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22 de diciembre de 2010

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Hace más de veinte siglos, en la gruta de Belén, porque no había sitio en la posada, nació de las entrañas de María Nuestro Señor Jesucristo. “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; a los que habitan en tinieblas y sombras de muerte una luz les brilló” nos dirá la liturgia de la Noche Buena. La señal dada a los pastores nos asombra por la desproporción: “Encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. ¡Una luz capaz de iluminar al mundo a través de la pequeñez de un recién nacido!

Nuestra fe confiesa que “el Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros”; que puso su tienda al lado de las nuestras: tienda humilde como la de los beduinos del desierto, como la de los israelitas en su éxodo hacia la Tierra Prometida. “En Él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres”. Sólo Él puede traernos la alegría más honda, la felicidad más verdadera, la vida más plena.

Os deseo que la luz, que es Cristo, ilumine a cada uno de vosotros y a cada familia, desde el más pequeño al más anciano. Y si en vuestra mesa queda alguna silla vacía, porque hayáis perdido a algún o de vuestros seres queridos, que la luz llegue con el dulce color de la esperanza. Seguro que él o ella gozan ya de la luz eterna.

Vaya también mi felicitación y mis sinceros deseos de felicidad y bien para quienes, aunque tal vez no compartáis nuestra misma fe, seguro que hacéis vuestros los grandes valores de ternura, amor, paz y fraternidad que comporta el mensaje de la Navidad. Unos y otros podemos hacer camino juntos, encontrarnos en aquello que nos es común: la verdad del hombre, de su naturaleza y dignidad, de sus más legítimas aspiraciones.

Mi recuerdo, mi afecto y mi felicitación quisieran llegar de manera especial a quienes estén más solos, a los que más sufren, a los enfermos, a los que  quizá no tienen ni siquiera cobijo, a los emigrantes, a los encarcelados, a las víctimas de la injusticia, a los que padecen la violencia del hambre, del odio o de la guerra. Jesús quiere ser Buena Noticia especialmente para vosotros.

Ante el pesebre de Belén, pedimos al Dios Niño que disponga nuestras manos para construir juntos una sociedad cada día más justa y más fraterna; para preparar entre todos una mesa grande en la que todos podamos sentirnos y sentarnos como hermanos, en la que todos seamos sirvientes y comensales.

Recibid estas letras como la postal navideña que quisiera haceros llegar a cada uno

 ¡Feliz Navidad!