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23 de septiembre de 2013

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Lucía Garijo, de la Parroquia de San José, ha estado este verano durante unos días, como voluntaria con otros cinco jóvenes de Albacete, en el campo de trabajo “Evangelización en el dolor”, del Hospital San Luis de Palencia, acompañando y ayudando a los enfermos mentales del centro, con las Hermanas de San Juan de Dios. Ha vuelto convencida del bien que nos reporta emplear nuestro tiempo en favor de los demás y de aquellos que nunca nos lo van a poder devolver, y dispuesta a repetir esta “gran experiencia, que ha sido muy enriquecedora”.

– Lucía, ¿Qué habéis hecho? ¿Dónde habéis estado?
– Hemos estado en el Hospital San Luis de Palencia, como voluntarios en un campo de trabajo con las Hermanas Hospitalarias de San Juan de Dios, con los enfermos mentales de distintas unidades del centro, en una estancia de seis días, acompañando a las hermanas, y a los enfermos. Íbamos a ayudar, pero nos han ayudado ellos más a nosotros. También nos hemos conocido entre nosotros, los jóvenes que hemos ido como voluntarios. Ha sido una gran experiencia, muy enriquecedora.

– ¿Cuántos habéis ido al campo de trabajo y de dónde veníais?
– Estábamos seis personas de aquí de Albacete: cinco de la Parroquia de San José y una chica que se sumó a nosotros de la Parroquia de La Asunción, y una vez en el hospital nos juntamos con dos chicas de Bilbao, un chico de Alcalá de Henares, otro de Bilbao que trabaja en Madrid, una chica de Aranda de Duero, y otra que es polaca. Éramos doce en total.

– Comentas que también te ha enriquecido mucho la convivencia entre vosotros, los jóvenes voluntarios.
– Sí. Conocernos entre nosotros también nos ha ayudado muchísimo: ver que hay gente que igual que tú deja un tiempo de sus vacaciones para dedicarlo a los demás; gente que comparte tus inquietudes, tus creencias, en esta sociedad donde parece que está mal visto ir a misa o hablar un poco de Dios… Juntarte con ellos y poder compartir momentos tan llenos de plenitud y de alegría… ha sido un impulso de energía, total y absoluto.

– ¿En qué te ha ayudado a ti dejar una semana de tu descanso, de tus vacaciones, para hacer un campo de trabajo?
– Pues creo que nos ha enriquecido a todos, en muchos ámbitos: a nivel humano, espiritual… a todos los niveles. En primer lugar, conocer a la comunidad de las Hermanas Hospitalarias: son unas mujeres muy sencillas, muy humildes, que dedican su vida a estar con los enfermos, y cruzarte con ellas por los pasillos, verlas siempre con una sonrisa, ser tan acogedoras y estar con los enfermos con tanta ilusión… es ya todo un ejemplo.

– Como voluntarios, ¿Cuál ha sido vuestro trabajo con los enfermos?
– El hospital es un complejo muy grande, es como una mini ciudad, además está estupendamente organizado, super limpio, instalaciones muy nuevas, y hay muchísimos médicos, enfermeros, auxiliares… los enfermos están muy bien atendidos y nosotros íbamos, como voluntarios, simplemente a aportar un poco ese afecto que necesitan, esa compañía y esa dedicación con más tiempo. Y entre las tareas que hacíamos, les ayudábamos a comer, pues muchos tenían dificultades para comer; también salíamos con ellos a pasear…, pero ellos nos han ayudado más a nosotros.

– ¿Qué quieres decir con que los enfermos os han ayudado más a vosotros que vosotros a ellos?
– Pues el hecho de, simplemente, darles una caricia, escucharles, animarles a que te cuenten un poco lo que les pasa -los que podían hablar, pues depende de la patología que tenga el enfermo-… Con un poco que tú les dieras, recibías tú muchísimo: con que te aprendieras su nombre, con que le dedicaras una sonrisa a una mujer… te devolvía cien veces más, se le notaba en los ojos que se llenaba de alegría de ese momento.

– Lucía, ¿Qué ha sido lo mejor de esta experiencia?
– Lo mejor… es difícil resumir lo mejor. Yo me quedo con lo fácil que es hacer a una persona un poco más feliz. Son gente muy sencilla, gente que necesita un poco de afecto, y lo fácil que es y lo que recibes viendo que esa persona es un poco más feliz. Me quedo también con haber conocido al grupo que hemos ido y haber conocido a las Hermanas Hospitalarias, pero sobre todo, con lo fácil que es el trato con el enfermo. Parece que da un poco de miedo al principio, porque es una persona que no conoces.

– Pero una vez que se rompe la barrera…
– Es muy sencillo, muy cercano, y recibes tú más de lo que das.

– Ha merecido la pena, entonces. ¿Dispuesta a repetir?
– Sí, por supuesto, animo a la gente a que lo intente, que parece una cosa que dices: ¡Madre mía, yo no voy a saber, no voy a aguantar los seis días! Pues que va, que va, se pasa rapidísimo, y enriquece mucho, mucho, mucho. Ha sido un regalo de Dios para todos nosotros y, como comentaba con una chica de allí, una vez que llegué aquí a Albacete -porque seguimos manteniendo el contacto entre nosotros-, volvimos llenos de energía, fue como un impulso de energía, realmente eso fue, volvimos con una cara de felicidad…