16 de febrero de 2013
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]C[/fusion_dropcap]arlo Venosino y Bernardo Cugno han sido ordenados diáconos por nuestro obispo, D. Ciriaco, este sábado día 16, en la parroquia de La Asunción de Letur. Son hermanos de la Fraternidad Santa María de los Ángeles y trabajan pastoralmente en las parroquias de Letur y aldeas desde el año 2009. En los próximos meses, serán ordenados sacerdotes.
P. Carlo, ¿De dónde procedéis?
R. Los dos procedemos de la Diócesis italiana de Siracusa, en la isla de Sicilia. Desde siempre he sido franciscano, aunque viviendo “en el mundo” y con una buena situación económica.
Cuando tenía 26 años dejé el trabajo de dirigente de la administración del gobierno italiano y me puse en las manos de mi arzobispo para vivir vida eremítica, hasta la llegada del hermano Bernardo con el cual empecé la fundación de la Fraternidad Santa María de los Ángeles.
P. Bernardo, ¿Cuándo sentiste tu vocación?
R. Me sentí llamado a la vida religiosa y sacerdotal desde niño. Mi vocación nació en mi familia que es muy católica y seguí en mi parroquia y luego en la Fraternidad donde empecé a los 16 años de edad.
P. ¿Qué sentimientos tenéis ahora que sois diáconos?
R. ¡Una gran felicidad y alegría! Nos parece un don sin igual, el más grande de todos los que nos ha dado el Señor en nuestra larga vida religiosa. También, sentimientos de agradecimiento hacia D. Ciriaco, que ha hecho el discernimiento sobre nuestra vocación al ministerio, y hacia los compañeros que durante años nos han acompañado hasta un día tan importante.
P. ¿Cuál es vuestro balance en este tiempo dedicado a la actividad pastoral en la Sierra de Albacete?
R. La Sierra ha sido una segunda madre para nosotros. Nos ha enseñado la sencillez de la vida compartida con mucha gente que, sin saber mucho de teología, conoce la espiritualidad del amor sincero y de la hermandad.
Hemos aprendido a vivir sin prisa, a mirar a lo que está a nuestro alrededor, al más cercano…al presente, al “hoy”, a pensar en plural, a creer que la fiesta más grande es juntarse para soñar con los niños y escuchar los cuentos de los mayores. La misma geografía de la Sierra es “algo que extiende sus brazos hacia al Cielo”.
P. Habladnos del carisma de vuestra congregación.
R. Nuestra familia religiosa es contemplativa, misionera, diocesana. Ponemos en primer lugar la oración personal y comunitaria, eligiendo vivir siempre en lugares pobres, sencillos y silenciosos y dentro la naturaleza. Éste es el marco de nuestra vocación franciscana, pues Francisco de Asís siempre buscaba a Dios en los sacramentos de la Iglesia y en los “sacramentos” de la belleza de Dios en la naturaleza. Pero la alegría y la paz de la oración hay que compartirla y no es sólo para nosotros sino sobre todo para los demás y “con” los demás.
P. Y siempre sois misioneros: en la Iglesia, en las calles…
R. Nuestra misión es, ante todo, una misión del buen ejemplo y una misión itinerante. Es decir, que así es: siempre somos misioneros: en las calles, en la Iglesia, en la estación de los trenes o en la tienda del centro comercial, en las fiestas del pueblo y en las vigilias de oración.
Y somos diocesanos porqué nuestra vocación se desarrolla en la obediencia al obispo que nos acoge: nuestro servicio misionero se “esposa” con las necesidades de la diócesis donde vivimos.
P. Entonces, queréis responder a las necesidades de nuestra diócesis, que es también la vuestra.
R. Sí. El servicio a las diócesis nos hace sentir más “Iglesia”, pues no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino que nuestra obediencia al Pastor nos hace servidores pobres según la necesidad que no es nuestra, sino que se adapta a aquélla de una diócesis.
Así que, aunque profesemos los tres votos evangélicos, nuestra vocación se puede sintetizar en una vida religiosa enriquecida de una alegre, libre y amorosa obediencia a la voluntad de nuestro Señor, que fue obediente al Padre hasta la muerte de cruz. ¡Bendito sea por siempre!
P. ¿Alguna cosa más que nos queráis comentar, Carlo y Bernardo?
R. Os pedimos que recéis por nosotros, en el camino que emprendemos ahora como diáconos, y en nuestra preparación como sacerdotes.