21 de febrero de 2016
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La Eucaristía es el primer sacramento que imprime carácter (se pueden recibir más veces) la Reconciliación es el segundo. Si el Bautismo y la Confirmación nos hace nacer a una nueva vida en el Espíritu, la Reconciliación y la Eucaristía nos ayudan a caminar en esa vida. Nacer se nace una vez, comer y cuidarse ha de hacerse a diario.
Y con estos dos últimos sacramentos se pone a prueba nuestra fe, a la vez que se fortalece. La asiduidad a estos sacramentos, junto con las buenas obras, puede ser un buen termómetro para nuestra fe. Fijaos como los dos sacramentos ocupan las peticiones del Padrenuestro. “Danos hoy nuestro pan” y “Perdona nuestras ofensas”.
Los pasos del sacramento de la Reconciliación: 1.Examen de conciencia. 2.- Dolor de los pecados. 3.-Propósito de enmienda. 4.-Confesión al sacerdote. 5.-Cumplir la penitencia.
– Si ya tenemos el Bautismo, que nos reconcilia con Dios, ¿por qué necesitamos entonces un sacramento específico de la Reconciliación?
– Si bien el Bautismo nos arranca del poder del pecado y de la muerte y nos introduce en la nueva vida de los hijos de Dios, no nos libra de la debilidad humana y de la inclinación al pecado. Por eso necesitamos un lugar en el que podamos reconciliarnos continuamente de nuevo con Dios. Esto es la confesión. Confesarse parece no estar de moda. Quizá sea difícil y al principio cueste un gran esfuerzo. Pero es una de las mayores gracias que podamos comenzar siempre de nuevo en nuestra vida, realmente de nuevo: totalmente libres de cargas y sin las hipotecas del pasado, acogidos en el amor y equipados con una fuerza nueva. Dios es misericordioso, y no desea nada más ardientemente que el que nosotros nos acojamos a su misericordia. Quien se ha confesado abre una nueva página en blanco en el libro de su vida.
– ¿Quién puede perdonar los pecados?
– Sólo Dios puede perdonar los pecados. «Tus pecados te son perdonados» sólo lo pudo decir Jesús porque él es el Hijo de Dios. Y sólo porque Jesús les ha conferido este poder pueden los presbíteros perdonar los pecados en nombre de Jesús. Hay quien dice: Esto lo arreglo yo directamente con Dios, ¡para eso no necesito ningún sacerdote! Pero Dios quiere que sea de otra manera. ÉL nos conoce. Hacemos trampas con respecto a nuestros pecados, nos gusta echar tierra sobre ciertos asuntos. Por eso Dios quiere que expresemos nuestros pecados y que los confesemos cara a cara. Por eso es válido para los sacerdotes: «A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se Los retengáis, les quedan retenidos»
– ¿Qué hace que una persona esté dispuesta al arrepentimiento?
– Desde el examen de la culpa personal surge el deseo de mejorar; esto se llama arrepentimiento. Se produce cuando vemos la contradicción entre el amor de Dios y nuestro pecado. Entonces nos llenamos de dolor por nuestros pecados; nos decidimos a cambiar nuestra vida y ponemos toda nuestra confianza en el auxilio de Dios. Con frecuencia se oculta la realidad del pecado. Algunos creen incluso que contra los sentimientos de culpa sencillamente sólo hay que tomar medidas psicológicas. Pero los verdaderos sentimientos de culpa son importantes. Es como en los coches: cuando el velocímetro señala que se ha superado el límite de velocidad, no es culpable el velocímetro, sino el conductor. Cuanto más nos acercamos a Dios, que es todo Luz, tanto más claramente salen a la luz nuestras sombras. Pero Dios no es una luz que quema, sino una Luz que cura. Por eso el arrepentimiento nos impulsa a avanzar hacia la Luz en la que somos completamente curados.
– ¿Qué es la penitencia?
– La penitencia es la reparación de una injusticia cometida. La penitencia no debe darse sólo en la mente, sino que debe expresarse en obras de misericordia y en el compromiso con los demás. También con la oración, el ayuno y la ayuda material y espiritual a los pobres se hace penitencia. Con frecuencia se entiende mal la penitencia. No tiene nada que ver con maltratarse o con Los escrúpulos. La penitencia no es estar dando vueltas sobre lo mala persona que soy. La penitencia nos libera y nos anima a empezar de nuevo.
– ¿Qué efectos positivos tiene la confesión?
– La confesión reconcilia al pecador con Dios y con la Iglesia. El segundo después de la absolución es como… una ducha después de hacer deporte, el aire fresco tras una tormenta de verano, el despertar en una radiante mañana de verano, la ingravidez de un submarinista… En la palabra «reconciliación» está contenido todo: estamos de nuevo en paz con Dios.