bastones, no sienta que molesta, sino que sea un lugar amable, acogedor en el que todos tenemos cabida. 

Y nos queda lo más importante: el lugar que, como persona cristiana dentro de la Iglesia, nos corresponde. No basta con que se nos acoja, con que tengamos los sacramentos, con que se nos quiera… todo esto no es suficiente. Nosotros somos personas que tenemos toda la capacidad para ser apóstoles, anunciadores de la Buena Nueva. Es decir, la tarea fundamental que Frater, en su espiritualidad, trasmite es que una persona con discapacidad pue­de ser un evangelizador total. Puede transmitir el Evangelio desde su expe­riencia que se ha curtido por medio del dolor, del sufrimiento, del desafío de superar retos continuamente y eso es algo específico que, solo desde la Fra­ter, podemos ofrecer. No solo somos «personas objeto», somos «personas su­jeto» que tenemos que tomar la Palabra para anunciar el Evangelio como cual­quier otro cristiano.

TESTIMONIOS

Ana Quintanilla es la responsable del área social 

“Para mí, ser parte de Frater supuso reiniciar lo que es el camino de la fe porque, en este grupo, nos encontramos y animamos, con el calor de la fe, la vida de las personas. Y, luego, demandar en la sociedad y en la Iglesia aquello que son derechos básicos. Porque, cuando tienes una discapacidad sobrevenida, como es mi caso, te encuentras con una realidad que no es la que vivías y unas frustraciones que pueden dar lugar a un aislamiento de la vida social. Entonces, la Frater me relanzó a lo que era la sociedad y también a la Iglesia”. 

Mª Teresa García coordina el ocio y tiempo libre 

“Me encuentro muy a gusto en la Frater. Y, si no hubiera sido por ella, segu­ramente me habría quedado encerrada en mi casa. Pertenecer a la Fraternidad es como una inyección de adrenalina”. 

Enrique Alarcón, Presidente General 

“Cuando una persona tiene un accidente como el que tuve yo a los veinte años, y te quedas sin pies y sin manos hay momentos en los que te planteas qué sentido puede tener tu vida. El futuro se queda reducido a algo tan sencillo como es la vuelta de una silla de ruedas. Cuando me invitaron a Fra­ter, descubrí un mundo nuevo. Encontré en mí potencialidades que desconocía. Y, gracias al apoyo de la gente, hoy en día y después de cua­renta años, mi vida tiene sentido y no la cam­biaría ni por unos bellos y agiles pies. Estoy muy contento. Muy a gusto y muy feliz. Todo se lo debo a Frater; en ella he encontrado una fe madura y la alegría de vivir”.