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29 de abril de 2014

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El pasado 27 de abril, el Papa Francisco, declaró santos a sus predecesores Juan XXIII y Juan Pablo II.

Al acto asistieron más de tres millones de personas. En su mayoría jóvenes y polacos de todas las edades. La amenaza de lluvia, que en algunos momentos se hizo real, no impidió que las calles próximas a la Plaza de San Pedro estuvieran abarrotadas.

Desde las 6 de la tarde anterior, miles de personas dormían en el suelo, hasta tener que levantarse por falta de espacio. Durante toda la noche, los alrededores del Vaticano estaban colapsados por inmensas colas, grupos de peregrinos cantando, bailando y orando.

La banda sonora la pusieron los himnos de la diferentes Jornadas Mundiales de la Juventud. Estuvieron presentes el Papa Emérito, Benedicto XVI, más de cien cardenales y cerca de mil obispos, entre los que se encontraba el Obispo de Albacete, Mons. Ciriaco Benavente, miles de sacerdotes y diáconos, algunos de ellos de nuestra diócesis, Así como autoridades civiles y representantes de movimientos y realidades eclesiales. La ceremonia, solemne a la vez que sencilla, fue un símbolo, tal y como resaltaba uno de los sacerdotes presentes, de que la santidad es algo simple a lo que todos estamos llamados.

En la Homilía, el Santo Padre resaltó la docilidad al Espíritu Santo que mostró San Juan XXIII. A San Juan Pablo II lo llamó el Papa de la familia, por su gran preocupación por ésta. De ambos destacó que no se escandalizaron por la misericordia de Dios y entraron en este misterio. Fueron conscientes de que Dios siempre perdona, siempre espera y siempre ama.

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