31 de mayo de 2007
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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]E[/fusion_dropcap]l domingo día 3, la Iglesia celebra el día de la Vocación Contemplativa. En nuestra diócesis hay ocho monasterios de vida contemplativa. Desde Las Clarisas de Hellín y Carmelitas Descalzas de Albacete nos hablan de su vida, del secreto de su alegría.
CLARISAS DE HELLÍN
‘Las Clarisas’ forman parte del sentido profundo y de la historia de Hellín. Clara María es el nombre de ‘la madre’, elegida por todas para un espacio de tiempo. Tiene una voz cálida que le da credibilidad y convencimiento a todo lo que dice…
¿Por qué el silencio, la clausura, la vida contemplativa en un mundo tan ruidoso, tan interesado, tan ocupado…?
Más que el porqué, más que una pregunta es nuestra respuesta al amor de Dios que cada cristiano experimenta en lo más profundo de su ser. Si lo piensas bien, es la respuesta que todos debemos dar, es un estado de dedicación, de adoración continua al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo que vive en nosotros. Es creernos y vivir de verdad lo que Dios nos dice en su Palabra: “Amarás al Señor, tu Dios, con todas tus fuerzas, con todo tu corazón, con toda tu mente, con todo tu ser…”. Esto es lo esencial de la vida contemplativa: reconocer que Dios vive en mí, me habita y como respuesta surge la alabanza, la alegría, la donación. El cristiano cuando hace todo lo que puede y todo lo que desea siempre busca algo más; no es completo. Pues bien: la vida contemplativa es una donación incondicional completa a Dios. Como el contemplativo no tiene nada que ofrecer se ofrece a sí mismo. Se da por entero a Dios que tanto amor nos manifiesta. Se ofrece a Dios de forma completa, total y absoluta.
En mi experiencia personal nace el deseo de la vida contemplativa como un gesto de donación completa a la llamada de Dios.
El silencio tiene su raíz en que a Dios sólo podemos acceder desde el silencio, nos lo hace más cercano. El silencio es la ayuda insustituible para encontrarlo, tanto a nivel interior como el silencio externo.
El silencio es el que realmente nos pone de frente a nosotros y frente al misterio de Dios y a nuestra realidad personal. Nos hace gustar de las riquezas tan profundas que llegamos a saborear en el encuentro personal con Él.
Pero lo que usted dice es muy difícil de entender en un mundo en el que los jóvenes necesitan tantos trastos y cacharros para oír otras cosas…
Creo que sí; me parece que a los jóvenes les cuesta un poquito quedarse a solas y a la escucha verdadera, porque parece que se le tiene un poco de temor a quedarse en silencio porque como el silencio nos pone enfrente de nosotros mismos, nos revela la realidad de lo que somos… puede haber temor a descubrir el vacío tan grande que podemos encontrar.
Parece que nuestros jóvenes (y los que no son tan jóvenes) prefieren evitar saber la realidad de lo que cada uno es.
Quizás los temores más grandes que podemos experimentar los humanos es el descubrimiento de la verdad sobre nosotros mismos. Y logramos descubrir esa verdad personal sólo por medio del silencio.
El día de la vida contemplativa, rezamos por ustedes, pero su vocación es rezar por nosotros, por todo el mundo…
Sí; damos gracias continuamente a Dios y a la Iglesia por nuestra vocación. Para nosotras esta dedicación completa a Dios nos hace una dedicación completa por todos los hombres, por todos nuestros pueblos y nuestras ciudades, por nuestra España por los problemas actuales.
¿Es usted feliz?
Completamente. Más de lo que nunca soñé que Dios podría colmarme. Es la verdad de una alegría plena y absoluta.
CARMELITAS DESCALZAS DE ALBACETE
La Vereda de Jaén tiene entidad propia; pero es muy conocida también porque en esa vereda está el convento de las Carmelitas Descalzas. Muchos grupos parroquiales se acercan a compartir, a dialogar, a orar. Tienen la artesanía del bordado y de todo lo que tocan. Sobre todo tienen la artesanía del Espíritu para la escucha, la comprensión y la acogida. Irremediablemente cuando sales de allí uno piensa: “¡Estas mujeres son felices!”. Nos acercamos para que esta mañana nos den ‘su receta de la vida comunitaria’
Nos responde la Hermana Maria Luisa. Viven la vida comunitaria hasta después de la muerte. Toda la vida unidas dentro del convento y hasta cuando mueren enterradas en el patio del monasterio. La vida comunitaria debe ser una gran riqueza, un gran don por descubrir…
La Vida comunitaria es un don que tiene sus raíces en las palabras de Jesús: “Donde dos o más están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. La mayor riqueza de la vida comunitaria es la presencia de Jesús la que da sentido a todo. Los demás dones surgen de aquí.
Una de esas riquezas de la vida comunitaria es que los dones de cada uno son los dones de todos. Dios enriquece a la comunidad con los dones, con las cualidades, con las posibilidades de cada una puestas al servicio de todas. Dios enriquece así a la comunidad.
La vida comunitaria también es una gran ayuda en nuestro equilibrio personal porque no estamos siempre con la misma tónica o con el mismo optimismo; pasamos (como todo el mundo) nuestros baches, momentos malos, crisis, dificultades, oscuridades… entonces la vida comunitaria sincera ayuda a superarlos.
La vida comunitaria además nos pule porque somos muy distintas, cada una es de una manera, y el hecho de ir en unidad, al unísono, buscando la armonía comunitaria respetando la personalidad de cada una, exige abnegación, esfuerzo, comprensión…
Pero cuál es el secreto para que esto que en nuestro mundo es poco menos que imposible porque donde hay más de uno ya es fácil que nazca la rivalidad, la competencia, la envidia… ¿cuál es la clave para que en los conventos y monasterios funcione tan bien la vida comunitaria?
Buscar todos a Cristo y realizar en Él la unidad. Cada una por su lado no tiene sentido. Fíjate que tenemos, por vocación, muchos momentos de eremitismo, de soledad… pero el aspecto comunitario es fundamental y lo gozamos de forma plena. Si caminamos unidas Jesús está en medio y si no estamos unidas se da la dispersión y si hay dispersión no hay comunidad y si no hay comunidad sería inaguantable vivir así toda la vida. Cuando descubrimos la riqueza del silencio, de la vida comunitaria, te puedo decir que es ‘el Cielo en la tierra’.
Otra de las claves o secretos de nuestra vida comunitaria es la liturgia, la oración y el canto comunitario, la celebración de la Eucaristía… nos hace ‘tocar’ la trascendencia, sentir plenamente que Dios es el centro de todo y todo tiene sentido en la sencillez y, a la vez, en la solemnidad de su presencia.
¿Es usted feliz?
¡Mucho! Realmente cuanto se puede ser en este mundo. Y si tengo que poner un tope a mi felicidad es lo que me falta de entrega completa a Él. Cuanto me falta de entrega a Él, me falta de felicidad. Por eso mi esperanza y confianza de ofrecerme continuamente a Él cada día.
Si la gente supiera lo feliz que se puede vivir en esta dedicación y entrega a Él, habría cola en nuestros monasterios para entrar, porque en este mundo de dispersión, de tanto ruido, de cada uno por su lado, de tanta soledad disimulada, de tanto vacío… está muy cerca el antídoto, la solución, EL ENCUENTRO.