20 de junio de 2010
|
127
Visitas: 127
Cuando hay verdadera necesidad la gente de buen corazón acude con solicitud para ayudar. No hay persona que se resista al “toquecito” de Dios a nuestra conciencia cuando palpamos realmente la penuria, el hambre, la desgracia a nuestro lado. En la Institución Benéfica Sagrado Corazón (a la que mucha gente dice ‘Cotolengo’) a todo mendigo que llamaba a la puerta se le daba un plato de comida. Cuando empieza la inmigración y los inmigrantes llegaban en oleadas sobrepasando los puestos de trabajo, el número empieza a aumentar y en vez de ser unos cuantos mendigos transeúntes los que pedían un plato de comida caliente ya eran personas fijas a diario (generalmente hombres, africanos en su mayoría) excepto los días que encontraban un trabajo eventual en el campo.
Desde hace año y medio o dos años el número de parados aumentaba con rapidez y al cola de gente a la puerta de la Institución para comer un plato de comida caliente, era cada vez mayor. En la entrada, en el jardín hay algunos bancos pero resultan insuficientes ante tanta gente. Además los días de frío o de lluvia “se nos rompía el alma al no poderlos atender mejor”.
Hay que buscar una solución para no sólo dar un plato de comida caliente sino además que se ofrezca en un sitio digno. Aprovechando las obras que eran necesarias para la casa para los internos de la Institución, las monjas decidieron hacer el comedor y la cocina para los necesitados que llaman a la puerta cada día. Las obras se terminan y el comedor también. Creo que nadie (con criterios sólo humanos) se hubiera aventurado a construir un comedor sin tener el soporte de los voluntarios imprescindibles y todos los alimentos que se iban a necesitar. Pero estas mujeres que se creen de verdad el Evangelio y que saben que la Institución se funda y se fundamenta en las palabras del Evangelio: “Mirad los lirios del campo… o los pájaros del cielo… Dios nuestro padre los alimenta…”, pues eso: que como se fían de la voluntad de Dios el comedor ya está hecho y tiene en estos días una media de 95 comensales (hay días que muchos más) de distintas nacionalidades incluidos familias de Albacete y para servirles ya hay unos 75 voluntarios comprometidos.
Sí es cierto: antes del milagro del voluntariado recordamos que lo primero es el milagro de la Institución Benéfica S. Corazón. Es un milagro de fe porque estas monjas nunca piden. Reciben lo que se les da. Confían en la Providencia y en el Evangelio… nunca les ha fallado. Por lo tanto tampoco les podía fallar el voluntariado.
Cada día se reparte el desayuno y la comida y en la comida se les da un bocadillo para la cena. El desayuno se reparte a las 9 de la mañana y la comida a las 13:30. Los voluntarios han elegido el día que mejor les viene y cada grupo está formado por 8 o 9 personas. Los que hacen la comida empiezan a las 10 de la mañana y los que sirven las mesas van un poco antes de la comida.
En la primera revisión todos han destacado la alegría y hermandad con la que comparten la tarea y el espíritu de fraternidad que se respira. Si un voluntario no puede ir por cualquier motivo avisa al coordinador de su grupo con antelación para que se pueda avisar a otra persona. Se necesitan más voluntarios, sobre todo de cara al verano por motivo de las vacaciones familiares o los desplazamientos estivales a las parcelas. Los voluntarios son de todas las edades y condiciones. Puede ser una ocasión estupenda para que tú, querido lector, des el paso adelante y te comprometas.