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17 de marzo de 2014

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]D[/fusion_dropcap]. José Delicado Baeza nació en Almansa (Albacete) el 18-1-1927. Después de cursar el bachillerato civil, se incorporó en 1944 al Seminario de Málaga donde realizó los estudios de Filosofía, y en 1947 se trasladó a la Universidad Pontificia de Salamanca para estudiar Teología.

Se ordenó sacerdote en Almansa el 22-7-1951, pasando a ejercer como coadjutor de la parroquia de la Purísima Concepción de Albacete, profesor de Instituto y Consiliario diocesano de los Movimientos obreros de jóvenes y adultos.

Desde 1952 fue canónigo de la Catedral, y desde 1953 director espiritual y profesor del Seminario y del Post-Seminario, dirigiendo numerosos ejercicios espirituales y convivencias. Presentó varias ponencias, sobre todo de materia pastoral, en diversas asambleas nacionales, y como becario de la Iglesia Nacional Española de Montserrat en Roma, preparó diversas publicaciones sobre espiritualidad sacerdotal, pastoral y otros.

En 1964 fue nombrado vicario general de pastoral de la diócesis. El 7-8-1969 fue preconizado obispo de la diócesis de Tuy-Vigo por el papa Pablo VI; se ordenó obispo en Almansa el 28-9-1969 y se incorporó a su diócesis el 4-10-1969. Tras seis años como pastor de la diócesis gallega, el 21-4-1975 se anunció su nombramiento como Arzobispo Metropolitano de Valladolid, el 12º en la lista de Arzobispos y el 38º en la lista de Obispos de la diócesis, tomando posesión el 7-6-1975.

Como arzobispo de Valladolid, ejerció una gran labor en diversos campos. Dinamizó las estructuras de la diócesis poniendo en marcha diversos organismos participativos (vicarías zonales, arciprestazgos, delegaciones, consejos…) que abrieron cauces de participación a sacerdotes y laicos, y dando pie a los programas pastorales y a las reuniones y encuentros, tanto a nivel diocesano como de la Iglesia en Castilla, originando el llamado “espíritu de Villagarcía de Campos”, que ha venido marcando las grandes líneas pastorales de todas las diócesis de esta tierra, y haciendo muy viva la comunión eclesial. Alentó también la destacada iniciativa de Las Edades del Hombre, con él se construyeron 14 nuevas parroquias y nuevas casas rectorales, y se reformaron o rehabilitaron el Arzobispado, el Seminario, el Archivo Diocesano, el Hogar sacerdotal, el Centro de Espiritualidad…

Fue también un maestro culto, con más de 20 libros publicados sobre la espiritualidad sacerdotal, pastoral y otros temas, como: Pastoral Diocesana al día, ¿Qué es ser obispo hoy?, o Sacerdotes esperando a Godot, así como más de 100 pastorales, unas 1300 cartas semanales, conferencias, homilías, etc. Dentro de su labor como obispo también visitó al menos 5 veces cada una de las 302 parroquias de la diócesis, confirmó a 113.000 jóvenes y ordenó a 160 presbíteros (91 diocesanos más 5 diáconos permanentes). En la Conferencia Episcopal Española integró (1975-78) y presidió (1978-81) la comisión del Clero, fue vicepresidente de la Conferencia (1981-88) y presidente de la comisión de Enseñanza y Catequesis (1988-92).

Después de 27 años, el período más largo en los más de cuatro siglos de historia de la diócesis, presentó en 2002 su preceptiva renuncia al papa al cumplir los 75 años de edad, según el canon 401 del Código de Derecho Canónico, y el 28-8-2002, Juan Pablo II aceptó su renuncia, nombrando a D. Braulio Rodríguez Plaza como sucesor. Tras despedirse como obispo, su cercanía y cariño a Valladolid le llevaron a decidir quedarse allí, vivía actualmente en la Residencia de ancianos de las Hermanitas de los Pobres, donde ha fallecido hoy lunes, 17 de marzo de 2014.

Testimonio de Cándido Córcoles
Me siento obligado desde el respeto, el agradecimiento y el amor a dedicar unas letras al que fue «Padre» espiritual de nuestro Seminario Mayor de Albacete de los seminaristas de mi generación y posteriormente Director del Convictorio sacerdotal, D. José Delicado Baeza.

Hay una frase que encierra, mucho de lo que nos dió para el porvenir, «Porro unum est necessarium», sólo una cosa es importante, son las palabras que dijo Jesús a María, la hermana de Marta y Lázaro, cuando a los pies de Jesús le escuchaba: Nos enseñó la gran importancia de la adoración diaria ante Jesús en el Sagrario. Y esto no lo hizo con palabras exclusivamente, ya que cada mañana, cuando íbamos a la Capilla, él ya llevaba un buen rato, siempre de rodillas, orando y contemplando.

Después de todo hoy sigue siendo una verdad incuestionable que la oración sigue siendo el alma de todo apostolado, hasta el punto que cuando nosotros ya mayores, parece que hay cosas que ya no podemos hacer, todavía y hasta el último aliento, sí que podemos estar en el tajo de la vida pastoral: ORAR, sabiendo que esa oración llega hasta los oídos de Dios con toda seguridad y sólo Él sabrá repartir sus gracias.

Que D. José, que tanto nos ha amado y a quien tanto y tantos le debemos, descanse en paz.