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14 de agosto de 2016

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Acogida

El Papa Francisco se reunía el 28 de julio con los jóvenes por primera vez durante la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Cracovia. La JMJ, que había comenzado días antes, congregó en la ciudad polaca a más de un millón de jóvenes, procedentes de todos los rincones de la Tierra. Francisco llegaba al lugar del encuentro en tranvía, acompañado por jóvenes discapacitados.

Dedicó sus primeras palabras a resaltar los valores propios de la juventud y contextualizar las jornadas en el marco del Año Jubilar de la Misericordia.  El Papa destacó la diversidad de culturas presentes para “celebrar que Jesús está vivo en medio de nosotros [y] renovar nuestras ganas de seguirlo [con pasión]”.

Elogió “las ganas, la entrega, la pasión y la energía con que muchos jóvenes viven la vida” y aseguró que cuando Jesús toca el corazón de un joven, éste es capaz de actos verdaderamente grandiosos. 

Animó a los presentes a ser optimistas y a trabajar por un mundo mejor. Indicó que la misericordia tiene rostro joven y un corazón misericordioso que acoge, comparte, confía y se compromete.

El Pontífice confesó su tristeza por aquellos “jóvenes que parecen haberse ‘jubilado’ antes de tiempo”. Reconoció que le hace sufrir encontrar a jóvenes tristes, resignados y sin ilusiones, “esencialmente aburridos… y aburridores”. También se lamentó por quienes desperdician “hermosos años de su vida y sus energías corriendo detrás de vendedores de falsas ilusiones”.

Aseguró que la respuesta a los problemas criticados “no se vende ni se compra”. Es un regalo del Padre. “Es una persona, se llama Jesucristo”.

Vía Crucis

Durante el Vía Crucis, el Papa abordó interrogantes profundos y complejos sobre el sufrimiento. Dijo que para algunas preguntas como “¿Dónde está Dios, si en el mundo existe el mal” y las personas inocentes sufren?, no hay respuesta humana. “Solo podemos mirar a Jesús y preguntarle a Él” -afirmó-. “Dios está en ellos, […] sufre en ellos, profundamente identificado con cada uno de ellos. Él está tan unido a ellos, que forma casi como ‘un solo cuerpo”.

Las 14 Obras de Misericordia -declaró Francisco- “nos ayudan a abrirnos a la misericordia de Dios”. En las Obras corporales “tocamos al Señor” en el necesitado. Las Obras espirituales -prosiguió-, nos hacen creíbles como cristianos, por el “modo en que acogemos” a los marginados, heridos, pecadores, etc.

El Papa invitó a los jóvenes a estar “dispuestos a entregar sus vidas para servir generosamente”. “Ante el mal -añadió- la única respuesta posible para el discípulo de Jesús es el don de sí mismo, incluso de la vida, a imitación de Cristo”. En este aspecto fue tajante: “Si uno, que se dice cristiano no vive para servir, no sirve para vivir. Con su vida reniega de Jesucristo”. 

“La vía de la cruz -aseguró el Papa- no es una costumbre sadomasoquista”, sino “la única que vence el pecado, el mal y la muerte. […] Es la vía de la esperanza y el futuro”.

Vigilia

En la vigilia de oración, Francisco advirtió del peligro de confundir la felicidad con la parálisis del “sofá”.  Rechazó la relación entre ser feliz y vivir esclavos de las comodidades, dedicados a los videojuegos y el ordenador, refugiados de dolores y temores. Esta parálisis -insistió el Papa- “puede arruinar a la juventud”, dejando a los “jóvenes atormentados, embobados y atontados, mientras otros, quizás los más vivos, pero no los más buenos, deciden el futuro por nosotros”.

“No venimos a este mundo a ‘vegetar” -afirmó- sino “a dejar huella”. De lo contrario -insistía el Pontífice- “perdemos la libertad”.

Recordó que “Jesús es el Señor del riesgo […] y no del confort […]. Para seguir a Jesús hay que tener una cuota de valentía”. Propuso ir por los caminos siendo “actores políticos, pensadores, movilizadores sociales” y “llevar la Buena Nueva, haciendo de la propia vida una entrega a Él y a los demás”.

Ante las dificultades, incidió en que “cuando el Señor nos llama no piensa en” nuestro pasado, sino en “todo el amor que somos capaces de contagiar”.

Eucaristía de envío

Durante la Homilía de la Eucaristía de envío, con la que se pone punto y final a los actos de la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa analizó la actitud de Zaqueo, personaje bíblico que quiso ver a Jesús y terminó hospedándolo en su casa. 

Francisco habló de las tres dificultades del publicano Zaqueo: su baja estatura, la vergüenza paralizante y la multitud que murmura. Actualizó los tres obstáculos, comparándolos con los que impiden hoy acercarse a Jesús.

Al igual que Zaqueo era de baja estatura, podemos nosotros -dijo el Pontífice- tener “una baja consideración de nosotros mismos”. Advirtió que esta “tentación no solo tiene que ver con la autoestima, sino que afecta también a la fe. Porque la fe nos dice que somos ‘hijos de Dios”.

El Papa invitó a los jóvenes a imitar a Zaqueo y superar la vergüenza que paraliza. Animó a los jóvenes a dejarse atraer por Jesús como “cuando una persona se siente atraída por otra que se enamora: entonces sucede que se hacen de buena gana cosas que nunca se habrían hecho”. 

Ante la barrera exterior de las murmuraciones alentó a no tener miedo y pensar en el lema de la Jornada: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”.

Recordó que, como con el publicano, “la mirada de Jesús va más allá de los defectos para ver a la persona; no se detiene en el mal pasado, sino que divisa el bien en el futuro”.

“Jesús, -añadió Francisco- a la vez que te pide entrar en tu casa, […] te llama por tu nombre […]. Su memoria no es un ‘disco duro’ [es] un corazón tierno de compasión que se regocija eliminando definitivamente cualquier vestigio del mal”.

“Procuremos también nosotros ahora imitar la memoria fiel de Dios y custodiar el bien que hemos recibido estos días” -concluyó-.