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10 de enero de 2016

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[fusion_dropcap color="var(--awb-color2)" class="fusion-content-tb-dropcap"]E[/fusion_dropcap]l sacerdote salesiano José Joaquín Gómez Palacios ha participado en el encuentro diocesano de catequistas bajo el lema “El catequista como testigo de la misericordia”. Con más de 40 años de experiencia como educador, Gómez Palacios anima a los cristianos a que sean más acogedores, más afectuosos y cercanos, a que naden contracorriente en un contexto frío e impersonal.

-En el Año de la Misericordia, ¿cómo se puede llevar ésta allá donde vayamos?
-Misericordia es una palabra muy abstracta que hay que concretar para hacerla realidad, para que no se quede sólo como una idea.

-¿Y cómo concretar la misericordia para que no se quede en una idea?
-En el Evangelio tenemos a un maestro, que es Jesús de Nazaret, que es el que fue diversificando la misericordia en un milagro o en una parábola. El mismo Jesús es un maestro que nos enseña a ser personas misericordiosas en diferentes situaciones.

-¿Cómo se puede llevar a la práctica en el día a día?
-Con el afecto. Nuestra cultura, a veces, es muy fría e impersonal. La misericordia puede transformarse en afecto, en cercanía o en acogida, que deben ser signos distintivos de los cristianos en la familia, en la parroquia o en el trabajo.

-¿Cómo ponemos en práctica este año parábolas como la del Buen Samaritano o el Hijo Pródigo?
-Hemos estado viendo con los catequistas qué significa Buen Pastor. Hay más de veinte verbos que se pueden aplicar al día a día de cualquier catequista. Lo vemos en la parábola del Buen Samaritano. Dios se acercó, sintió compasión, curó las heridas, le ayudó, lo llevó a un sitio seguro… En definitiva, todo un itinerario para cualquier cristiano, para que sepa cómo comportarse.

-¿La Iglesia es un lugar de misericordia?
-Ni somos mucho, ni poco. Tenemos parroquias en las que realmente te sientes acogido. No obstante, nuestras parroquias pueden mejorar mucho. Deberíamos de definir mejor los espacios para los diferentes grupos. El espacio de los niños debería ser como su habitación, el espacio de los adolescentes, el de Cáritas o el de los matrimonios. Y luego tendríamos que hacer un esfuerzo grande para que todos se sintieran unidos a una misma comunidad.

-¿Qué itinerario se podría trazar para este año?
-A los catequistas les he dado unas hojitas en las que está el Evangelio de cada día con una conclusión o consecuencia en clave de misericordia, de educador misericordioso. Si ponemos afecto, a lo largo de un año no conseguiremos cambiar el mundo, pero sí ser más acogedores y, en definitiva, ser más misericordiosos.

-¿Dónde ve un ejemplo vivo de misericordia? ¿Lo encontramos en el Papa?
-Hemos tenido la suerte de contar con Juan XXIII, que es Santo, un Papa bueno; con Juan Pablo II, terriblemente mediático y también Santo, y tenemos ahora a un señor que camina con dificultad, porque siempre lleva los mismos zapatos ortopédicos, pero que es capaz de entusiasmar a la humanidad entera con lo que dice. Lógicamente, los cristianos estamos de enhorabuena porque tenemos figuras que van delante de nosotros, que nos van enseñando el camino de la sencillez, de la misericordia y de la humildad.

-Es experto en la pastoral con niños y con jóvenes, ¿qué retos se plantean en estos momentos para la transmisión de la fe?
-El catequista no puede limitarse a enseñar catequesis, debe ser educador. Hay muchos niños que son huérfanos de vivencias profundas, de valores que den sentido a la vida. Las parroquias deben asumir el reto de educar evangelizando, pero también de evangelizar educando. Además, tenemos un área de trabajo muy grande con las familias. Hay muchos padres que llevan a sus hijos a la catequesis, pero en ellos sólo quedan unos tizones que nosotros deberíamos reavivar.

-¿Tiene alguna experiencia de conversión?
-Hay muchos jóvenes que viven vacíos y cuando se acercan a estos ambientes de afecto y profundidad descubren que su vida tiene sentido. Sí que los he visto, más tarde, a los veintitantos años, decir: “Yo quiero devolver lo que me han dado”. Igual pasan meses o años haciendo un voluntariado porque han descubierto que la vida tiene sentido más allá de ganar dinero. A lo mejor no son grandes conversiones, pero sí pequeños destellos que dan sentido a la vida cotidiana de los jóvenes.

-¿Qué mensaje le gustaría dejar?
-Quisiera animar a todo el mundo a que sea creativo, a que no tenga miedo, a que se deje llevar por la fuerza de Jesús Resucitado. Hay que caminar en la vida con alegría. Yo soy salesiano y nuestro fundador, Don Bosco, nos dijo que un Santo triste es un triste Santo. Por tanto, la alegría, el optimismo, el sentido positivo de la vida nos pone en el camino de Jesús Crucificado.