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20 de abril de 2014

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D. Juan María Uriarte Goiricelaya, Obispo emérito de San Sebastián, ha venido a Albacete llamado por nuestro Obispo D. Ciriaco Benavente Mateos, para ofrecer a los curas de la diócesis su reflexión y análisis de la exhortación apostólica del Papa Francisco, Evangelii Gaudium: la Alegría del Evangelio, un documento escrito tal y como habla el Papa, con un estilo directo, sencillo y agradable, como si fuese una conversación, que está rompiendo barreras de ventas y de lectura en la historia de los escritos papales, entre los mismos cristianos y entre quienes están alejados de la Iglesia y consideran estos textos complicados, lejos de su vida cotidiana. Muy al contrario, esta exhortación habla de las cosas presentes y explica cómo vivir bien, con un lenguaje normal. Muestra, en definitiva, la alegría de creer.

 D. Juan María, ¿Nos recomendaría leer la Evangelii Gaudium? ¿Este libro es para todos?
Ya lo creo que sí. Yo no soy quién para dar consejos ni recomendaciones ni a la ciudadanía de Albacete, ni a los cristianos de Albacete, pero si yo tuviera que darles una recomendación sería: lean ustedes este libro y déjense interpelar y consolar por él. Ciertamente tiene un estilo tan gráfico, que queda de manifiesto cuando dice, por ejemplo, que los evangelizadores no tienen que tener cara de funeral, ni cara de vinagre, y en otra ocasión, cuando dice que hay evangelizadores que viven la Cuaresma sin Pascua de Resurrección.

¿Cuál es la fuerza, el poder, de este documento papal?
Tiene el poder de una palabra que por ser llena, por ir a lo esencial, por ser sencilla, interpeladora y consoladora, y por mostrar la alegría de creer, llega, sobre todo, a una generación que no se caracteriza por una gran dosis de alegría. Los cristianos y los no cristianos según los analistas más renombrados, vivimos un síndrome de atardecer: tenemos más bien esta inclinación nostálgica que solemos sentir cuando vemos atardecer tranquilamente, con un poquito de pena en el interior. Pues bien, quizás el gran don de este libro es que puede ayudarnos a pasar del síndrome del atardecer al síndrome del amanecer.

¿Qué es lo que más le ha gustado de la exhortación?
El feeling que tiene este Papa, esta capacidad de llegar a la gente, no solamente a la gente convencida, creyente y deseosa de escucharle, sino incluso a gente bastante alejada de la Iglesia y de la fe, que ha desbordado incluso los mismos niveles de aceptación popular que tuvo nuestro gran y queridísimo Juan XXIII.

Ud ha concelebrado con el Papa Francisco en la Casa Santa Marta, donde él reside  y celebra misa todos los días para estar cerca y hablar con los fieles de su Diócesis, como Obispo de Roma.
Sí. El día en que cumplí 37 años de mi vida episcopal, concelebré con él, a su lado. Estuvimos allí las noventa y tantas personas que podemos estar en el espacio de la capilla. El Papa Francisco, al final de la Eucaristía, se sienta en uno de los bancos a dar las gracias al Señor, con los demás, y seguidamente se levanta y va detrás de la capilla y va recibiendo uno a uno cada día: esto es un detalle de su cercanía y de su humanidad.

El Evangelio es el mensaje más hermoso que tiene este mundo.
El alma de la exhortación del Papa Francisco sobre la alegría del Evangelio radica en esta frase: “El Evangelio es el mensaje más hermoso que tiene este mundo”. Se trata de un anuncio que es el más hermoso que podemos recibir y ofrecer: la revelación del amor increíble de Dios a los hombres, visibilizado en el envío y la entrega de Su Hijo. Cada persona es digna de nuestra entrega. Todo ser humano es reflejo de la ternura infinita del Señor y Él mismo habita en su vida”, dice el Papa en la Evangelii Gaudium, al tiempo que ataca las desigualdades sociales que genera el sistema económico imperante:

«Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciándose a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales».