5760

5760

4 de junio de 2010

|

143

Visitas: 143

DÍA DEL CORPUS, DÍA DE LA CARIDAD

Los Obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social nos ofrecen un hermoso mensaje para ayudarnos a vivir el Día de Cáritas. El Documento quiere ser una reflexión, puesto que estamos clausurando el Año Santo sacerdotal, sobre la íntima unión que existe entre el misterio e la Eucaristía y el ministerio de los sacerdotes.

Así pues, dicen los Obispos: “Invitamos a toda la comunidad cristiana a que este año la contemplación del Señor, presente verdadera, real y sustancialmente en la Eucaristía, nos lleve a valorar a nuestros sacerdotes como los hombres de la caridad.” Este reconocimiento nos llevará por una parte a descubrir la dimensión caritativa en el ser del sacerdote, pero también el poder tener una mirada agradecida por esa infinidad de servicios caritativos que a todos los niveles y ámbitos están llevando los sacerdotes a cabo. Ellos no son solamente los hombres de la palabra y del culto, emplean también su tiempo y su energía en el ejercicio de la caridad.

Después hacen los obispos una fundamentación teológica para mostrarnos desde todos los ángulos cómo los sacerdotes deben ser los hombres de la caridad.

En primer lugar ellos deben ser los hombres de la caridad por su configuración con Cristo Cabeza y Pastor. Por esta razón los sacerdotes están llamados, añadida a su exigencia bautismal, a tener entrañas de misericordia hacia todas las ovejas para cuidar de ellas a la manera de Jesús, “el buen Pastor”.

El ministerio de la caridad le pertenece al sacerdote por estar configurado con Cristo Sacerdote. Ofrecer la Eucaristía, cuando dice “tomad mi cuerpo, bebed mi sangre”, en este momento el sacerdote está ofreciendo a todos en el pan, su vida, su tiempo, su pensar y sentir; y en el vino, su trabajo, esfuerzo, tensiones, sufrimientos y esperanzas. Esta dinámica de entrega debe ser la fuente de su espiritualidad para hacer presente, sobre todo delante de los más pobres, el amor misericordioso de Dios.

El sacerdote es también el hombre de la caridad, porque le toca liderar a las comunidades, que en la entraña de su ser están llamadas a ser comunidades que viven en una permanente diaconía, sirviendo al mundo. Como nos dicen tantas veces “Cáritas somos todos”.

Queremos por ello recordar –dicen los Obispos- que la caridad no es sólo tarea individual, sino tarea comunitaria, tarea de toda la comunidad y, en consecuencia, requiere una organización y una programación en la comunidad. De esta necesidad de un orden en la administración de la caridad surge una organización como Cáritas, que no es más que la misma Iglesia en el ejercicio de su amor y servicio a los pobres.

Es en este contexto de la dimensión comunitaria de la caridad donde se comprende y ejerce adecuadamente la tarea de presidir en la caridad. Una tarea que no consiste en monopolizar la acción caritativa y social, como si fuera algo que compete sólo al sacerdote, sino en sensibilizar a la comunidad sobre la dimensión caritativa y social de la vida cristiana, promover la corresponsabilidad, implicar en ella a los órganos de comunión y participación de la comunidad parroquial y favorecer la coordinación de la acción caritativa y social tanto en el ámbito intraeclesial como en el social.

Terminan los obispos diciéndonos que la contemplación de la Eucaristía nos debe llevar a orar por nuestros sacerdotes y a la vez tiene que hacer surgir en nuestros corazones un decidido compromiso por erradicar la pobreza y toda exclusión social. Recuerdan que este año la Comisión Europea lo ha declarado “Año de la lucha contra la pobreza y la exclusión social”. Mirando a Europa no podemos por menos que escuchar el clamor de 78 millones de pobres. No podemos olvidar que esta pobreza es fruto de una injusticia social que afecta a la dignidad de las personas y a los derechos humanos, totalmente inadmisible, puesto que aquí disponemos de recursos para erradicar dicha pobreza. Esto se consigue sin duda si nos decidimos por hacer de la persona el centro de la vida económica y social, como nos pide el Santo Padre, Benedicto XVI en su encíclica “Caritas in Veritate”.