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10 de octubre de 2010

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]E[/fusion_dropcap]l próximo sábado, día 16, a las 10 de la mañana, en el Salón de Actos del Obispado tendrá lugar la Presentación de la Acción Católica General. Comenzará la jornada con el saludo del Obispo de Albacete, Ciriaco Benavente. A continuación se procederá a la presentación de Acción Católica General que será expuesta por la Comisión Permanente General de Madrid que tiene como presidente a Higinio Junquera y como consiliario a José Manuel Marhuenda. Los dos desarrollarán los siguientes aspectos: Revitalizar la valoración bautismal de los laicos, la realidad social, lugar de evangelización desde la parroquia, comunidad evangelizadora. La Acción Católica trata sobre la formación como elemento clave para el desarrollo de un laicado maduro y responsable.

Tal como recogen sus Estatutos, aprobados por la Conferencia Episcopal Española en su XCIII Asamblea Plenaria, “Acción Católica General” es un “Movimiento de ámbito estatal, integrado en la Acción Católica Española. Tiene personalidad jurídica propia, como asociación pública de fieles, y se rige por los presentes Estatutos, por las Bases Generales de la Acción Católica Española, por los Estatutos de la Federación de Movimientos de Acción Católica y por las disposiciones del Derecho Canónico que le sean de aplicación”.

Es un movimiento con: Tres Sectores: Niños, Jóvenes y Adultos y tres niveles organizativos: Parroquial, Diocesano y General.

Acción Católica General (ACG) no tiene misión propia, sino que hace suya la misión apostólica de la Iglesia diocesana en cada comunidad parroquial. Un empeño permanente de ACG es la formación de laicos maduros -niños, jóvenes y adultos- capaces de evangelizar. A ello ha dedicado tesón e iniciativas múltiples. Este empeño ha animado la tarea de educar la conciencia y la fe, profundizar en el mensaje del Evangelio, conocer con hondura al Señor y a la Iglesia, la vida de oración y contemplación y celebración de la fe. Esta formación, además, arranca de la vida; en ella la fe interpela al militante y le pide coherencia. Y así le capacita para llevar, con su estilo propio, el Evangelio a lo diario y al complejo tejido de la vida para impregnar toda la realidad del espíritu del Evangelio, tarea propia y peculiar de los laicos.