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16 de marzo de 2009

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Celebramos el Día del Seminario. Un día para pedir, con mucha fuerza al Dueño de la mies que envíe trabajadores, operarios para todo Albacete. Entrevistamos a nuestros seminaristas que se preparan en el Seminario de Orihuela en Alicante. Ellos son Pedro José González de Albacete y que está en 5º curso, Juan Iniesta en 4º curso y de Albacete y Fernando Zapata de Villarrobledo y que estudia 2º curso. Han escuchado la llamada de Dios a entregarse por completo en pro de un mundo nuevo y mejor, a proclamar que Cristo sigue vivo, a acompañar a toda persona que necesite esperanza.

– ¿Qué os está suponiendo el tiempo de Seminario?
Pedro José:
Año tras año (ya van cinco), se va convirtiendo en un tiempo que voy a recordar toda mi vida. La convivencia con los seminaristas va forjando nuevas y auténticas amistades y me está ayudando a valorar las anteriores. Por otro lado, me está ayudando a profundizar en la fe, al propio conocimiento personal y a descubrir el valor del ministerio que, si Dios quiere, desempeñaré.

Juan: Está siendo un largo periodo de profundización en el conocimiento y en la relación con Dios, que no es un ser etéreo ajeno a nuestras vidas, sino un ser muy personal, que cada día me invita a seguir sus huellas y a llevarlo a los demás para que lo quieran como lo que es, un Padre que se fija amorosamente en nosotros.

Fernando: Está siendo para mí un regalo. Después de las dudas, de los miedos, de los complejos, te ves en el Seminario disfrutando con cada detalle. Estoy aprendiendo a confiar en el Señor, a querer a mis hermanos, a darle un sentido pastoral a mi tiempo. Esto trae alegría y esperanza,… una florecita.

– ¿Dios llama a todos por igual?
Pedro José: Por supuesto que no. Cada vez estoy más convencido que la llamada de Dios es una aventura que Él nos propone para encontrar la felicidad y para que sepamos valorarla de verdad. No hay un modelo estándar. Cuando evitamos la aventura: no eres feliz, pero cuando uno se atreve… (lo digo por experiencia).

Juan: Es evidente que no. Lo que sí es cierto es que Dios tiene un proyecto para cada uno, no sólo para quienes pensamos en seguirle en su llamada al sacerdocio o quienes tengan otro tipo especial de consagración. Lo importante es que, de vez en cuando, le demos la oportunidad de decirnos lo que quiere de nosotros, que le escuchemos; por ahí empieza un camino que conduce siempre a la felicidad plena.

Fernando: Dios “nos necesita”. Nos ama con locura y por eso no se cansa de llamarnos. En mí, despertó una ilusión por los niños y los jóvenes concretando esa llamada como Misionero de la Esperanza, un laico comprometido, como a muchos otros jóvenes. Y, aunque todavía no lo entiendo, el Señor ha dado un pasito más: se ha fijado en mí, para servirle como sacerdote. Dios nos llama a todos, sólo tenemos que escuchar y tener ganas de responder.

– ¿Cuáles son las dificultades? y… ¿las alegrías?
Pedro José: Todos sabemos que lo bueno es costoso. Por un lado es difícil estar lejos de tu familia y de tu ciudad. También es difícil la obediencia, por ejemplo. Sin embargo, me he dado cuenta de algo importante: muchas veces lo que tú quieres no es lo mejor ni para ti, ni para los demás. Es una lección que se aprende con el tiempo. Por otro lado están las alegrías, y son muchas: ver cómo un chaval se pregunta por su futuro, la alegría de una anciana cuando te anima a continuar. Así la vida tiene otro sabor.

Juan: Difícil respuesta… Habría tanto…: Dificultades, como en todas partes, las hay (sobre todo, la distancia con Albacete, puesto que nos gustaría estar más presentes en la vida de la Diócesis, y las propias de la convivencia diaria en el seminario). Pero también son muchas las alegrías: el ir avanzando en el compromiso con la Iglesia, en el descubrimiento de la realidad de Dios y su amor por todos nosotros, también la convivencia con algunos compañeros, que son ya más que compañeros, hermanos…

Fernando: Mi dificultad principal es que pienso en mí mismo. En creer que yo solo puedo con todo, de forma que levantarme temprano, obedecer a los formadores o vivir con mis hermanos de comunidad, se hace difícil. Sin embargo, cuando me dejo en las manos del Señor y supero mi propio egoísmo, esas dificultades son las que más alegrías me dan. Porque así, se obedece desde el amor y la libertad, así se hace precioso amar al hermano. En fin, es hermoso dejarse atravesar por Dios.

– ¿Qué opináis de la soledad del sacerdote?
Pedro José: Es una pregunta seria. Lo resumo así: te quedas “solo” para que otro no esté solo. Y así, Dios te llena el corazón y dejas de estar solo.

Juan: Que es una realidad, pero matizable. Es cierto que la del sacerdote no es una situación “normal” (si se puede decir así) y que renunciar a una familia, por ejemplo, puede parecer una decisión un poco radical, difícil; pero no es menos cierto que la vida del sacerdote se llena de personas que le demuestran que no está solo.

Fernando: Seguramente tiene mucho de tópico; el soltero está solo, el célibe no. Es indudable que, en la vida se pasan momentos de soledad, pero ¿acaso no le ocurre lo mismo a los casados? Quizá lo que asusta es la soledad vista desde este mundo materialista. No lo entendemos, pero el Señor no te abandona: hace falta oración y servicio. Y cuando hay tiempos de “bajón”, los hermanos te ayudan estando a tu lado.