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24 de diciembre de 2013

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 Queridos amigos:

En estos días próximos a la Navidad se produce, en todas las lenguas y por todos los medios, un intercambio de mensajes mutuos de felicidad y de paz. A ellos quiero sumarme con palabras que quisiera salidas del corazón.

Para quien tiene fe, la Navidad no es una emotiva tradición sin alma; es la celebración del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo: El Hijo de Dios se ha hecho verdaderamente hombre para hacer de los hombres verdaderos hijos de Dios. En esta simplicísima afirmación se resume todo el sentido de la Navidad.

¡Admirable intercambio! Decía san Pablo: “Conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza” (2 Co.8, 9). La Navidad, al hacernos hijos, nos hace también hermanos.

Esta admirable noticia ha de ser estímulo para a acercarnos unos a otros por encima de nuestras diferencias. La transcendencia del momento que vivimos pide unir manos y corazones, dejar de lado intereses particulares o de grupo, pensar en claves de fraternidad y bien común. La división debilita; la unión fortalece.

Hay muchas personas que están siendo probadas en su esperanza: Familias donde escasea el pan, que no saben qué darán de comer a sus hijos mañana o que han perdido o pueden perder la vivienda. La situación económica ha despojado a muchos de seguridad, y ven con mucha oscuridad el futuro.

Agradezco a Caritas y a otras admirables organizaciones su labor y su generosidad. Son como estrellas navideñas que nos señalan el buen camino. Compartamos algo significativo con los necesitados. La comunicación cristiana de bienes fue norma de vida de la comunidad cristiana desde sus orígenes. Decía Benedicto XVI en vísperas de la Navidad del año 2007: «Haga usted la prueba de acercarse a Jesús y de hacer algo por los demás, empezando por su familia. Comparta su tiempo y sus bienes con los pobres. Verá que su Navidad no es vanidad, sino amor, justicia, verdad, paz. Sólo el amor a Dios y al prójimo nos hacen profundamente felices».

Es la felicidad que os desea de corazón vuestro obispo.

                                                                                                                             + Ciriaco Benavente Mateos

Obispo de Albacete