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30 de octubre de 2016

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El pasado mes de septiembre se celebró la tradicional convivencia de sacerdotes y diáconos para preparar el nuevo Curso Pastoral. Este año con la novedad de poner en marcha la Misión Diocesana durante los dos próximos años. Para sensibilizarnos en este hermoso proyecto de la Misión, el Sr. Obispo invitó a José Manuel Vidriales, Vicario de Pastoral de la diócesis de Ciudad Rodrigo, que ofreció dos hermosas conferencias. Una “Abiertos a la experiencia de Dios y atentos a la realidad”. Otra: “Salir a servir el Evangelio”. Después se prestó amablemente a responder a nuestras preguntas.

José Manuel, ¿cómo estar abiertos y atentos la realidad para salir a la Misión?
A veces la espiritualidad se ha vivido un poco como si el ser espirituales era una manera de estar alejados de este mundo. Todo lo contario. Tenemos que estar vueltos a Dios, tener una experiencia profunda de Él, y vueltos hacia el hombre y nuestro mundo. En esto consiste la Misión, estar en una actitud de salida como tantas veces nos repite el Papa. Nuestro Señor Jesús salió del seno del Padre para traernos a los hombres todo su amor. También nosotros, los que hemos conocido el amor de Dios, estamos llamados a salir al mundo, acercarnos a los hombres para llevarles también ese amor.

Tenemos que salir pero ¿cómo salir?
En el mundo en que vivimos no siempre es fácil. Pero siempre podemos hacer algo. Hay que callejear, hay que estar de aquí para allá, un intentar ir de tú a tú. No se trata de hacer proselitismo, pero sí acercarnos a todo aquel a quien podamos, con delicadeza, empezando por nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo, dónde y cómo podamos, siempre de la manera más delicada que se pueda para anunciar el evangelio. También tenemos que usar todos los medios que pueden ayudarnos como el arte, la cultura, las redes sociales…

¿O sea que todos estamos llamados a salir?      
Ciertamente, no solamente los sacerdotes. Un sacerdote que yo conocí, con gran empuje misionero, decía que las religiosas, los laicos y los sacerdotes debíamos trabajar jun- tos formando lo que él llamaba “fraternidades apostólicas”. Trabajando dentro de una comunidad se puede llevar adelante mejor la misión. Pues uno sólo, en este mundo tan individualista, es muy difícil mantenerse ya que el ambiente nos come.

¿Y esto hay que hacerlo hoy no mañana?
Efectivamente. Pero aquí no se trata de repetir los esquemas y las formas evangelizadoras de siempre. El mundo ha cambiado y está cambiando tanto que ya esto no es posible. Hay que buscar caminos nuevos. De igual manera que el que busca al Señor, lo encuentra, también si buscamos caminos nuevos para evangelizar los encontraremos. Es posible que no equivoquemos algunas veces. Pero, como dice el Papa es mejor una Iglesia que se equivoca porque sale, porque busca caminos nuevos, que la que se queda en casa, pues en el no salir ya se está equivocando.

¿Qué caminos podemos seguir?  
El camino pasa por el interior, por nuestro corazón. Es absolutamente necesario el fuego de la oración, el fuego de la Eucaristía. No podemos convertir el apostolado en una simple tarea, un funcionario, en un trabajo más. Hay que llevar el fuego de la Palabra de Dios, a la vez que un amor y pasión por los pobres. Que todo el mundo vea que la Iglesia se acerca a los que más lo necesitan. Hay que ir a todos, sí, pero de una manera especial a los pobres, como una madre cuida de todos sus hijos, pero se vuelca de una manera especial con el más necesitado.

Así pues, tenemos una hermosa tarea por delante ¿No es verdad?
Efectivamente. Tenemos que estar convencidos de que lo que ofrecemos es un camino de plenitud. A veces se vive y se habla como si el acercarse al Señor fuera algo que nos coarta, que nos limita la vida, que no nos deja vivir felices como lo sienten muchos jóvenes, cuando es todo lo contario. Debemos contagiar a los demás cuando vean cómo nuestra fe y amor a Jesús nos llena de alegría. Tenemos que evitar vivir un cristianismo vergonzante, que se esconde. Tenemos que hacer que los que se acerquen a nosotros se sientan contagiados por la alegría del evangelio. Tenemos que anunciar en todas partes la belleza de la fe.

Gracias, José Manuel, por estas palabras tan hermosas que nos has dicho y que nos ayudan adentrarnos llenos de ilusión en la Misión Diocesana.