1 de mayo de 2016
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A lo largo del año la Iglesia católica tiene dos grandes fiestas dedicadas a los enfermos. Por una parte está el 13 de febrero festividad de la Virgen de Lourdes, y por otra parte, hoy día de la Pascua del Enfermo.
Para estos dos días el papa Francisco escribió un bello mensaje con el título “María icono de la confianza y del acompañamiento. Haced lo que Él os diga”. Cuando la Virgen María nos invita a mirar a Jesús para ver lo que nos dice, ya podemos entender a cuánta dedicación y a cuánta entrega nos llama el Señor hacia nuestros enfermos, cuando Él pasaba sus días curándolos, consolando a los tristes, llenando a todos de esperanza. Además de ver esta llamada a todos nosotros a cuidar de nuestros enfermos, y que es una responsabilidad que debemos llevar adelante cada día, hoy queremos centrar nuestra mirada en los Centros Hospitalarios que no están ahí solamente para curar cuerpos, sino, sobre todo, para cuidar la vida entera de cada ser humano.
El mismo Papa nos recuerda en su mensaje cómo cada Hospital, cada Clínica puede ser un signo visible que promueva la cultura del encuentro y de la paz y en el que la experiencia de la enfermedad y del sufrimiento, así como la ayuda profesional y fraterna contribuya a superar todo límite y división. El Papa hace comprender cómo precisamente en los Hospitales se puede encontrar esa ayuda total que engrandece al ser humano.
Hace unos años se puso en marcha una Guía de Gestión de la diversidad religiosa en los centros hospitalarios a nivel nacional, de la que el Sescam tuvo un gran protagonismo en su redacción. Era importante evitar que en un mundo secularizado en el que los agnósticos, ateos e indiferentes abundan cada vez más y en el que crece la complejidad de las diferentes confesiones religiosas, se aparcase este tema y se dejase a un lado la atención religiosa en los centros sanitarios, lo que era ciertamente grave.
En la Guía se ve muy claro que si se quiere humanizar de verdad la medicina no se puede dejar a un lado la asistencia religiosa. Sería un disparate, sería querer convertir los hospitales en centros para curar cuerpos, olvidando la parte espiritual de todo ser humano. Eso sí, hay que respetar los principios de libertad religiosa para que cada quien pueda tener aquella ayuda que necesita.
Aquí en Albacete tenemos la suerte de tener capellanes en el Hospital General y en el Perpetuo Socorro. También en los Comarcales de Hellín, Almansa y Villarrobledo. Y en las clínicas, Santa Cristina y Quirónsalud. Todo ello es un gran regalo.
¿En qué consiste esta atención religiosa? Pues en tener pequeñas capillas en las que puede celebrarse la Santa Misa y en la que queda el Santísimo Sacramento permanentemente. Además están las visitas de los capellanes por las habitaciones que lo requieran y la administración de los sacramentos, como son la confesión, la comunión o la unción de los enfermos. Junto a la ayuda que se presta a los enfermos está la que se ofrece a los familiares de los mismos que a veces la necesitan tanto o más que los mismos enfermos. Y cuando la enfermedad se agrava, ahí está el sacerdote para ayudar a cruzar el último tramo de la existencia hacia la otra vida con esperanza.
Tuve la suerte de estar unos años como capellán en el Hospital Comarcal de Hellín y puedo asegurarles el bien inmenso que se hace, tanto a los enfermos como a los acompañantes. Había algunos enfermos que recibían continuamente el acompañamiento y cariño de los suyos y otros, que por diferentes causas, se encontraban casi siempre solos. Aquí pude ver a lo vivo el grandísimo papel que juega la familia para hacer frente a situaciones humanas difíciles. De las cosas que más me impresionaban es ver cómo había familiares que mientras su ser querido estaba en el quirófano ellos lo pasaban de rodillas delante del Sagrario.
También pude apreciar la dedicación y el cariño con que muchos profesionales realizaban sus tareas prestando de la mejor manera sus servicios sanitarios. No se trataba de pinchar aquí o de cambiar una sonda allá, era sobre todo volcarse en aquellos enfermos sabiendo que allí tenían un ser humano que necesitaba el mayor cariño y respeto.
En el hospital te das cuenta de cómo en la enfermedad, muchos descubren lo que de verdad merece la pena. Sí, mucha gente salía del hospital curado el cuerpo, pero sobre todo con un alma nueva, con otra forma de ver la vida. Su corazón se había transformado.
Hoy, en la Pascua del Enfermo, queremos tener una mirada agradecida hacia todos nuestros Centros Sanitarios. Queremos llegar a comprender que ellos no están sólo para curar cuerpos sino para curar personas. Y si estos son creyentes para ayudarles a descubrir en lo más profundo de sí mismos el mejor horizonte de su existencia, para colmar sus almas de esperanza. En este Año de la Misericordia vamos a descubrir de verdad que el “visitar enfermos” es una gran obra misericordiosa. Así pues no nos queda más que esperar que en nuestros hospitales, siempre que haya creyentes, nunca les falte un servicio religioso.