25 de diciembre de 2012
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]E[/fusion_dropcap]n estos días próximos a la Navidad hay, en todas las lenguas y por todos los medios, un intercambio de mensajes portadores de deseos de felicidad y de paz. A ellos quiero sumarme con palabras que quisiera sean salidas del corazón.
¿Será la Navidad sólo una emotiva tradición sin alma?. Para quien tiene fe, es la celebración del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo: El Hijo de Dios se ha hecho verdaderamente hombre para hacer de los hombres hijos de Dios. En esta simplicísima afirmación se resume todo el sentido de la Navidad. La Navidad, porque nos hace hijos, nos hace también hermanos.
Esta admirable noticia ha de ser una llamada para acercarnos unos a otros por encima de nuestras diferencias. La transcendencia del momento que vivimos pide unir manos y corazones, dejar de lado intereses particulares o de grupo, pensar en claves de fraternidad y bien común. La división debilita; la unión fortalece.
Entre nosotros hay muchas personas que están siendo probadas en su esperanza: familias donde escasea el pan, que han perdido o pueden perder la vivienda. La crisis hace que vean con mucha oscuridad el futuro.
Dicen que todos hemos sido culpables del estado actual; pero no todos lo hemos sido en la misma proporción. Los menos culpables son los que más lo están sufriendo: obreros, inmigrantes. A todos nos toca arrimar el hombro, pero deberían cargar con más sacrificios quienes disfrutaron de más beneficios.
La comunicación cristiana de bienes fue norma de vida de la comunidad cristiana desde sus orígenes. Tomar en serio la Navidad implica sufrir con el que sufre, compartir con el necesitado.
Agradezco a Caritas, a otras organizaciones y a muchas personas particulares su labor y su generosidad. Son como estrellas navideñas que nos señalan el buen camino. Y agradezco al presbiterio diocesano que, a pesar de sus exiguas retribuciones, haya respondido con admirable generosidad a la invitación que le hice al inaugurar el Año de la fe. Todos podemos y debemos hacer más.
Pido al Señor que nos renueve con su venida para vivir más intensamente el gozo de la fe, el dinamismo dela esperanza, la fuerza de la caridad.
¡Feliz y solidaria Navidad a todos los diocesanos!
+ Ciriaco Benavente Mateos
Obispo de Albacete