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3 de febrero de 2019

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Resulta extraño que, en días de agnosticismo e individualismo galopante, un juez de menores de 63 años, D. Emilio Calatayud, tenga el seguimiento popular y presencial que tiene. No sólo son clamorosos los números de visitas en los vídeos que libremente la gente ha ido subiendo a las redes sociales, sino que, en cada una de sus charlas presenciales, la multitud se agolpa para escuchar a viva voz su mensaje. Es extraño y llamativo cómo en la gélida tarde del 12 de enero del presente año, en el monumental templo de La Asunción de Hellín, se congregaran más de 700 personas.

Comenzó la alocución con una pequeña y sincera presentación de Ricardo Magro, párroco de la misma. En ella, remarcó la iniciativa y programada acción del Arciprestazgo «Campos de Hellín» en la Semana de la Familia del tercer año de la Misión Diocesana en la que estamos embarcados. Somos iglesia discípula-misionera que tiende su mano samaritana a las diferentes heridas a las que la familia debe hacer frente. Somos iglesia, madre y hospital de campaña, que no permanece indiferente ante el dolor de tantos miembros que necesitan de una mano amiga, de un oído atento y de un corazón compasivo que les intente comprender desde la misericordia.

La primera palabra del afamado juez de menores de Granada fue dirigida a su amigo cura, Ricardo, que lo acompañó en momentos vitales difíciles: la despedida de tres seres queridos. Fue ocasión para el testimonio de fe y pertenencia a la Iglesia católica del conferenciante. A todos los presentes, emocionó la hondura humana y espiritual de alguien tan acostumbrado a los actos multitudinarios y al trabajo coti­diano de la práctica pública y judicial.

Con el triple esquema de Familia, Escuela Sociedad, expuso, en cerca de dos amenas horas, su propuesta. Que, como dijo, es la misma y repetida infinidad de veces y que se puede contrastar en los vídeos de YouTube en los que se expresa.

FAMILIA 
Familia que hemos de cuidar. Considerando los diferentes modelos de familia que hoy se presentan, Emilio habla del cambio que supone ser hijo preconstitucional y ser padre posconstitucional. De ser hijo esclavo, a pasar a ser padre esclavo. De un sistema autoritario, donde nada se hablaba y todo se prohibía, pasamos por la ley del péndulo a un sistema donde todo se dialoga, se racionaliza, se cuestiona… Que todo es bueno, menos que el padre deje ser padre y sea amigo pues deja al hijo huérfano. Aquí, ahondó en los deberes y obligaciones del padre por ser padre y al hijo por ser hijo (estos términos por supuesto se entienden como padre-madre e hijo-hija). Y, sin tono amenazante, relató varios casos de violencia y maltratos de hijos a padres (mayoritariamente de clase media y alta) creciente entre hijos adoptivos y sus padres.

ESCUELA
Escuela que hemos de cuidar. Como pasó entre padres e hijos, pasó entre maestros y alumnos. El colegueo diluye la autoridad. Necesitamos del principio de autoridad, como dice el juez, necesitamos edificar entre todos el lugar diferente que el maestro debería ejercer sobre el alumno. Pues es necesario el uno para el otro. Fue bonito cómo nos explicó cómo surgió la condena para que los menores sancionados aprendieran a leer. Fue uno de los menores el que le pidió aprender a leer porque no sabía. Habló en varias ocasiones del fracaso de las reformas educativas que padecemos.

SOCIEDAD
Sociedad que hemos de cuidar. Aquí describió fenómenos como el botellón o el alcoholismo de menores autorizado, por horas, por las autoridades competentes. También, la realidad de la ludopatía animada por las casas de apuestas, que ha aflorado en muchas ciudades y pueblos, alimentada por campañas publicitarias en los que famosos deportistas y personajes públicos se prestan por intereses económicos. Habló de la adicción al móvil y lo describió como una auténtica droga, que genera frustración y violencia en el entorno del adicto.

Todo lo descrito fue ilustrado con ejemplos que, sin dar nombres, eran reales de las causas judiciales que lleva entre manos, desde 1987, en la bella ciudad de Granada. De la vida y de la fe, le viene a este buen hombre su gran poder de convocatoria. Es auténtico.

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