29 de enero de 2009
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]N[/fusion_dropcap]uestro Obispo, acaba de volver de Guatemala después de pasar unos entrañables días con nuestros curas misioneros que desde hace muchos años están ejerciendo el apostolado en aquellas tierras. Su vuelta fue un poco accidentada, pues a las horas normales del avión, hubo que añadir las horas del tren desde Málaga a Albacete al no poder aterrizar su avión en Barajas a causa de la nieve. Pero todo ha merecido la pena.
– Nuestra primera pregunta es por los misioneros, ¿cuántos están allá, quiénes, se encuentran bien, contentos?
– Tenemos cuatro sacerdotes, en una extensísima región llamada El Petén. Regentan dos parroquias como centro, pero alrededor de ellas hay un montón de aldeas, cuarenta, cincuenta, que tienen que atender. En una de ellas se encuentran Alfonso Ruescas y Ángel González y en la otra Javier Plá y Julián Mansilla. Es posible llegar a atender a tantos pueblos, dado que cuentan con muchos seglares, delegados de comunidad, catequistas comprometidos en la actividad pastoral. También hemos visitado a otra misionera natural del pueblo de San Pedro, Purificación García, Misionera Cruzada de la Iglesia. He podido percibir que los misioneros están muy bien y contentos, ya que allá el trabajo pastoral es muy gratificante. La gente valora mucho el trabajo que hace la Iglesia como un servicio al pueblo y muestran a su vez un gran cariño hacia los padres, hacia los sacerdotes.
– ¿Cómo son allá las comunidades?
– Son comunidades muy vivas, participativas. A veces se ve una falta de medios materiales, pero ahí están ellos, con ilusión y esperanza para llevar las cosas adelante. Era impresionante ver subir al acabar la misa a los delegados, a los catequistas para dar los avisos, las informaciones, los futuros trabajos a realizar, y te quedas admirado de ver cómo hablan, qué bien se expresan, cómo manejan los textos evangélicos. Hemos participado, (habla el Obispo en plural, ya que le ha acompañado en el viaje el Delegado de Misiones José Joaquín Tárraga) en una sesión de formación, y ciertamente es sorprendente ver cómo ellos mismos llevan las cosas adelante, y así los sacerdotes puedan emplearse en lo que es su tarea más propia como son las celebraciones sacramentales. Otra faceta de estas comunidades que me más me ha llamado la atención es ver las iglesias llenas de gente joven, jóvenes arrodillados delante del Sagrario, jóvenes rezando el rosario, acercándose a recibir el sacramento del perdón… Esto es algo que aquí quisiéramos ver más…
– ¿Y las realidades sociales?
– Me ha causado mucha pena ver tanta pobreza en su hábitat. Casas muy pobres, hechas de cañas, tejados de planchas de uralita, o de hojas de palmera, suelo de tierra, una sola habitación, sin agua corriente, sin luz, sin letrinas. Nuestros misioneros participan también de esta pobreza. También me ha impresionado el ambiente de violencia y miedo en el que viven, tal vez fruto de la reciente guerra civil. Allá uno es capaz de matar a otro por nada, porque me ha quitado la novia, porque le tengo envidia… Lo malo es que esos crímenes luego quedan impunes, nadie les castiga porque no hay justicia. Así, pues, optan por callar y sufrir en silencio y que no nos pase más. Hay un afán por superar esta violencia social, estos miedos y es la Iglesia la institución que más comprometida está en este objetivo de liberación y reconciliación. Es la Iglesia la institución que más confianza les ofrece en su lucha por las demandas sociales.
– ¿Y el tema de las sectas?
Este tema es algo que nos llamó mucho la atención. Nosotros en Europa, con espíritu ecuménico, nos vamos acostumbrando a vivir diferentes credos en paz, respeto y armonía. Pero las sectas es otra cosa. Allá ves en una misma calle pequeños grupos religiosos, pero muy activos, en diferentes capillas y dan la impresión que no buscan más que hacerse daños unos a otros, poner los altavoces más altos, para que los otros no puedan celebrar, no puedan llevar adelante sus actividades como la Iglesia Católica es la más numerosa, da la impresión, a veces, que todos van contra ella, pero los católicos no entran al juego, lo llevan con paciencia para tener paz con todos. Estas sectas, con harta frecuencia, se aprovechan de la gente, de sus miedos, de sus debilidades psicológicas y les sacan de mala manera el dinero… Toda una pena y un reto para la Iglesia Católica para hacerles comprender de una manera testimonial cuál sea el mejor camino a seguir y evitar lo posible que la gente caiga en las sectas
– ¿Y los misioneros les han llevado a ver cosas hermosas?
– Sí, también hemos hecho un poco turismo misionero. Hay cosas muy bellas y espectaculares, por ejemplo allí muy cerca de la misión hay un lugar muy pintoresco con una laguna. Pero lo más impresionante que vimos fueron las monumentales ruinas de la cultura maya, en Tikal. Todavía quedan indígenas con su lengua propia. Es impresionante ver aquellos palacios, escalinatas, invadidos por la selva, árboles gigantes enlazados en las piedras. Esta cultura maya desapareció, nadie se explica cómo, siglos antes de que llegasen los españoles. También es digna de ver Antigua, la anterior capital que fue destruida por un volcán. Allá se ve lo que fue una ciudad colonial, con un impresionante trazado de calles rectilíneas, la catedral, grandes conventos donde estuvieron diversas órdenes religiosas, franciscanos, dominicos, la primera Universidad de los jesuitas. Todo refleja un pasado esplendoroso.
– ¿Alguna cosas más que añadir?
– Pues que vengo muy contento de ver a nuestros misioneros lo bien que trabajan. No cabe duda que es un orgullo para una diócesis, y para su Obispo, tener un grupo de sacerdotes llevando adelante una obra misionera tan importante. Pero no es solamente la acción pastoral, también las obras sociales que con ayuda de Albacete y de fuera, están haciendo florecer con el compromiso de elevar las condiciones de vida de los guatemaltecos.
No podremos olvidar que este pueblo ha sido terriblemente castigado por la guerrilla, por la dureza de algunos gobiernos, muchos años de sufrimiento y que poco a poco se va recuperando. Nuestros misioneros tienen un papel muy importante en esta recuperación para que este pueblo encuentre su dignidad y libertad. Allá se ve claro lo que es una verdadera evangelización al servicio del hombre en todas sus dimensiones.
Con todo mi afecto, Sr. Obispo, le agradezco este tiempo que nos ha dedicado. Creo que merece que nuestros diocesanos conozcan estas realidades que también son suyas.