17 de marzo de 2019
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En este Día del Seminario 2019 hemos querido conocer a las familias de nuestros seminaristas, para que nos cuenten cómo nació la vocación de nuestros seminaristas y cuál es su papel en esta etapa.
Álvaro Picazo Córcoles es de Chinchilla. Se encuentra en el último año de Seminario. Su madre, Nieves, nos cuenta: “La vocación al sacerdocio siempre ha rondado en la vida de mi hijo. Desde pequeño, ha estado muy vinculado a la parroquia. Terminó la carrera de Magisterio y Álvaro se planteaba realizar otros estudios superiores. Fue en ese momento cuando nos comunicaba que entraba al Seminario. Al principio —reconoce— me costó aceptarlo, pero le dije: “es tu vida, es tu vocación y yo te voy a ayudar en todo lo que pueda”. Su padre y su hermano, sí se lo esperaban y acogieron la noticia con alegría”.
Seis años después de aquel momento, ve a su hijo como un hombre con una personalidad muy definida, que tiene una vocación muy honda. Álvaro siempre nos ha dicho que “se hace sacerdote para ayudar a los demás”. “Estamos muy contentos de la persona en que se ha convertido”, expresa Nieves.
Nieves quiere dar las gracias al Seminario por todas las ayudas que han recibido: “Nos han apoyado económicamente, hemos recibido mucho ánimo y atenciones. Estamos muy contentos con los profesores y formadores del Seminario de Orihuela-Alicante”.
Termina diciendo, Nieves, una frase que le repite muchas veces a Álvaro y a otros seminaristas: “Que seáis tan buenos sacer- dotes como personas sois”.
Saúl Muñoz González es de Riópar. Está cursando 4º curso de Estudios Eclesiásticos. Sus padres, Yolanda y Francisco, nos cuentan: “Sául, con 6 años, empezó a ser monaguillo y visitaba a los enfermos junto a los sacerdotes que han pasado por el pueblo, que siempre han sido un gran referente para él. Fue con tan solo 12 años cuando nos dijo por vez primera: “Quiero ser cura”. Al terminar bachillerato, entró al Seminario”.
Tras su paso por el Seminario, ven a su hijo mucho más centrado y organizado. “Está estudiando mucho” —relatan sus padres, que siempre están ahí, a su lado, apoyándole, especialmente, en algunos momentos de “bajón”.
Mucha gente nos pregunta: “¿Y tu hijo, cura? ¿No has pensado otra cosa mejor para él?”. “Nosotros estamos orgullosos de que nuestro hijo quiera ser cura”. “Vemos a nuestro hijo feliz” —manifiestan, con alegría, sus padres.
Alejandro Marquina Espinosa es de la parroquia de San Blas de Villarrobledo. Hace 4 años que está en el Seminario. Cursa el 4º curso de EE. EE. Su madre, Paqui, dice: “Desde muy pequeño le gustaba ir a Iglesia, a catequesis. Al terminar el bachillerato, todavía no tenía clara su vocación y, empezó un doble grado. Pronto vio que ese camino no le gustaba y antes de ter- minar el curso, nos dijo que se quería ir al Seminario”.
La decisión, en el primer momento, nos costó asumirla, “aunque casi lo sabíamos”. Luego, lo hemos ido viendo a gusto y bien y nosotros estamos igual de bien. “Vemos que tiene muchas actividades y tareas que hacer. No va a poder estar con nosotros todo el tiempo que nos gustaría. Lo asumimos gustosamente”.
De cara a otras familias, Paqui anima a que apoyen a sus hijos a vivir su vocación sea cual sea. “No se puede obligar a nadie a hacer algo que no le gusta”.
Juan Ángel González Rodenas es de Alcadozo. Aunque siempre ha estado muy vinculado a la Iglesia, no fue hasta pasar los 50 años cuando entró en el Seminario. Antes había cursado Ingeniería Técnica y Ciencias Religiosas en el Instituto Teológico de Albacete. Ahora se encuentra en el año de pastoral en la parroquia de Ntra. Sra. de las Angustias y San Felipe Neri.
Hemos hablado con su hermano, Francisco Javier: “Nos dio mucha alegría cuando nos dijo que se iba al Seminario.” Nuestro padre, que ya tiene más de 90 años, está muy ilusionado por ver a su hijo ordenado sacerdote. “Lo estamos apoyando en todo lo que podemos, con nuestra oración y nuestros ánimos”.
¿Cómo puede acompañar una Parroquia a una persona que tiene vocación a la vida sacerdotal?
Igual que a cualquier cristiano, puesto que la vida de fe, nuestra vida cristiana, ya es la primera vocación. La oración y la Eucaristía, los demás sacramentos, en especial la Penitencia, donde uno se pone cara a cara delante del Señor; el acompañamiento personal a través de catequistas y sacerdotes que te quieren y te hacen confrontarte contigo mismo y con lo que el Señor espera de ti. Es fundamental tener un grupo cristiano de referencia donde uno haga experiencia viva de lo que significa ser seguidor de Jesús. (Fco. Javier Valero)
LOS SEMINARISTAS
- SAÚL: “Del Seminario, lo que más me gusta son los ratos de comunidad, las risas y lo que compartimos los compañeros”.
- ÁLVARO: “Si te planteas la vocación al sacerdocio, no tengas miedo y pide ayuda. Aquél que te está proponiendo esa pregunta es alguien del que te puedes fiar y esperar sólo cosas buenas”.
- ALEJANDRO: “Estando en el Seminario he ganado una familia, que no cambio por nada. El decir “Sí”, al Señor, abre unas puertas que yo nunca había imaginado”.
- JUAN ÁNGEL: “La etapa de pastoral me está aportando lo que creo que luego va a marcar mi ministerio sacerdotal. He dejado los estudios y he comenzado a tomar el pulso a la realidad”.